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Por: Luz Edith Cometa – agosto 12 de 2008

Cuando me dijeron que el maestro Orlando Fals Borda había fallecido no podía creerlo. Pero no por el hecho de la muerte, que es tan natural como la vida misma, sino más bien por la exactitud con la que él, como hombre visionario, lo anunció sin que ninguno de nosotros lo notara.

Apenas el pasado 23 de julio pudimos verlo sonriendo, de pie y con las esperanzas rebosantes, como él mismo lo dijo frente al auditorio que lo acompañó en el lanzamiento de la reedición de uno de sus libros más significativos.

Recuerdo que nos contó que había cargado una toalla por si tocaba llorar y, mostrándola entre sus manos, nos dijo que ese día anunciaba su retiro, claro, del mundo de la historia, de la ciencia, de la academia y de la política. Él quería descansar, bastante nos había entregado.

Casos como el del actual rector de la Universidad Central, Guillermo Páramo Rocha, a quien el maestro inspiró para que se convirtiera en sociólogo, al lado de muchos otros que ingresaron a la primera facultad de sociología del país que, junto a Camilo Torres Restrepo y Eduardo Umaña Luna, creó en 1959 o el de nuestra lectora internacional, la editora Susana Merino, quien fue su alumna en el Centro Interamericano de Vivienda (Cinva) y hoy, a sus 80 años, lo recuerda con cariño y sigue militando en la búsqueda de ese “otro mundo posible”, en el que tanto creyó y difundió entre sus estudiantes, se repiten sin duda en todas las generaciones que él impregnó con su capacidad de ir más allá de la simple observación o análisis y proponer la acción y la participación para generar el cambio que la mayoría esperamos.

Fueron pocas sus palabras ese día. Todos queríamos escucharlo por horas como antes, abrir un debate sobre sociología, política, historia, su libro o su vida. Pero él, en lo reducido de su discurso, dejó grandes y muy importantes legados: sus frases fueron como herencias que fue repartiendo y consejos que se esmeró en dejar. “Mi obra no es un vademécum, ni un libro de fórmulas, es simplemente una visión que propone un quinto orden para esta sociedad que, después de haber sufrido 600 años de guerra, llegará a un cambio”, vaticinó el maestro.

Luego se paró y, con bastón en mano, enfatizó en que “nuestros sabios no están en Europa, con los grandes pensadores políticos que hemos leído en la historia, sino que están acá, en las selvas, en los ríos, están pescando para sobrevivir y a ellos es que debemos escuchar para lograr lo que soñamos: la utopía”. Antes de finalizar el evento dijo unas palabras en una lengua que no pude reconocer, tal vez indígena, y todavía con el bastón hizo unos movimientos con sus manos y se dirigió al público como queriendo transmitir de una manera mística su conocimiento y creencia en la realidad del socialismo.

Desde sus artículos para revistas, periódicos y publicaciones especializadas, pasando por su tesis doctoral publicada por University
of Florida Press en 1955 y su edición castellana titulada “Campesinos de los Andes: estudio sociológico de Saucío Bogotá”, sus numerosos libros sobre temas diversos como el campesinado, la producción agrícola, la sociología de la  vivienda, la acción comunal, la educación, la violencia, las revoluciones en América Latina, la autonomía científica y cultural, la acumulación originaria, el problema de cómo investigar, el socialismo, el conocimiento y el poder popular, hasta llegar a las obras que le otorgaron el mayor reconocimiento mundial, como “La investigación-acción participativa: política y epistemología”, “Visión del ordenamiento territorial colombiano en el siglo XX” y “La subversión en Colombia”, publicado por primera vez en 1967 y que hoy casi medio siglo después continúa vigente con su última edición, su obra tuvo como principal motor de investigación a la gente: campesinos, destechados, líderes, ciudadanos.

Para dibujar más claramente ese interés innato que tenía Fals Borda por el conocimiento surgido de la gente y alejado de tanta teoría sin praxis, quiero remitirles a estas líneas anecdóticas que nos entrega un perfil, hecho en 2004, para Universia Colombia:

“Tras llegar a Bogotá, luego de ser despedido, consiguió empleo como secretario bilingüe de la Winston Brothers, empresa que realizaba, entre otras obras, las represas de Neusa y Sisga en Cundinamarca. Se hizo amigo de los campesinos que venían de las zonas aledañas a trabajar como obreros, sobre todo con los provenientes de Saucío, una vereda de Chocontá. “Las relaciones fueron tan estrechas que iba todos los fines de semana a esa comunidad. Allí fue ‘adoptado’ por una familia de apellido Torres”, cuenta Alexander Pereira, estudiante de Historia de la Universidad Nacional, quien prepara una biografía sobre Fals. Fue en esta vereda donde, gracias a su labor, se conformó la primera Junta de Acción Comunal del país”.

El propio maestro lo confesaba: “me conmueve descubrir tanto talento y afecto en las clases desprotegidas. Hay un tesoro, reserva de sentimiento y conocimiento en ellos, que es lo que puede salvarnos a todos. Yo gozo más trabajando con la gente humilde que con los sabihondos, porque con ella he aprendido lo auténtico y positivo de Colombia”.

Así retomamos el último consejo que escuchamos hace 20 días de sus labios y de sus manos llenas de sabiduría: tanto la investigación como la administración política deben hacerse escuchando a la gente y para la gente.

Es una tarea que él dejó en manos de quienes estuvimos esa noche y de quienes no estuvieron, de quienes le leímos en algún momento o de quienes aún no lo han leído, de quienes son académicos y de quienes no saben firmar, de quienes quieren gobernar y de quienes podemos elegir a los gobernantes, de quienes creen en un cambio y de quienes aún son escépticos.

Como los grandes personajes de la historia, el Maestro Orlando Fals Borda continúa con su labor de generar un cambio de conciencia, de actitud y de vida para lograr una sociedad digna.

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