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Por: Maureén Maya – noviembre 6 de 2007

En la tarde del sábado 3 de noviembre se registró una fuerte granizada en Bogotá, que produjo serios trancones, inundaciones y dejó colapsadas varias de las principales vías de la ciudad.

En la calle 26, a la altura de la avenida Caracas, la gente no salía de su asombro al observar el desolador panorama: varios autos chocaron, fueron elevados por el granizo y sus ocupantes debieron abandonar los vehículos por las ventanas. El cuerpo de rescate tuvo que intervenir para evacuar a los afectados e, incluso, tuvieron que extender lazos para mover los carros y usar botes inflables. La Cruz Roja reportó varios casos de hipotermia.

Mientras, muchos curiosos y testigos saturábamos la avenida Caracas para observar el rescate y exclamar con asombro que algo así nunca se había vivido en la Capital, y, de vez en cuando, pelear con los auxiliares bachilleres de la Policía que impedían el tránsito sobre los puentes o al borde de la avenida. A pocas cuadras de allí, niños y grandes se divertían haciendo muñecos y lanzándose bolas de granizo.

Es evidente que  Bogotá no se encuentra preparada para asumir una emergencia de tamaña envergadura y que las redes de atención a desastres y las líneas de emergencias tampoco cuentan con los recursos necesarios para responder con eficacia e inmediatez ante un hecho tan desbordante.

Lo vivido en Bogotá, cierto es, nunca había sucedido: una feroz lluvia, que azotó durante más de dos horas con enorme cantidad de granizo, terminó por evidenciar que el sistema de alcantarillado resiste catástrofes de estas proporciones y que la Capital carece de los recursos y la infraestructura para responder oportunamente y evitar tantas pérdidas.

Al momento de escribir estas líneas, desconozco si todos los ocupantes de los vehículos que fueron enterrados bajo el granizo, a la altura del Centro Internacional, lograron ser evacuados o si se produjeron pérdidas humanas. Sólo pienso que si esto ocurre aquí, no quiero ni imaginar los estragos que se causaron al sur de la ciudad, en Ciudad Bolívar, al occidente o en las inmediaciones de los ríos Tunjuelo, Fucha y otros.

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