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Junio 3 de 2008

La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) se oficializó el pasado 23 de mayo en Brasilia, con la aprobación del tratado constitutivo por los doce países que la componen: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela. Son ambiciosas y arduas las labores a las que se comprometieron los Estados miembros; un pliego de obligaciones y un objetivo principal redactado en el documento aprobado: “construir una identidad y ciudadanía que fortalezca la unidad e integración suramericana y del Caribe”.

Anteriormente, se habían realizado tres sesiones: la primera en Cuzco, en diciembre de 2004; la segunda en Brasilia, en septiembre de 2005; la tercera en Cochabamba, en diciembre de 2006; y la última, el presente año, en la cual se firmó el tratado constitutivo que pretende fortalecer ámbitos económicos, culturales, ambientales, energéticos y políticos, entre otros, apoyados en la labor del Mercosur y de la Comunidad Andina de Naciones (CAN).

La formación de este grupo y de su plan de trabajo tiene como una de sus metas acabar con la desigualdad económica y social, la pobreza y la exclusión, asuntos claves por ser los puntos más frágiles y los más difíciles de solucionar en cada una de las naciones. Se propone, entonces, una resolución de dichos asuntos para lograr un futuro común y solidario, propicio para la soberanía e independencia de cada país. Para tal fin, se adelanta una Comisión Especial, que logre establecer un futuro Parlamento Sudamericano, con sede en Cochabamba (Bolivia), donde se logre consolidar la soberanía de cada nación.

Consejo de Defensa: ¿suramericano?

La misma reunión dio lugar a la creación de un grupo de trabajo que definirá quiénes conformarán el Consejo de Defensa de la región. Hay varios puntos que deben ser discutidos por los miembros de este consejo, pero no se ha conseguido llegar a un consenso y a unos acuerdos claros, debido a la laxitud de los estados miembros y a las diferencias políticas e ideológicas entre estos países.

La creación del Consejo de Defensa es uno de los puntos clave de esta reunión, ya que, según lo admite Brasil, no es una alianza militar convencional, como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sino un mecanismo desde el cual se puedan discutir los diferentes conflictos de los países suramericanos y determinar mecanismos de defensa comunes que ayuden a reanimar las relaciones entre los Estados. Si bien este nuevo organismo y los planteamientos que se ha propuesto emprender son altamente apreciados, este Consejo de Defensa debe ser revisado detalladamente pues es incomprensible que el ministro de defensa brasileño, Nelson Jobim, haya visitado no sólo a los estados suramericanos para exponer la idea sino también a Estados Unidos, país que no tiene cabida en la solución de la problemática de éste continente y que no debe tener ninguna relación con el proceso de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que imprime en su tratado su sello de independencia.

Responsabilidad con Suramérica

La presidenta chilena, Michelle Bachellet, aseguró en la cumbre de Brasilia que “estamos dando un paso mucho más ambicioso, que nos exige mucho más, nos exige una responsabilidad mayor, porque son muchos los hombres y mujeres de nuestra América Latina, del Caribe, que nos miran con mucha esperanza, que esperan entusiastas, pero debo decir, también impacientes, los resultados de nuestro trabajo como gobernantes”, resaltando una preocupación que generan estos eventos en muchos de los habitantes de una región en la que el modelo neoliberal impuesto durante décadas, bajo la minuciosa observación e intervención de los Estados Unidos, consolido condiciones de desigualdad extremadamente grandes que han llevado a nuevas alternativas sociales por las cuales se apuesta, reafirmando sus modelos en el uso de sus propias materias y recursos para dejar atrás su antigua condición de colonias y salir del modelo neo colonial que somete a algunos países en la actualidad.

Así, con inquietudes e incertidumbres, se espera que la agenda planeada el 23 de mayo y las áreas de trabajo aprobadas se cumplan autónomamente por cada estado miembro y logren ser reflejo de la unidad Suramericana, separada de la opinión norteamericana y europea.

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