Por: Oscar Patiño – julio 21 de 2010
Más de 5.000 personas se dieron cita el pasado 19 de julio en la plazoleta de San Victorino en Bogotá para unirse a una proclama por sus derechos y sus anhelos, en una conmemoración no oficial del bicentenario que conmocionó el agitado trasegar de los moradores del centro de la ciudad, mostrando que los indígenas, las organizaciones políticas, comunitarias y sociales del país tienen hoy una lucha común que trasciende sus diferencias políticas y sigue haciendo vigente la lucha por la emancipación.
La cita estaba acordada para las 10am y al tradicional sector de comercio popular empezaron a llegar manifestantes provenientes de diferentes rincones del país, tomándose la plazoleta, arrebatándosela un poco a sus diarios moradores para convertirla en una tribuna de debate. Al igual que hace 200 años, cuando el discurso de José María Carbonell instara a los hombres y mujeres desposeídos a acabar con el régimen encabezado por el virrey de Santafé, los representantes de las organizaciones de índígenas, obreros, maestros, estudiantes y otros sectores populares invitaron a los presentes a unirse y solidarizarse por sus derechos.
Los más de 2.000 miembros del pueblo Misak, protagonistas en este acto de apertura del Congreso de los Pueblos y quienes con sus atuendos, su música y su palabra expresaron claramente que la celebración de independencia de los poderosos del país no es suya, pues luego de la gesta de hace 200 años, los aportes de los pueblos indígenas fueron desconocidos y las reformas prometidas condenadas al olvido. Por eso proclamaron ante la concurrencia, en su lengua originaria, que su resistencia viene de hace 518 años y que se ha tenido que volver una respuesta al exterminio que ya ha llevado a la extinción de 71 comunidades originarias, lo cual demuestra que el proceso de liberación de la madre tierra necesita estar articulado con las luchas de otros sectores por una verdadera emancipación. Su guardia indígena, altiva, protegió a todos los participantes de la movilización.
Al medio día, los marchantes se dirigieron a continuar su recorrido por la historia del bicentenario en las calles bogotanas: múltiples banderas, diferentes colores de piel, tambores, flautas y voces se mezclaron en un solo grupo que no sólo se dirigía hacia la próxima estación de su recorrido sino hacia la apertura del Congreso de los Pueblos, el espacio legislativo legítimo de las mayorías, donde se sancionen y aprueben las leyes que el pueblo necesita.
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