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Por: Cuichig – febrero 2 de 2009

Viajar a la ciudad de San Juan de Pasto resulta algo emocionante, pues se puede visitar una parte de Colombia poco conocida por la mayoría de nosotros y de la cual sólo se habla en los medios cuando se trata de desastres naturales, actos delincuenciales, acciones armadas y, más recientemente, por los levantamientos de la población por lo ocurrido con las pirámides.

Aunque el viaje por tierra casi desde cualquier parte del país resulta bastante largo, por la ubicación de la ciudad en el suroccidente de Colombia, es una dicha poder apreciar las transformaciones que el paisaje va sufriendo en este  recorrido por la geografía colombiana: la hermosura de las montañas, ríos y valles.

Además, lo más interesante del viaje es poder apreciar los contrastes entre las diferentes regiones por las que es necesario pasar para conseguir llegar a este destino: algunas, con un gran desarrollo vial, industrial y agrícola; otras, con altos índices de miseria y atraso en la economía, poniendo al descubierto una nación desarticulada y con un desarrollo desigual, como resultado del proceso histórico de desenvolvimiento del país.

La ruta que escogí para llegar en esta ocasión es la Pana, como se la conoce en Pasto. También es posible llegar a esta ciudad desde el norte, por la antigua carretera que cruza por el municipio de Buesaco o por el sur oriente dede Putumayo,  pero las vías están en pésimas condiciones en algunos tramos. Al viajar por la Panamericana, el paso por el municipio de Chachagüí anuncia la cercanía al fin del viaje y, más adelante, en el Alto de Daza se puede avizorar a Urcunina, nombre con el que era conocido el volcán Galeras por los Quillacingas –primeros habitantes del Hactun Llacta (Valle de las tristezas), después Valle de Atures y posteriormente de Atriz, sitio donde los españoles fundaron a San Juan de Pasto–.

La Ciudad Sorpresa se abrió ante mis ojos después de que el bus pasó una curva y llegó al sitio conocido como Chapultepec. Por la entrada norte de la ciudad recorrí la Pana  y pasé por algunos de los barrios más lujosos de Pasto, como Morasurco y Mariluz, además del centro comercial Valle de Atriz. Después, en el recorrido hacia el sur, fui por Caracha, Agualongo, el Estadio  Libertad, La Lunas y el Mercado del Potrerillo, para llegar finalmente al Terminal.

De allí fui a buscar hospedaje y a todos los amigos, seres queridos y compañeros que hace rato no veía. “¿Qué haces? ¿cómo vas? ¿cuándo llegaste? ¿vas a estar en carnavales?”, fueron algunas de las preguntas que me hicieron.

Luego del encuentro y la acogida, con una hospitalidad que conmueve y no tiene fin, pude decir que llegué a Pasto el dos de enero. Desgraciadamente, no pude antes: quise haber presenciado el Día del Agua, celebrado el día de los Santos Inocentes (28 de diciembre),  y en el que este año no cerraron los hidrantes, como acostumbra la Alcaldía para evitar el desperdicio de agua. Parece que este año querían permitir que los pastusos se mojaran unos a otros, disfrutaran y se desahogaran: después de semejante crisis era entendible.

Como es costumbre en algunas poblaciones del Perú y hasta en el Cauca, se baña con agua a todo aquel o aquella que esta en la calle ese día, parece ser que para ‘lavar los pecados’ que puedan tener.

Tampoco pude estar el 31 de diciembre, el día de los ‘años viejos’ en Pasto, cuando desfila por la ciudad el testamento de todo lo no grato que el año dejó y debe quemarse. Este desfile de años viejos tiene un alto contenido político desde hace varias décadas en Nariño: este año los protagonistas fueron Álvaro Uribe Vélez, por su pantomima y robo con relación a las pirámides DRFE y DMG, y, por supuesto, la Policía Nacional, que aprovechó su uniforme para tomar por la fuerza los dineros de las captadoras de dinero en Pasto y otras ciudades del país. Este desfile fue una denuncia, desde el inconformismo de distintos sectores de la población, de este asalto a los sueños y expectativas de muchos: a pesar de que el lavado de dinero era evidente en estas captadoras, la gente humilde en Nariño empeñó hasta lo que no tenía para invertir en un sistema que le dejaba utilidades hasta del 300% y que no se robaba su dinero de la misma forma que lo hace ‘legalmente’ el sistema financiero con sus bancos.

En medio de su desesperación, miles de personas humildes depositaron sus ahorros y esperanzas en las pirámides, producto de una economía débil que, en Pasto, escasamente se centra en el comercio, el turismo y los restaurantes. Allí, el desarrollo industrial es muy escaso y casi no se genera empleo: puedo decir que entre el 80 y el 90% de los profesionales quedan desempleados en esta ciudad cada año. Esto sin mencionar la vida de los más humildes: de las señoras del mercado, de los dueños de los coches de caballo, de los coteros, de los pequeños comerciantes, de las lavanderas, de las madres comunitarias, de los taxistas, de los campesinos y, en general, del ciudadano de a pie, que sobrevive arañando y rebuscándosela como sea, hasta vendiendo los envases vacíos de la ‘carioca’ –la espuma de los carnavales– o recogiendo los granos de arveja, fríjol o maíz que botan los camiones en las bodegas del barrio La Lunas, ya sea para comer o venderlos.

El 2 de enero salieron a las calles los niños al carnavalito, con cientos de motivos alusivos al carnaval. Éste es un trabajo que resulta del esfuerzo conjunto de profesores y estudiantes de los colegios y que abre la posibilidad de transmitir las costumbres de las fiestas a las futuras generaciones. Por la noche asistí al Concierto de la Juventud que se realiza hace algunos años, donde principalmente participan bandas de rock locales, entre las que se destacan Mama Kunt y La Bámbara Banda entre otras, con un invitado de otra ciudad que este año fueron los Aterciopelados, quienes tuvieron una excelente presentación. Desgraciadamente, ésta fue empañada por la desorganización, que hizo que las bandas nariñenses no iniciaran desde el medio día, como estaba previsto, sino que empezaran ya avanzada la tarde impidiendo desarrollar un buen espectáculo, al punto que hasta la misma Andrea Echeverry denunció esto.

Es lamentable que Corpocarnaval,  organización encargada del desarrollo del Carnaval de Negros y Blancos, tenga una estructura raquítica, con sueldos miserables para el equipo de trabajo de este evento. Organizar el carnaval demanda gran esfuerzo, pero hay más interés en pagar a RCN y Caracol, por la difusión en televisión, y por hospedar modelitos y presentadoras en el Hotel Agualongo, con todos los gastos pagos por Corpocarnaval, que en crear un equipo de trabajo bien remunerado, estable y que proyecte en el tiempo un proceso que propenda por el mejoramiento de las debilidades logísticas del carnaval y el desarrollo democrático de las tradiciones andinas en Nariño.

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