Por: Margarita Cadavid – marzo 21 de 2016
El pueblo kurdo, uno de los más grandes del mundo sin un Estado propio, lucha también por mantener los elementos tradicionales de su identidad. Hoy celebra el Newroz, su fiesta nacional en la que celebra el inicio del año nuevo 2716 con el equinoccio de primavera y que, con sus propias leyendas, bailes, colores y fuego, ha convertido en el símbolo de su resistencia y de su lucha por la independencia.
La población kurda está unida por la historia y por su nombre. Con la desintegración del Imperio Otomano tras su derrota durante la Primera Guerra Mundial, quedó distribuido en los nuevos Estados nación que surgieron. Hoy, cerca de treinta millones de kurdos residen principalmente en las regiones montañosas de los actuales Iraq, Siria, Irán y Turquía, siendo estos últimos son los países donde habitan el mayor número de kurdos, con 8,1 millones y 14,7 millones, respectivamente.
De origen indoeuropeo, el pueblo kurdo tiene una tradición y cultura diferente a la de los países donde hoy se encuentra ubicado: posee una vestimenta y unas festividades propias, incluyendo al Newroz, esta fiesta de año nuevo primaveral que también es celebrada por los iraníes y otros pueblos que utilizan el calendario persa. La festividad tiene sus raíces en el zoroastrismo o mazdeísmo: religión y filosofía basadas en las enseñanzas del profeta Zoroastro, también conocido como Zaratustra.
En Newroz, se congregan muchas personas, todas vestidas con sus trajes típicos y con los colores de la bandera kurda -verde, rojo y amarillo- en pañuelos, cintas y hasta los vestidos de las mujeres. Sin embargo, sus banderas están prohibidas en casi todos los Estados donde habitan y en Iraq, apenas tras la caída del régimen de Sadam Hussein, les está permitido ondearla y portar sus colores.
Así, en cada Newroz se enciende una hoguera, mientras los hombres y mujeres forman un gran círculo tomados de las manos, rodeando el fuego, y comienzan la danza acompañados por la música. La gente baila, se ríe, y habla en un ambiente muy festivo.
La hoguera representa el momento en el que, según el mito, el herrero Kawa terminó con la vida de Zohak, quien gobernaba en los montes que rodean la Mesopotamia gracias a un pacto con el diablo que le costó portar en sus hombros dos serpientes que se alimentaban con cerebros de bebés. Zohak vivió alrededor de mil años y sacrificó a 700.000 niños, hasta que Kawa, cuyos hijos fueron víctimas de esta masacre, subleva al pueblo hasta derrocar al tirano. Cuando triunfó, Kawa encendió una hoguera para avisar a la gente y ésta, a su vez, prendió fuegos para contestarle. Es así como nace el Newroz, el día de la libertad.
Esta tradición hoy cobra más sentido en el marco de la lucha del Kurdistán por conseguir su independencia y se mezcla con la realidad de la represión de la que son víctimas los kurdos en los Estados en los que habitan, principalmente Turquía. Esto incluye fuertes prohibiciones, como la que pesa en contra de hablar su lengua -el kurdo-; la de imprimir anuncios, periódicos, libros infantiles, etc, en ella; o la de celebrar sus fiestas nacionales. Por ello, la festividad del Newroz ha servido también como un momento de reivindicación de los derechos de ese pueblo, pues se ha convertido en un día para que haga escuchar su voz y defienda su cultura y valores.
Por esta razón, es habitual que, en Turquía, al terminar la fiesta empiecen las protestas callejeras de los jóvenes kurdos pidiendo libertad e independencia y que éstas, en la mayoría de las ocasiones, reciban el característico trato de la policía de ese país, las detenciones, los heridos y, en algunos casos, las muertes de algunos manifestantes.
El Newroz simboliza claramente el avance de las reivindicaciones del pueblo kurdo. Sin embargo, las celebraciones del Newroz fueron ilegalizadas en Turquía hasta la primera década del siglo y han recibido prohibiciones esporádicas durante los últimos años, según el clima político. Tanto así que, en 1992, las fuerzas estatales turcas mataron al menos a 57 personas en la ciudad de Cizre para impedir la celebración del año nuevo kurdo.
En respuesta a la prohibición de congregarse en parques, hace unos años Osmán Baydemir, intendente kurdo de la ciudad de Amed -capital del Norte de Kurdistán, llamada Diyarbakır para el gobierno de Ankara-, construyó uno en su ciudad y lo llamo “Newroz”. En 2012, la policía turca atacó a quienes querían llegar hasta allí para la celebración. A la multitud que coreaba consignas a favor de la libertad del pueblo kurdo, el gobierno turco le respondió con un desmedido despliegue policial y militar para reprimir a la población con gases lacrimógenos e impedir su avance. Sin embargo, los kurdos resistieron y la policía tuvo que replegarse, dándoles paso para que, finalmente, pudieran llegar hasta el parque para celebrar su Newroz.
Un año después, el Estado turco autorizó la fiesta del Newroz en el marco de los diálogos de paz con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y su líder, Abdullah Öcalan, quien se encuentra preso desde 1999. Durante el Newroz de 2013, en el Norte de Kurdistán se congregaron alrededor del fuego más de un millón y medio de personas para cantar y bailar, cuando, en medio de la celebración, la multitud se silenció al escuchar a una mujer y un hombre que leían las palabras que Öcalan había escrito desde la cárcel:
La era de regímenes explotadores, represión y negación ha acabado […] En esta ocasión del Newroz hago un llamado a los armenios, turcomanos, asirios, árabes y todos los otros pueblos, tanto como a los kurdos, para que mantengan la llama de la libertad y la igualdad, del fuego que está encendido aquí hoy, y que la abracen como propia.
Era un llamado a la paz.
El discurso de ese año parecía ser el comienzo de una nueva historia para el pueblo kurdo. No obstante, en el contexto actual la situación parece revertirse y hoy, al igual que en años pasados, el Newroz se encuentra lleno de tensión tras los atentados ocurridos en los últimos días en Estambul, los cuales han dejado una sombría atmósfera que recorre el país. En respuesta, se han movilizado 120.000 policías y 80.000 gendarmes para controlar cualquier desorden que se pueda producir durante la festividad.
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