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Mayo 19 de 2008

Las elecciones que tuvieron lugar el pasado 10 de abril en Nepal, país del centro-sur de Asia, fueron convocadas para formar la nueva Asamblea Constituyente, terminar con 240 años de monarquía hinduista y para proclamarlo República Federal democrática. La inesperada victoria del Partido Comunista de Nepal Maoísta (PCN-M), que ha sido señalado por EEUU como terrorista por haber iniciado en 1996 un movimiento alzado en armas que lucha por la proclamación de una república democrática con miras al socialismo, hoy asume una de las tareas más arduas por esta cultura: eliminar la monarquía hindú y destituir al rey Gyanendra; redactar una nueva constitución donde se logren recuperar los recursos naturales que ayuden al fortalecimiento del país; garantizar condiciones de vida para el pueblo en materia de educación, salud, alimentación y justicia social; e intentar restablecer los derechos humanos en medio de un clima de tensión entre las altamente represivas fuerzas de seguridad, dirigidas por la monarquía y financiadas por Washington, y los rebeldes maoístas y sus aliados.

Este proceso de agitación, reformas políticas y guerra civil se ha venido agudizando en Nepal desde que el príncipe Dipendra asesinó a su padre, el Rey Birendra y a toda la familia real, reafirmando la fragilidad política de la monarquía y quedando al frente del régimen el rey Gyanendra, quien agudizó la represión y sumió al país en una crisis sin precedentes que empujó al pueblo al levantamiento y a que, finalmente, se tomara la decisión de elegir un nuevo Parlamento y un nuevo primer ministro a finales de 2006. Sin embargo, sin soluciones de fondo a la vista para el futuro político, económico y social; con un Parlamento (Cámara de Representantes y Consejo Nacional) fuertemente debilitado por la corrupción y disuelto el año pasado; con la postergación por dos años de las elecciones y con el creciente descontento de la población, el acuerdo entre los diversos partidos políticos de oposición en Nepal, que se realizó el pasado diciembre, definió que la monarquía sería abolida por parte de la Asamblea Constitucional elegida en abril del presente año.

Los rebeldes maoístas, que anteriormente habían sido tachados de terroristas, ganaron 220 escaños en una asamblea de 601 miembros, logrando representar una tercera parte de la misma y tener una participación más activa, con grandes probabilidades de que el próximo primer ministro sea Pushpa Kamal Dahal, conocido como Prachanda, líder del triunfante PCN-M, quien señaló que
operaría conjuntamente con otros partidos de oposición, como la Unión Marxista-Leninista y el Congreso Nepalí (conservadores) para la elaboración de la nueva constitución, resaltando que el compromiso era permanecer leal al mandato de la gente “para consolidar una paz duradera”.

¿Asombro o temor?

El próximo 28 de mayo ha sido la fecha señalada formalmente para abolir la monarquía, ya que ese día tendrá lugar la primera reunión de la nueva asamblea, permitiendo que el rey Gyanendra abandone el palacio real sin tener que obligar su salida.

Los medios de comunicación y los organismos internacionales han tomado diferentes posiciones con respecto al triunfo del PCN-M, que ha sido estigmatizado como terrorista dentro de las políticas que países como Estados Unidos han desarrollado con el fin “de boicotear y castigar a las facciones políticas o gobiernos que se niegan a aceptar sus mandatos”, como lo ha señalado el expresidente Jimmy Carter, pues lo que se plantea es que quien se oponga al régimen imperialista occidental debe indiscutiblemente ser reprimido y sentenciado a la marginalidad. Por eso, para muchos órganos políticos y analistas de diferentes países, éste es un triunfo para el pueblo nepalí, pero también un golpe a los monopolios de potencias occidentales como EE.UU. e Inglaterra.

La victoria del pueblo nepalí demuestra que está preparado para tener voz propia y para que este país deje de ser un simple receptor de ayuda de organismos internacionales como las Naciones Unidas. La construcción de un nuevo orden social en la constitución por venir debe romper con siglos de atraso, dependencia, corrupción y autocracia monárquica, en un reto que el mundo observa con
gran atención y que el PCN-M, y su líder Prachanda, están asumiendo con honores para lograr que este pequeño país –rodeado de potencias como China e India, y dominado históricamente por EEUU– logre mirar con dignidad al mundo y construir una sociedad soberana, justa, productiva y que retribuya con justicia a 1’442.271 personas por décadas de sufrimientos e iniquidad.

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