Por: Amaury E. del Valle – julio 1 de 2009
La decisión de Microsoft de bloquear para los cubanos el sistema de conversación Messenger es apenas una vuelta de tuerca más en el bloqueo tecnológico de Estados Unidos contra la Isla. La reciente decisión del todopoderoso consorcio tecnológico Microsoft de suspender su servicio de conversación on line Messenger para países como Cuba, Irán, Corea del Norte, Siria o Sudán ha levantado una polémica internacional.
Según un comunicado emitido por el gigante del software, el bloqueo a su servicio de mensajería instantánea MSN Messenger para Cuba y otros países “enemigos” de Estados Unidos obedece a su obligación de someterse a la legislación estadounidense. Microsoft señaló que, al igual que muchas otras compañías, está “limitada en cuanto a los productos y servicios que puede ofrecer a aquellas personas de países sometidos a embargo, en cumplimiento de la legislación”. La información emitida por la compañía agregaba que tomó la medida para “cumplir con su obligación de no hacer negocios con mercados en la lista de sanciones de EEUU”.
A su vez, de cara a los usuarios que intentaban conectarse al servicio después de varios días de recibir un supuesto “error 810003c1”, de origen desconocido, éstos se encontraron con un mensaje que informaba que el gigante “ha cortado Windows Live Messenger IM para los usuarios de países embargados por EEUU y no ofrecerá más servicio en tu país”.
Lo más paradójico es que la medida se toma precisamente por una empresa como Microsoft que, al lanzar hace una década el servicio de Messenger, propagó a los cuatro vientos que éste se dedicaría a fomentar el intercambio ‘libre’ entre las personas, sin distinción de raza, credo, creencias políticas o cualquier otro elemento discriminatorio.
La reciente medida de Microsoft es apenas un capítulo más en el largo bloqueo tecnológico a Cuba, que comenzó apenas unos meses después del triunfo de la Revolución en enero de 1959.
Vieja estrategia
El misterio del Windows Live Messenger recientemente bloqueado, aunque no lo parezca, tiene una antigüedad de 50 años, desde que comenzó a instrumentarse el enmarañado laberinto legal que forman las leyes y regulaciones tejidas para bloquear a Cuba.
Un elemento importante es que muchas de estas aplicaciones informáticas conllevan la descarga e instalación por parte del usuario de un software, o programa, para disfrutar de las bondades que proporciona la utilidad. Eso significa, traducido al lenguaje del bloqueo norteamericano, que se estaría haciendo una transferencia de tecnología a un ‘enemigo’ de Estados Unidos y la regulación involucra, incluso, a quienes pretenden descargarlo y ‘transferirlo’ posteriormente a un cubano, convirtiendo el tema en extraterritorial y, por ende, en una aberración jurídica internacional.
En el caso del Messenger, cuando éste requiere la instalación de la aplicación en el ordenador del usuario, violaría las regulaciones del bloqueo. No sucede así con el correo gratuito Hotmail, que está totalmente en la red y que, por ende, no requiere ‘descarga’ alguna.
Pero, ¿por qué Microsoft toma esta medida precisamente ahora? Ni siquiera los portavoces de la compañía han dado una respuesta
eficaz a ello, pese a que el Messenger está activo desde 1999 y, por tanto, desde su inicio hasta la pasada semana estuvo ‘violando’ el bloqueo.
O se trata de un regalo de cumpleaños que quisieron hacerse por el décimo aniversario, o simplemente estamos en presencia de una nueva vuelta de tuerca al cerco contra Cuba, propugnada por los sectores más reaccionarios de la política y la economía norteamericanas.
Tecnología prohibida
Sean éstas o no las razones de Microsoft para endurecer repentinamente las “condiciones de uso” del Messenger, cuando las desconoció durante tanto tiempo, lo cierto es que la corporación, que radica en Redmon (Virginia), no está sola en aquello de negarle tecnología de avanzada a Cuba.
En una violación cruda y real, las sucesivas administraciones de la Casa Blanca, desde la década de los años 60 del pasado siglo, han impedido la importación directa de computadoras producidas por los mayores fabricantes mundiales de estos dispositivos, como Intel, Hewlett Packard, IBM o Macintosh. Para obtener una de éstas, el país debe pagar hasta un 30% más de su valor real, al no poder ser adquirida directamente en el mayor mercado, Estados Unidos.
El mismo sistema operativo Windows, instalado en la gran mayoría de las computadoras personales del mundo, no puede ser usado libremente por los cubanos, con la excepción de los que puedan obtener una aislada copia ilegal, ya que Microsoft no puede suministrarlo. Eso implica, además de una violación innecesaria pero obligada por las circunstancias de las leyes de protección de derecho de autor, que los cubanos estén más expuestos que nadie a los ataques cibernéticos que aprovechan vulnerabilidades de Windows, ya que los “parches de seguridad” que proporciona la empresa tampoco pueden descargarse.
La lista de programas bloqueados se engorda con algunos tan famosos como Microsoft Office, Adobe Photoshop, ACD See, Internet Explorer, Write Express, Borland o softwares de seguridad como Norton Antivirus, Panda Antivirus, Macfee o AVP, entre otros.
Quizá el ejemplo más evidente en este sentido sea el megabuscador Google, el más usado de Internet, mediante el cual diariamente se realizan más 20 millones de consultas. Servicios accesorios que ofrece este buscador, como Google Earth, Google Desktop Search, Google Code o Google Toolbar, tampoco están disponibles para los cubanos, quienes por culpa del bloqueo no pueden ver mapas satelitales mundiales, poseer herramientas avanzadas para encontrar información almacenada en la computadora, diseñar estructuras en tercera dimensión, hacer publicidad en línea o, con Google Code Search, buscar código Open Source o libre a través de Internet.
Ni humanidad ni razones
Todo lo dicho hasta aquí supone, además, un daño adicional para Cuba en materia tecnológica, ya que, de usar algunas de estas aplicaciones sin la debida licencia comercial, cualquier creación informática de la isla estaría expuesta a demanda de las empresas involucradas o a la cacería feroz que ejerce la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros (OFAC), encargada de husmear cualquier resquicio que pueda tener el cerco contra Cuba.
Así, los programas, multimedias y hasta equipos producidos por la Isla deben cuidarse mucho de usar software propietario y hasta componentes que tengan origen norteamericano o de alguna empresa subsidiaria de una transnacional de Estados Unidos.
Esta limitación adicional al desarrollo tecnológico se complementa con el bloqueo a empresas que intentan hacer comercio electrónico con la Mayor de las Antillas, lo cual ha llegado a involucrar a la misma Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), un organismo que forma parte del sistema de la ONU. La UIT ya tuvo que suspender, en 2004, de manera indefinida un proyecto de fomento del comercio electrónico, que permitiría a los productores de la zona oriental de Cuba vender sus bienes y servicios a través de Internet, especialmente a los países del Caribe, por la imposibilidad de adquirir la tecnología de certificados digitales necesaria para estas transacciones virtuales.
Estudios realizados indican que si no existiera el bloqueo, con una participación de sólo el 0,1% en el mercado del comercio electrónico de Estados Unidos, la isla pudiera ingresar más de 500 millones de dólares al año, lo cual sería apenas una minúscula
parte de los más de 93.000 millones de dólares que ha perdido Cuba en los más de 40 años de bloqueo.
Ni siquiera razones tan humanitarias o elementales como el mantenimiento de la salud parecen taladrar los muros del bloqueo, como lo evidenció en 2003 el hecho de que el Departamento de Comercio le negara a USA/Cuba-Infomed una licencia para enviar 423 computadoras a hospitales y policlínicos, pues “sería perjudicial a los intereses de política exterior de Estados Unidos”.
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