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Por: Johanna Cassaleth Bravo – marzo 25 de 2009

Las mujeres son parte esencial de la sociedad y el 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, como tributo a todas ellas y, especialmente, a las que luchan día a día por transformar este mundo de caos.

La historia de este día se remonta a 1857, cuando una multitud de mujeres trabajadoras, cansadas del maltrato laboral que recibían diariamente, decidieron marchar por las calles de Nueva York. Medio siglo después, 40.000 obreras se declaran en huelga por la misma situación de años atrás. La celebración se hace oficial en 1910, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas. La iniciativa la tomó Clara Zetkin, líder del Movimiento Alemán de Mujeres Socialistas y, desde ese momento, se aprobó celebrar el Día Internacional de la Mujer.

Hoy, las mujeres siguen luchando por igualdad de condiciones. Entre 2007 y 2008 hubo 67.000 puestos laborales menos para las mujeres y 185.000 más para los hombres. Además, el 62% de la colombianas están dedicadas a labores del hogar. Aunque, por otro lado, son muchas las mujeres que sostienen a los suyos, convirtiéndose en madres cabezas de familia.

Cada día de 2008, cuarenta mujeres fueron maltratadas física o sicológicamente, de las cuales sólo dos fueron capaces de denunciar. El miedo a agravar las agresiones, la dependencia emocional, el temor a terminar muertas o la preocupación por la suerte de los hijos son varios de los motivos que reducen las denuncias y aumentan la desigualdad. Esto sin contar con los contínuos abusos sexuales, tan comentados en casos escandalosos y tan poco enfrentados por el aparato estatal cuando la mayoría de los responsables son parte de la familia de las víctimas o de su círculo social. A la sociedad colombina la sigue guiando la idea de que las mujeres son las sumisas y los hombres son el ente dominante.

Colombia vive un conflicto armado que va dejando como resultado el desplazamiento forzado de 4,2 millones de personas: dos tercios de esta población son mujeres y niñas. Muchas de ellas huyen de los lugares de origen porque sus esposos, hermanos o hijos son asesinados, amenazados o reclutados; otras, para evitar que ellas mismas o sus hijas sean abusadas o explotadas sexualmente por los poderes locales que se benefician de su desplazamiento. Al llegar a las ciudades, estas mujeres se ven enfrentadas al desempleo y a la intolerancia de los colombianos.

Sin embargo, también están esas mujeres que se levantan todos los días para trabajar, para apoyar a sus familias, para estudiar, para participar del rumbo de su comunidad o para luchar por un país diferente. Para todas ellas, las mujeres y los hombres celebramos este día: son la luz que guía al mundo y su labor es esencial para las esperanzas de todo un pueblo.

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