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Por: Marcos Silva Martínez – abril 4 de 2008

Los hechos de sangre, circo diplomático, retórica y cinismo que matizan el rigor y la gravedad del conflicto colombiano, desinforman y hasta confunden a los ciudadanos. Estos hechos deben  desenmascarar los íntimos  propósitos del régimen y sus mentores, internos y externos. Le han servido a aquél para distraer a despistados y disipar la inocultable ilegitimidad del mismo. Los  resultados de las investigaciones, juicios y condenas de la narcoparapolítica lo evidencian.

La obsesión, ceguera y soberbia del poder anulan la razón y el juicio: por ello, se recurre a procedimientos inviables. Es lo que ocurre con  la negociación del conflicto y lo que se pretende, de soslayo, con el acuerdo humanitario. Sorprende que el gobierno francés y organizaciones de derechos humanos caigan en esa trampa.

Si al gobierno realmente le preocuparan los secuestrados y la paz, utilizaría todos los recursos políticos y de negociación viables para lograr acuerdos con la insurgencia sobre la liberación de secuestrados y la negociación del conflicto, comenzando por aceptar y reconocer su existencia.

De la iglesia, cuya constante histórica es solidarizarse con la causa del gran capital, mientras pregona la felicidad ultraterrena para los desplazados del poder y del dinero,  muy poco se puede y debe esperar. Debería presionar al gobierno para que inicie y prosiga la negociación del conflicto. La  posición tímida, vacilante o interesada, de muchos de sus jerarcas parece más encaminada a congraciarse con los enemigos de la justicia social que con los secuestrados y desechados sociales.

Los familiares de los secuestrados, en primer término, y la sociedad en general deben exigir al gobierno definiciones concretas respecto a las obligaciones que tiene con los secuestrados y con la solución del conflicto.

El conflicto colombiano es consecuencia de la iniquidad social, de la mezquindad de quienes se apoderaron de las riquezas y del poder desde siempre. Cualquier otra percepción y argumentación es mentirosa.

La negociación y superación del conflicto interno se hace imposible por la mezquindad de los gobernantes por conservar el poder económico y político excluyente. La ruptura de la negociación del sr. Pastrana se debió al contenido de los diez puntos planteados por la FARC, asumidos por el régimen como amenaza cierta a sus intereses y poder.

La negociación del conflicto colombiano sólo es posible mediante la superación de las causas que lo generaron, cuyos efectos hoy no son sólo los secuestros y retenciones, sino la inseguridad sobre la vida, honra y bienes de los colombianos y la institucionalización del régimen mafioso imperante.

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