Por: Paul Bacarés – noviembre 6 de 2013
Conocí a Óscar Javier Molina, líder social y funcionario de la Secretaría de Integración Social, el mismo día del foro sobre la solución del problema de las drogas ilícitas en el marco del proceso de paz que se discute en La Habana y que se realizó en Bogotá. Nos saludamos en la calle 9 con carrera 15, donde funciona un Centro de Atención Médica a Drogodependientes (Camad), lugar que funciona como un hospital ambulatorio que ofrece servicios de salud, higiene oral, primeros auxilios y urgencias a las personas que viven en la calle. Diagonal a ese bus blanco están el Bronx y La Ele, lugares de Bogotá que podrían ser dignos del Infierno de Dante. Óscar fue asesinado por sicarios que llegaron a su casa y le dispararon tres tiros en la cabeza el domingo 29 de septiembre.
Lo conocí mientras caminaba por los alrededores del Bronx. Ese día me encontraba entrevistando a algunos niños que deambulan como zombis para un reporte sobre los menores que viven adormecidos por el bazuco y el pegante en la calle. Visité albergues de paso para consumidores y por último me acerqué al Camad. Allí charlé con Óscar, que de entrada me dijo que la zona estaba muy caliente, situación que contrasta con la presencia de varios militares que custodian la jefatura de Reclutamiento y de policías que se apostan en las entradas de la olla. En las narices de los uniformados se ve el movimiento de la compra, venta y distribución de drogas.
Cinco minutos con Óscar y entendí qué significa y para qué sirven los Camad. Óscar, quien fue mediador entre la ‘Ciudad de Nadie’ y el Distrito, me dijo que por primera vez había un trato digno para resolver problemas de salud de los habitantes de calle, pero que había muchos problemas por resolver. Tal vez, éstos tengan que ver con ‘don Saúl’, un sayayín del Bronx, o él sepa algo.
En medio de una entrevista informal con Óscar, apareció la camioneta GMC de color gris y vidrios polarizados que aparece en el video. Óscar salió inmediatamente. “Ya vengo”, dijo. Otro funcionario de la alcaldía que estaba allí dijo “llegó don Saúl”, y a la pregunta de quién es él, me respondió “es un sayayín”, es decir, una especie de soldado en el Bronx. Es quien controla el mercado de la droga, la seguridad, los sicarios, la venta de armas y principal protagonista de las historias sobre La Ele respecto a desapariciones y hasta la fuma de los huesos que quedan de las víctimas mortales del Bronx.
El sábado antes de la muerte de Óscar, varios hombres lo amenazaron cuando él desarrollaba sus labores sociales en el Bronx. Le lanzaron huevos y materia fecal. Esta sería posiblemente la advertencia de un destino fatal que se produciría horas más tarde. A las 11:30 de la noche, en el barrio La Aurora, al sur de la ciudad, sicarios entraron a su casa y le propinaron tres disparos en la cabeza, dejándolo sin vida.
A la Administración Distrital de Bogotá, a la Policía Nacional y a la Fiscalía General de la Nación les diría que sería bueno preguntarle al conductor de la camioneta gris, a ‘don Saúl’, si sabe qué pasó con Óscar.
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