Por: Isabel Cristina Zuleta – marzo 12 de 2014
No bastan las experiencias nefastas que han ocasionado los estrangulamientos de los ríos de Colombia, un nuevo embate a la vida se celebra hoy con bombos y platillos: ¡la desviación del Río Cauca para la construcción de Hidroituango! Esta nueva desviación la celebran los promotores del proyecto como un hito de la ingeniería, y en efecto lo es, pero a la injusticia ambiental y social que desde el Estado se orquesta y que permite que en Colombia los afectados resulten siendo señalados y culpados de la desgracia que les impone el “desarrollo”.
Aún están frescos en los recuerdos, las imágenes de la gran mortandad de peces provocada por el desvío del río Sogamogoso durante el inicio de la construcción de Hidrosogamoso, o de los graves impactos del desvío del Magdalena para la construcción de El Quimbo. Asumir el desvío del río Cauca como una hazaña no evidencia más que el afán de dominio de la naturaleza, una competencia o una revancha contra quien nos ha brindado todo en la vida.
¡No le pegue a la lonchera que se queda sin comida!, dice el refrán, no sigamos golpeando o permitiendo que destruyan a quien ofrece todo. En caso contrario, nos quedaremos sin oxígeno, sin tierra, sin agua, sin comida, sólo nos quedarán las enfermedades, el caos social, el hambre, el desarraigo. O será que esperamos que las Emprsas Públicas de Medellín (EPM) suministren a todas las personas en el futuro el agua, el oxígeno y alimentación necesaria para sobrevivir o, ¿pensará en vendernos estos servicios?
Balsas tradicionales; bateas y otras herramientas para el barequeo; trovas y versos; mitos del río; todos reflejos del ingenio de los pueblos y las generaciones que han habitado el Río Cauca, junto con los bellos paisajes labrados por el río en su tránsito milenario y que conforman la vista del hermoso cañón, se ven amenazadas irreversiblemente con la desviación del río para dar paso al muro de Hidroituango.
Es sorprendente que, a pesar de la grave crisis de nuestra civilización y del descalabro ambiental que enfrenta el planeta, sectores empresariales y consecutivos gobiernos sigan intentando, en búsqueda ególatra y desesperada, conquistar la Naturaleza, apropiarse de territorios que son de todos, imponer marcas registradas a la vida y colocar precios a la dignidad y a los derechos.
Da la sensación de que estos seres humanos están anclados en la triste historia de exterminio que inició hace más de 500 años, pues con la excusa de llevar “desarrollo” a las regiones, al igual que los invasores de antaño, llegan imponiendo sus ideas, sus proyectos, sin siquiera hacer el esfuerzo de entender la vida que allí se ha recreado por años.
Cínicamente también se ufanan por la construcción de estos proyectos, cada vez más grandes, más costosos y más “rentables” para unos pocos.
Pero el río y la cultura cañonera no están solos. Con el tiempo, diversos colectivos que conforman el movimiento Ríos Vivos, han buscado alternativas para que Hidroituango no ahogue los sueños y formas de vida de quienes habitan en este mágico lugar. Así, han surgido diversas manifestaciones y propuestas de personas del territorio quienes se han encargado de develar el dolor de su desarraigo.
Sin embargo, no se les permitió a las organizaciones, a los mineros tradicionales, ni a dolientes del río, acercarse al Cauca en el día en que importantes personalidades destaparon la dinamita de la alegría. La completa militarización del Cañón se vio acompañada de la presencia del Escuadrón Móvil Anti Disturbios (Esmad) en las entradas al Río Cauca. Los tradicionales habitantes del cañón del Cauca lloraron de dolor al ver por televisión como era desviado su río.
Un absoluto control existe en las riveras del Cauca, símbolo otrora de libertad, hoy los trabajadores de la obra portan manillas de distintos colores que indican en que sector pueden estar y en cual no. Los despojados en ninguno.
La sociedad colombiana, el empresariado y los medios masivos de comunicación impulsan hoy la destrucción los ríos y aguas del país, destruyendo bosques nativos, ecosistemas estratégicos para distintas especies incluida la humana, provocando desplazamiento forzado de especies y comunidades enteras, antes, durante y después de la construcción de represas.
Con la desviación del Río Cauca se consuma el Etnocidio de la Cultura Cañonera, primero devastada por la violencia paramilitar servil a Hidroituango, y ahora por la muerte del Río.
Las represas serán energía en firme para las multinacionales mineras, energía para el despilfarro del consumismo, energía para el desastre social y ambiental, para los miles de desplazados ambientales que inundan hoy las ciudades, energía para la injusticia y la impunidad.
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