Por: Camila Ramírez – septiembre 10 de 2013
A pesar del extenso cubrimiento mediático a los disturbios del pasado 29 de agosto en Soacha (Cundinamarca), poco se da a conocer de lo ocurrido en ese municipio durante las protestas del paro nacional agrario.
En Soacha, la jornada de movilización se comenzó a sentir desde tempranas horas del 29 de agosto: los pequeños transportadores suspendieron actividades hacia las 3 am y, poco a poco, estudiantes, trabajadores y habitantes de los barrios se fueron sumando a la protesta. Hacia las 8 am, los manifestantes iniciaron el bloqueo de la autopista Sur, en el punto conocido como San Mateo. La comunidad exigía la presencia del alcalde Juan Carlos Nemocón.
Alrededor de las 11 am, la concentración había llegado al punto conocido como Unisur, a la entrada de Bogotá, y los agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), en compañía de la policías de Soacha, comenzaron a disparar gases lacrimógenos y a lanzar granadas de dispersión para despejar la vía y dispersar a la multitud. Sin embargo, la reacción fue contraria: los habitantes del municipio, en su mayoría jóvenes cansados de los abusos de los uniformados, decidieron unirse al paro y enfrentarse a las autoridades a pedradas.
Hacia el medio día y los enfrentamientos entre la gente y el Esmad continuaban, mientras se daban capturas irregulares de menores de edad y policías vestidos de civil se infiltraban entre los manifestantes.
Óscar*, un joven habitante de Soacha, denunció que “los patrulleros que estaban en la moto 1182, a eso de las 10 de la mañana […] sin ninguna razón aparente nos solicitaron requisa, en lo cual uno de los patrulleros […] le iban a implantar a un compañero un set de explosivos que tenían en una bolsa, pero cuando él empezó a referirse a ciertas cuestiones de derechos humanos los manes se marearon […] otro compañero empezó a gritar y a recalcar que éramos civiles desarmados y la gente empezó a prestarnos su apoyo […] De lo contrario, hubiéramos sido un falso positivo más en el sistema judicial de este país”.
Con el transcurrir de las horas, la situación se puso cada vez más tensa. Los enfrentamientos fueron llegando a barrios como León XIII, San Mateo, La Amistad y las calles 22, 18 y 13 del municipio, mientras los manifestantes utilizaban lo que tenían a su alcance para bloquear la vía: la tubería del acueducto, latas, postes de luz y piedras para defenderse e impedir el ingreso de más policías al municipio. Simultáneamente, desde un helicóptero de la Policía los manifestantes eran atacados con gases lacrimógenos y algunos manifestantes resultaron heridos. Debido a los fuertes disturbios, el alcalde decretó toque de queda y ley seca en todo el municipio.
Llegada la noche se presentaron saqueos en varios almacenes y de un cajero automático en San Mateo. Otros barrios aledaños a la autopista Sur se quedaron sin servicio de electricidad. Con el paso de las horas, los enfrentamientos en la oscuridad se convirtieron en confusos hechos donde la Policía y el Ejército atacaban a los manifestantes con todo lo que podían para obtener el control de las calles, incluidos disparos de armas de fuego, según los testigos. Mientras tanto, los dueños de los almacenes se organizaron con palos y varillas para impedir los saqueos de sus negocios, los jóvenes continuaban huyendo por las calles para no ser capturados o golpeados, y hubo muchas personas que, en medio de la pobreza que caracteriza a buena parte de este municipio de medio millón de habitantes, aprovecharon los desórdenes para saquear almacenes, al mismo tiempo que miles de habitantes de Soacha caminaban desde Bogotá por la autopista Sur para tratar de llegar a sus hogares.
Lo que no fue noticia
En la mayoría de los noticieros de los grandes medios del país se pasaron noticias de los hechos vandálicos que vivió el municipio en horas de la noche, pero no se mostraron las razones por las que la gente bloqueó la autopsita Sur ni, mucho menos, los sentimientos guardados por años de las injusticias, la falta de oportunidades, el desempleo, la brutalidad policial y los asesinatos que pasan todos los días en Soacha.
De esta forma, se repitieron incansablemente imágenes de jóvenes dañando las obras de Transmilenio que supuestamente serían inauguradas en el mes de diciembre del presente año, pero no se mencionó que el atraso en las mismas de más de cinco años –gracias a una corrupción que, al igual que lo que ocurre con la doble calzada Bogotá – Girardot, vino de cuenta de distintos funcionarios y de contratistas como el grupo Nule– genera enormes congestiones vehiculares que obligan a la mayoría de los pobladores de Soacha a gastar mucho más tiempo entre este municipio y sus trabajos en Bogotá. Entonces, el reiterado incumplimiento de las promesas, la corrupción, las interminables congestiones y hasta la muerte de varios habitantes en la autopista Sur por la falta de señalización de las obras han llevado a que los pobladores de Soacha lleven largo tiempo cargándose de rabia contra Transmilenio y otros proyectos de infraestructura que se construyen en el municipio.
No fue noticia, tampoco, que el 27 de agosto, en la parte rural del municipio, los campesinos bloquearan una vía en la vereda Panamá para manifestarse dentro del paro agrario. La mayoría de los campesinos del municipio, que cultivan arveja y fresa, y son productores de leche, padecen como otros miles de campesinos en el país por los altos precios de los insumos agrícolas, la semilla certificada y los abusos de los intermediarios para poder comercializar los alimentos que producen. Además, la población campesina del municipio está siendo sacada de sus tierras por la expansión de los proyectos de vivienda de interés social. Los campesinos lograron ese día la instalación de una mesa de diálogo con el alcalde en la que abordarán temas como: condiciones dignas para el trabajo de los agricultores, centros de acopio, mejoras a las vías de acceso a la zona rural y comercialización de los alimentos.
Tampoco se dio a conocer que los pequeños transportadores suspendieron sus actividades entre el 26 y el 29 de agosto por el alto costo de los combustibles, las deudas por multas de tránsito, la piratería –rutas ilegales– y por las obras de Transmilenio que los están afectando, dado que un bus se demora más de dos horas para salir o entrar al municipio. Con el paro, los transportadores lograron que el alcalde Juan Carlos Nemocón, el Ministerio de Transporte y la Secretaria de Movilidad de Cundinamarca se comprometieran a conformar una mesa para trabajar con las diferentes entidades que tienen que ver con el tema, aunque espacios de diálogo como éste se han conformado con ellos en cada protesta que organizan y, hasta el momento, no se ha cumplido ninguno de los acuerdos firmados.
Abrir fuego contra la protesta
La jornada de protesta terminó con el ingreso de 450 militares al municipio y con el decreto de toque de queda durante tres días. Hasta la fecha, a pesar de los esfuerzos de las organizaciones defensoras de derechos humanos, no ha sido posible precisar el número exacto de personas detenidas y heridas en medio de las protestas: la Policía reporta que aproximadamente fueron 50 los capturados, la mayoría menores de edad, y, según el reporte del Centro Regulador de Urgencias y Emergencias, resultaron heridas 41 personas, de las cuales 30 fueron remetidas al Hospital Cardiovascular y 11 al Hospital Mario Gaitán Yanguas, además de tres policías heridos de bala en confusos hechos, según reportó el Ministerio de Defensa.
Después de ocho días de las protestas, las denuncias de las personas heridas y detenidas arbitrariamente aumentan. Como lo atestigua Diego*, estudiante y líder de la comuna primera de Compartir Soacha. El 29 de agosto del presente año, cuando se dirigía a su lugar de trabajo, quedó en medio de los enfrentamientos y, mientras huía de los gases lacrimógenos, fue acorralado por varios policías en motos. Uno de los uniformados se bajó del vehículo y lo golpeó brutalmente en el oído izquierdo, haciendo que el joven perdiera el sentido. A pesar de estar incosciente, fue esposado y brutalmente golpeado por los uniformados en su cabeza, costillas y piernas, antes de ser trasladado a la estación de Policía de Compartir Soacha,donde permanece detenido mientras un juez define su situación. Otro caso es el de Ángel Duván Ortiz Rodríguez, quien también ha recibido golpes y tratos crueles después de su captura. Ambos jóvenes serán judializados por obstrucción en vía pública y agresión a servidor público, a pesar de las múltiples irregularidades en sus capturas y en los procesos judiciales.
Por otro lado, no se ha aclarado la muerte del joven Geiner Armando Mendieta, quien murió en hechos confusos cuando se presentaban los enfrentamientos entre el Esmad y los manifestantes en el barrio San Mateo de Soacha. De la misma manera, poco han avanzado las investigaciones en torno a los homicidios en Bogotá de Jhonny Velasco, de 18 años y quien fue asesinado en las protestas de suba, y de Cristian Delgado, de 24 años y quien murió en Engativá. Respecto a estos dos últimos, el director del Instituto Nacional de Medicina Legal, Carlos Eduardo Valdés, reveló que “en ambos casos, los resultados de las necropsias fueron que la muerte sobrevino como resultado directo del paso de proyectil de arma de fuego de baja velocidad a nivel de cráneo”. Además, dijo que “en las dos ocasiones la trayectoria fue de adelante hacia atrás […] El análisis mostraba que los impactos fueron a larga distancia”.
La batalla de Soacha del pasado 29 de agosto se concentró en los barrios excluidos de esta ciudad vecina de Bogotá, donde el sentimiento de inconformidad alimentado durante años por diversas problemáticas sociales, económicas y culturales, sumadas a una permanente frustración de una población que recibe de las autoridades pocas soluciones concretas y una constante repuesta represiva, trajo consigo una fuerte explosión social que sólo se agravó con la acción indiscriminada del Esmad y el Ejército, llevando a miles de jóvenes a enfrentarse a pedradas con la expresión más visible de un Estado que mantiene los altos niveles de exclusión característicos del municipio.
A las calles salieron jóvenes inconformes, gentes pobres y vecinos que respodían a las agresiones de la Fuerza Pública, no vándalos.
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buen articulo,