Por: Sara Wiederkehr González – octubre 17 de 2011
Las movilizaciones ciudadanas que se han venido dando en diferentes lugares del mundo tuvieron su punto álgido en la cita mundial del pasado domingo 15 de octubre. En más de 80 ciudades del hemisferio occidental la gente acudió masivamente a la cita de indignación del 15-O, con exigencias propias de cada país y con otras que cruzan fornteras y han permitido que este movimiento luche en distintos países contra los recortes a la salud y la educación, las privatizaciones y la corrupción de la élite política, exigiendo a su vez condiciones laborales y creación de puestos de trabajo, así como una “democracia real”.
Lo que estalló en el Estado español el 15 de mayo, en la plaza de la Puerta del Sol de Madrid, se propagó por gran parte del mundo occidental. Ya antes en Islandia se había reunido la ciudadanía para negarse de común acuerdo a pagar de sus bolsillos la crisis financiera; de la primavera árabe, a principios de año, llegaron los ánimos a los pueblos del Mediterráneo –primero fue Grecia, desde donde saldría la llama encendida hacia España, Italia y Portugal– y ahora avanzan hacia el continente americano, donde se desarrolla el otoño gringo y se quiere calentar el otoño mexicano.
Siguiendo el lema de Hessel, “Indignaos”, jóvenes, adultos, adultas, ancianos y ancianas se tomaron las plazas principales, armaron su casa en la calle y empezaron a construir redes de comunicación y acción nuevas, mientras afianzaban otras estrategias ya conocidas y usadas antes: parar desahucios, cancelar las cuentas de las entidades financieras culpables de la crisis, boicotear firmas de ropa de moda, pagar entre todos las multas de detención de los manifestantes, ocupar edificios para que quienes habían perdido su vivienda a cuenta de la hipoteca tuvieran donde pasar la noche dignamente.
Las nuevas tecnologías han permitido que la organización de las acciones y manifestaciones sea rápida y la respuesta a las convocatorias masiva, bajo el sentimiento generalizado de indignación por el devenir de la situación política, social y económica, con una bandera anticapitalista, de solidaridad y antisistema: “No somos antisistema – el sistema es anti nosotros”, es una de las consignas que se pueden leer en las plazas. A pesar de que la consigna del movimiento sea no pertenecer a ningún partido político y se haya hecho incapié en que “[los gobiernos] no nos representan”, muchos políticos han recogido sus banderas para meterlas en sus programas electorales, aunque el ágora siguió siendo del pueblo, desligado de cualquier otro color que no fuera el propio.
Puede parecer que todo surgió cuando las condiciones objetivas estaban dadas para que, desde abajo, se empezara a abrir una grieta, juntándose las gentes en las plazas de sus ciudades y creyendo que las cosas se pueden cambiar si el pueblo se levanta y dice: ‘ya basta, no aguantamos más’. En la manifestación del domingo 15 de octubre en Barcelona se podía leer en varios carteles: “no somos ni de izquierdas ni de derechas, somos los de abajo que vamos por los de arriba”.
De la indignación a la acción
La crisis por la que está atravesando el sistema capitalista y que afecta a las entidades financieras –que recurren a los Estados para ser ‘salvadas’– ha golpeado a ciegas a las personas. En España, las cifras de desempleo se mantienen altas, llegando a un 42% entre los jóvenes; todos los días se leen noticias de bancos que, con el apoyo de la Policía, dejan en la calle a familias enteras que no pueden seguir pagando la hipoteca de la casa y pierden así su hogar y el dinero que ya le han entregado a las entidades; los recortes aplicados al sistema de salud ha dejado a mucho personal de medicina sin trabajo y a gran cantidad de enfermos sin la atención necesaria; e, igualmente, se resiente el sector educativo, que se encuentra peleando desde hace meses por condiciones dignas.
El 15 de octubre, más de 400.000 personas asistieron a la cita en Plaza Catalunya de Barcelona. Gentes de todas las edades marcharon desde allí hasta el Arc de Triomf durante más de 3 horas, sin incidentes a comentar con la Policía. Frente a la tienda Zara de passeig de Gràcia se hizo un performance denunciando las condiciones ínfimas en las que los trabajadores y las trabajadoras cosen y arman las prendas que después clientes de todo el mundo portan con total orgullo como si fueran de lujo, sin tener en cuenta las cifras de trabajo infantil que hay detrás o los salarios miserables. Se logró cerrar la tienda y las clientas tuvieron que salir por vía alterna.
Al llegar al punto final de la manifestación, los participantes se dividieron en tres grupos para continuar con el trabajo que se ha venido adelantando desde el 15 de mayo: educación, sanidad y vivienda.
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