Por: Lolita Acosta marzo 4 de 2012
¿De dónde saca Sergio López que la opinión no es rectificable? Se refería él a la opinión que como periodista emite a través de los medios para los cuales trabaja. Con razón algunos de quienes tienen un micrófono a su alcance o espacios en la prensa y la televisión se dedican, impunemente, a dilapidar el buen nombre de gente honesta, cuando ésta no responde a sus intereses.
En Colombia existe la autorregulación periodística, esto quiere decir que el Estado no mantiene censores en los medios como ocurrió en anteriores épocas sino que cada quien busca, por sus propios medios, la manera de decir las cosas y elige, así mismo, qué cosas decir. El periodismo de hoy cumple, además, una gran función de control político y social sobre todas las estructuras, lo que implica para éste una gran responsabilidad, además de que aquella frontera entre el periodismo informativo y el periodismo de opinión se hace cada vez más imperceptible.
Los periodistas hemos escrito en los últimos cincuenta años variedad de manuales y códigos de ética, llegándose hoy finalmente a afirmar que la mejor ley de prensa es aquella que no se dicta, de manera que el periodismo más íntegro será aquel que se rige por deberes autoimpuestos, como unas ‘reglas del juego’ que marcan los límites para el periodista y los propios medios, existiendo un compromiso explícito con la sociedad y la llamada opinión pública, en cuanto a veracidad e imparcialidad, constituyendo un pacto de confiabilidad con el público.
El poder intangible de los medios de comunicación se basa en su capacidad para transmitir valores y significados compartidos por la sociedad. Informa, orienta y entretiene, nos han dicho desde la escuela. El periodista fiscaliza los actos de autoridad, denuncia las injusticias y busca la verdad. Pero ese poder, estimado Sergio, no nos otorga el don de la omnipotencia ni de la infalibilidad. Y aun opinando nos podemos equivocar. De que ahí que te corrijo que la opinión sí es corregible e, inclusive, demandable, cuando esta opinión incurre en falsedad o calumnia.
Por lo demás, y ya que nos referimos a tus intervenciones radiales de los últimos días, existen, para nosotros los periodistas, límites que no debemos traspasar, tal como existen para todos los mortales. Ya te lo dije: no somos ni omnipotentes ni infalibles. Pero además adquirimos compromisos y tenemos barreras e impedimentos. Me refiero concretamente al que tú tienes como funcionario que devenga salario u honorarios del erario. Eso, éticamente, te impide ejercer el periodismo por fuera del cargo, por supuesto, si está entre tus propósitos servir lealmente a tu patrón, expuesto como está a las contingencias previsibles de su labor, misión y funciones, y te libra a ti del riesgo de ser para la comunidad el vocero político del sector para el cual trabajas faltando a los principios que rigen a nuestra amada profesión.
Esa libertad que nos tomamos de pensar que somos omnipotentes e infalibles genera efectos perversos y puede constituirse en un riesgo para el ejercicio del derecho de la comunidad a ser informada oportuna, veraz e imparcialmente.
Por mucho que tú lo desees, lejos estás de ser inmune a la gravitación de la autoridad para la cual trabajas, de sus intereses en juego, del fuerte juego de presiones cruzadas.
Cierro esta nota con una sentencia de Gabriel García Márquez: “La ética no es una condición ocasional sino que debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón” (cualquier día en el anfiteatro de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, Cartagena de Indias).
Y, por supuesto, puedo estar equivocada y en ninguna parte me dolería rectificar.
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