Lenin Cardozo – octubre 10 de 2012
En el continente americano, la expansión de las ciudades litorales o marítimas en estas últimas décadas, producto del crecimiento poblacional, ha contribuido a la casi extinción de los bosques de costas, importantes ecosistemas que han servido de refugio seguro a una gran diversidad de fauna y flora. Progresivamente, hemos venido arrinconando a estas fronteras verdes hasta desaparecerlas en muchos casos. Lo que en el pasado significaban estos grandes paraísos para innumerables especies, hoy ha sido sustituido por edificios, villas de casas o avenidas turísticas que bordean esas costas.
Estas comunidades forestales de los bosques de costas son representadas fundamentalmente por manglares, bosques de playa, humedales y bosques ribereños. En la mayoría de los casos, son los últimos pulmones y riñones que le quedan a muchas de esas ciudades en expansión.
Los cinturones de manglares son uno de los bosques de costas que están en mayor peligro de extinción. Éstos se componen de árboles y arbustos que crecen por debajo del nivel de la marea alta y se caracterizan por una especial diversidad floral, producto de que algunas plantas pueden tolerar y florecer en el lodo salino y soportar frecuentes inundaciones por agua de mar. La mayoría de las especies animales que se encuentran en los manglares también se producen en otros ambientes, tales como playas, ríos, pantanos de agua dulce o en otras formaciones boscosas cerca del agua. En general, las especies animales estrictamente confinadas a los manglares son muy pocas, entre ellas los cangrejos. Los manglares son también santuarios de aves endémicas y migratorias.
La biodiversidad en los bosques de playa es extremadamente frágil. En general, se encuentran por encima de la marca de marea alta en suelos arenosos y pueden unirse con tierras agrícolas o bosques de tierras altas. La vegetación en las dunas de playa es limitada, debido a las difíciles condiciones que producen los extremos climáticos: fuertes vientos, salinidad, falta o exceso de humedad.
Los bosques de playa son muy sensibles a las modificaciones del ecosistema. Un ligero cambio en el nivel de las aguas subterráneas, por ejemplo, podría eliminar la vegetación. La capa vegetal de playa tiene un papel importante en la estabilización de las tierras y, al igual que en los manglares, las especies animales dominantes son los cangrejos y moluscos. Además, las playas son también los únicos sitios de reproducción de las tortugas marinas.
Igual de importantes son los humedales, o bosques de pantanos, que son espacios periódicamente inundados por el agua de los ríos, de forma diaria, mensual o estacional, ya sea por marea e inundaciones. Se ubican en elevaciones algo más altas que los manglares. Están influenciados por los movimientos de las mareas y puede ser inundado por agua dulce o ligeramente salobre dos veces al día. Su vegetación natural es más diversa que la de los manglares.
Finalmente, los bosques ribereños, que se encuentran adyacentes o cerca de los ríos. Caracterizándose por ser extremadamente densos y productivos, tienen un gran número de plantas trepadoras. Además de sus valores estéticos y recreativos, son importantes para preservar la calidad del agua, controlar la erosión y servir de refugios de vida silvestre, especialmente para los anfibios y reptiles. Los monos y otros mamíferos arborícolas y aves suelen ser abundantes en ese tipo de bosques.
Manglares, bosques de playa y bosques ribereños, para quienes lideran los planes de desarrollo urbano de esas localidades, son considerados como un privilegio y, a su vez son, desvalorizados en ocasiones. Lo cierto es que entramos al nuevo siglo con las mentes aún encasilladas en que el mundo es un lugar sólo para los humanos y en que el resto de las especies son para apreciarlas en zoológicos o jardines botánicos, en el mejor de los casos. Es inaceptable pensar que nuestra llegada al mundo también le está quitando espacio a otros seres.
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