Campo Rubiales fue explotado por Pacific Rubiales Energy luego de la violencia paramilitar que involucra a Victor Carranza - Foto: Andrés Gómez
Todo indica que ha llegado la hora del réquiem por Ecopetrol, empresa que en medio de la crisis que vive el sector se va quedando con el pecado y sin el género.
Campo Rubiales fue explotado por Pacific Rubiales Energy luego de la violencia paramilitar que involucra a Victor Carranza - Foto: Andrés Gómez
Campo Rubiales fue explotado por Pacific Rubiales Energy después de la violencia paramilitar que involucra a Victor Carranza y luego reversado a Ecopetrol cuando el pozo empezó a declinar su productividad – Foto: Andrés Gómez

Luis Humberto Hernández – febrero 27 de 2016

Todo indica que ha llegado la hora del réquiem por Ecopetrol, empresa que en medio de la crisis que vive el sector se va quedando con el pecado y sin el género, pues le asiste el abandono de sus dolientes: los accionistas, los medios de comunicación y hasta la academia, todos se refieren a la situación del sector pero no a la suerte de la empresa.

También existe el abandono de sus mismos trabajadores, preocupados más por sus intereses particulares, e, incluso, por parte de la insurgencia, otrora una de sus dolientes, dedicada ahora a su reinserción. Las andas de Ecopetrol tienen el color, la densidad y el precio de su producto de exportación, los crudos extrapesados y no convencionales.


Del boom especulativo al bang trágico

El auge de las cifras del sector petrolero de la década corrida entre 2005 y 2015, como lo señala Amylkar Acosta, exministro de Minas, corresponde con un boom, no con una bonanza. Durante ese periodo no se llevó a cabo el descubrimiento de un campo como Caño Limón (1983) o Cusiana (1991), que sostuvieron las bonanzas de entonces. Un boom realmente literario, producto de la especulación financiera, no de la economía real exploratoria y productiva, a la cual le apostó Álvaro Uribe Vélez con la reforma que implementó en el sector a través del Decreto 1760 de 2003.

La reforma tuvo como columna vertebral la transformación de la estatal Ecopetrol en una sociedad de economía mixta de carácter comercial, abierta a accionistas y transable en el mercado de valores de Nueva York bajo la tutela de la compañía financiera estadounidense JP Morgan Chase, afín a la ExxonMobil Corporation e involucrada en la crisis financiera norteamericana del 2008 que llevó a la valoración del dólar, el auge de la fracturación hidráulica (fracking) en Norteamérica y la baja en los precios de los commodities, entre ellos el petróleo.

Es evidente que la producción petrolera que acompañó el boom –alcanzando el millón de barriles en 2013– no fue producto del éxito exploratorio de los contratos de evaluación técnica y de exploración y producción impulsados por la reforma, pues hoy sólo tenemos reservas para unos seis años y sus aportes son un limitado 15% de la producción total. En otras palabras, el 85% de la producción que sostenía el boom era producto de los contratos de asociación vigentes entonces, acompañados del alza de precios a nivel internacional que alcanzaban los USD 104 en 2012.

Vale considerar que a la situación de crisis que presenta el sector se suman los fracasos de las políticas impulsadas por el gobierno de la ‘seguridad democrática’ en otros aspectos como la salud, la educación, la corrupción, la inseguridad urbana, la guerra, el narcotráfico y las Bacrim.

Un bang trágico para las finanzas del Estado, para los accionistas, para los altos funcionarios que se lucraron con los altos salarios y que optan, en el mejor de los casos, por el abandono de la empresa como lo hizo su anterior presidente, Javier Genaro Gutiérrez, y, en el peor, por el suicidio, como conducta propia de los altos funcionarios de las corporaciones en las crisis. Dramático, igualmente, para los departamentos, los municipios y demás organismos dependientes de las regalías menguadas, que sentirán los efectos de esta situación a partir de 2017, en plena boga del posconflicto.

Una situación producto de un modelo económico sustentado en el extractivismo de los recursos naturales y avalado por el actual presidente, Juan Manuel Santos, desde cuando fue ministro de Comercio Exterior (1991-1993) durante el gobierno liberal de César Gaviria, líder de la apertura económica, y, posteriormente, ministro de Hacienda y Crédito Público (2000-2002) durante el gobierno del conservador Andrés Pastrana.


El pasado ni perdona ni olvida

Pero la peor librada en la debacle es Ecopetrol, hoy en cuidados intensivos y en vía de extinción. Su situación es congénita a su misma fundación, obrando en consecuencia con el principio según la cual las cosas se deshacen como se hacen. Esto, por cuanto Ecopetrol fue una empresa constituida y mantenida con base en las reversiones de las concesiones y asociaciones, y con limitada capacidad exploratoria y productiva, debido a los intereses privados y corporativos enquistados en el Estado y en la dirección de la empresa que siempre se han opuesto a su fortalecimiento.

Como es sabido, Ecopetrol se originó en la reversión de la concesión Mares constituida en 1951 y se erige como empresa con base en los activos de la Tropical Oil Company. Ecopetrol nació como una empresa de carácter estatal fundada en contra de los poderes económicos y políticos del país de entonces, que se oponían a la reversión de la concesión de Mares y eran proclives a su prórroga a favor de la Tropical.

Sin embargo, la actitud de los poderes económicos y políticos se mantuvo. A lo largo de los 64 años de historia de la estatal, las reversiones fueron producto de la lucha de los trabajadores y pobladores en donde estaban enclavadas: Casabe, Cantagallo, Tibú, Cicuco, Orito, Ortega, Palagua, San Francisco, Castilla, Suria y Chichimene, zonas que generan en la actualidad el 90% de la producción directa de la empresa. Mientras tanto, dichos poderes forzaron prórrogas lesivas para el sector, como el contrato de asociación de Chuchupa Ballenas en 2004 a favor de la Chevron por parte del presidente Álvaro Uribe que, en su momento, denunciara el senador Hugo Serrano.

Cabe señalar que la mencionada reforma de 2003 habilita la producción hasta el agotamiento de los yacimientos y la prórroga de los contratos de exploración y producción a favor de la empresas, y que, en su defecto, de darse reversiones, pasan a la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), que reemplazó a Ecopetrol en esa función. Paradójicamente, y gracias a la crisis, el gobierno de Juan Manuel Santos termina aceptando la reversión del contrato de asociación de Campo Rubiales a Ecopetrol en julio de 2016, que apuntaba a su prórroga a favor de Pacific Rubiales Energy.

Por el acabose de las reversiones, fundamental para la supervivencia de Ecopetrol por la difícil situación financiera por la que atraviesa, viene acompañada de una deuda creciente de $26 billones por los fracasos en sus aventuras de inversión extranjera en México, Perú y África, y por el desaguisado en la ampliación de la Refinería de Cartagena (Reficar) –con sobrecostos por USD 4.023 millones–, que resultan difíciles de pagar con la producción esperada.

Por esto es que Ecopetrol está a las puertas de su réquiem. Definitivamente, es incapaz de sobrevivir por cuenta propia, ya que a lo largo de su historia sólo ha descubierto los modestos campos de Lizama y Llanito. Un réquiem acompañado con cantos de corrupción con sabor a sobornos, como los efectuados por PetroTiger a funcionarios de la petrolera a cambio de evadir su vigilancia, lo único que, al parecer, le quedó de haber copiado el modelo de Petrobras cuando Uribe llevó a cabo su reestructuración.


El fin de Ecopetrol: un éxito del neoliberalismo

Patético nos resulta considerar que los dolientes de la empresa sean sus propios sepultureros, explicable sólo en nuestro mundo macondiano, es decir, que quienes le están dando el Q.E.P.D., en cabeza de su presidente Juan Carlos Echeverry, son de la misma clase que nunca la dejaron en paz para que se constituyera en una empresa industrial y comercial de la Nación, ahí sí, como Petrobras, con talante y músculo transnacional.

De esa manera, cierran con éxito el propósito neoliberal del sector y de la economía del país al privatizar a Isagen y a la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB), quedando la política petrolera y del país agenciada directamente por las empresas privadas nacionales o extranjeras, y administrada por cipayos locales. Hacia ese propósito apuntan las propuestas que desde el Ministerio de Minas y la ANH se vienen ventilando para hacerle frente a la crisis, concentrando su atención en los estímulos privatizadores para la producción por fracturación hidráulica.

El destino manifiesto para la privatización definitiva de Ecopetrol lo señala el alcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, quien con el objetivo de privatizar ETB ha señalado que “no es que tengamos propiamente una empresa sino que tenemos un dinero, con el cual se podrían hacer colegios, vías, se podrían hacer parques o podemos comprar unas acciones en una empresa de teléfonos’’. En ese sin igual propósito neoliberal, muy seguramente, los restos estatales de Ecopetrol serán privatizados para pagar los gastos de su defunción y si algo queda, se nos dirá, irá para las víctimas del conflicto. De esa manera, quedaremos todos contentos al quitarnos un muerto de encima, no propiamente víctima del conflicto.

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* Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional. Miembro del Grupo de Investigación sobre Seguridad y Defensa, y del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz.

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