Por: Carmen Blanco Valer – septiembre 17 de 2012
El bosque de Ojnare, localizado en Gotland (Suecia) al norte de Europa, es hogar de 266 especies de vida animal y vegetal en peligro de extinción. Cumple, por tanto, con los requisitos para ser declarada como zona de reserva natural. A pesar de ello, y trasgrediendo la Ley del Medio Ambiente sueca y la reglamentación ambiental de la Unión Europea, la Corte de Tierras y Ambiente de Suecia autorizó a la empresa Nordkalk para iniciar la explotación de cal en la zona. Esto, a pesar de que los estudios de impacto ambiental, realizados por organismos gubernamentales y no gubernamentales, señalan que la actividad extractora pondría en riesgo a diversas especies y amenaza, además, a las capas de agua dulce subterránea de la isla.
Tanto la autoridad encargada del medio ambiente, la Naturvårdsverket, como la ONG ambientalista Naturskyddsförening han apelado a la Corte Suprema. A pesar de ello, la empresa dio inicio a la tala de árboles milenarios para luego abrir paso a las actividades de extracción calífera.
Estos hechos han llevado a que campesinos de la isla junto con jóvenes ambientalistas hayan decidido defender con sus cuerpos el bosque de Ojnare, se hayan instalado en asentamientos ambientalistas y hayan iniciado diversas acciones pacíficas en defensa de la naturaleza. Las autoridades han respondido a este proceso de movilización pacífica con el envío masivos de policías con órdenes de defender los intereses de la empresa extractiva. A su vez, estos hechos han llevado a que grupos ambientalistas y solidarios inicien en diferentes puntos de Suecia actividades a favor de los bosques de Ojnare.
La defensa de Ojnare en el ‘desarrollado’ norte es expresión de un compromiso con la defensa de la Madre Tierra similar al de aquellos pueblos indígenas y poblaciones campesinas del continente americano que se resisten al desarrollo de actividades extractivas que agreden a la naturaleza, como la explotación petrolera y minera. Normalmente, debido a los atropellos de los Estados americanos, acudimos a sectores de la sociedad sueca para solicitar su solidaridad con las luchas en el continente americano, pero esta vez es necesario invertir el sentido y apelar a la solidaridad de pueblo a pueblo de Sur a Norte. Más aún cuando el bosque de Ojnare no es el único amenazado: más de 900 proyectos mineros en territorios del pueblo originario Sami están en curso.
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