El homenaje realizado este año a Eduardo y Rafael Vergara Toledo, dos jóvenes que murieron entre muchos otros luchando contra la dictadura de Augusto Pinochet en 1985, fue marcado por violentos enfrentamientos entre los manifestantes y la policía de Santiago

Abril 5 de 2008

El 29 de marzo podría ser muy bien alguna fiesta en el calendario o la fecha de un cumpleaños. Sin embargo, para la familia Vergara Toledo y para gran parte de los ciudadanos chilenos es un día de muy dolorosa recordación: cada año se conmemora en esta fecha el Día del Joven Combatiente y se reconstruyen sucesos que hicieron de ésta un espacio inmortal que, a pesar de no ser reconocida en la historia oficial de Chile, no ha sido olvidada por quienes la vivieron, ni destruida por las oligarquías existentes, aquellas que siempre han condenado y reprimido a los ‘otros’, a quienes piensan diferente.

El homenaje realizado este año a Eduardo y Rafael Vergara Toledo, dos jóvenes que murieron entre muchos otros luchando contra la dictadura de Augusto Pinochet en 1985, fue marcado por violentos enfrentamientos entre los manifestantes y la policía de Santiago, que dejaron un gran número de personas lesionadas y detenidos, y la muerte de uno de los participantes de las protestas.

Al recordar el homenaje del año pasado hubo aproximadamente 800 detenidos, enfrentamientos y disturbios con la Fuerza Pública. Aunque la presidenta Michelle Bachelet afirme que “costó mucho ganar el derecho a expresarnos libre y pacíficamente, nos costó mucho recuperar la democracia”, los hechos demuestran lo contrario, pues tener un saldo tan alto de personas detenidas, violentadas y amenazadas hace ver que en esa supuesta democracia no hay espacio para aquellos que reclaman justicia y que a la vez exigen acuerdos y mejoras con las políticas del gobierno chileno.

Y, así, los medios de comunicación sustentan su discurso en las afirmaciones de Bachelet y viceversa, mostrando unicamente su punto de vista, ocultando los verdaderos sucesos, como los malos tratos, insultos y atropellos a los que son sometidos los opositores y antagonizando el papel de los afectados, llamándolos rebeldes y delincuentes, situación que, comparada con la dictadura de Pinochet y con la vivida en otros países de Latinoamérica, resulta muy diferente a la democracia propuesta.

Al rememorar la muerte de estos dos jóvenes y al analizar los hechos sucedidos en dicha conmemoracion, es preciso señalar que la condicion actual del movimiento social se ve amenazada de la misma forma, aunque en menor medida, como lo fue durante la dictadura de Pinochet en el caso de Chile y en Latinoamérica a nivel general. Tener ideas opuestas a las de un régimen no se puede seguir viendo como un acto delictivo y anti social: es un derecho y el Estado tiene la obligación de garantizar la seguridad de quien desee manifestarse, escuchar sus demandas y los gobiernos deben brindar soluciones y no ataques y muertes injustificadas, deshumanizando al opositor.

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