Manifestacion ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en rechazo al asesinato de Berta Cáceres - Foto: Daniel Cima (CIDH).
A Berta Cáceres la encontré en los pasillos de la Escuela Nacional Florestan Fernandes, en Brasil. Ella no me conocía, en cambio yo sí la conocí muy bien.
Manifestacion ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en rechazo al asesinato de Berta Cáceres - Foto: Daniel Cima (CIDH).
Manifestacion ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en rechazo al asesinato de Berta Cáceres – Foto: Daniel Cima (CIDH).

Por: Geidy Díaz Crespo – abril 11 de 2016

A Berta Cáceres la encontré en los pasillos de la Escuela Nacional Florestan Fernandes, en Brasil, luego en el Centro Martin Luther King y por último, en noviembre pasado, en el encuentro hemisférico por la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en La Habana. Ella no me conocía, en cambio yo sí la conocí muy bien.

La primera vez la vi en un encuentro de Paradigmas Emancipatorios y, aunque alguien estuviera entretenido con la mariposa que pasó por el cristal, su voz –micrófono en mano– levantaba las cabezas del salón y ponía los cerebros a capacidad máxima cuando aquel canto de mujer gallarda decía en su primera oración: “Soy Berta Cáceres y vengo del Copinh Honduras, en una lucha sin tregua por la dignidad del pueblo lenca”.

Como todo ponente, tenía el tiempo limitado para presentar su experiencia, pero la gente estaba entusiasmada por seguir oyéndola. Era testimonio vivo, convicción e insulina para avivar las mariposas que revolotean en los sueños de los revolucionarios. En los pasillos, la gente la abordaba y tenía tiempo para todos y yo, desde lejos, trataba de escuchar lo que contaba, interpelando aquella realidad con la nuestra y pasando sus sentencias por el filtro de cómo lo podemos hacer nosotros, con nuestra gente, en nuestra red.

Muchas fotos han circulado por estos días de Berta Cáceres por Internet, yo la recuerdo con chanclas playeras bajando la escalera del Centro Martin Luther King, carcajeada en la mesa a la hora del almuerzo haciendo cuentos jocosos de no sé qué. No podía oír tanto.

Era la mujer robusta que se tragaba el dolor con una risa estridente, la mujer bella que sabía lucir los aretes sin retoques y que golpeaba el hombro de los hermanos de lucha con la fuerza de los guerreros. Era la mujer de los cuatro hijos y ningún día de reposo, era la líder de los lencas, la luchadora de Honduras, la latinoamericana del ALBA y de las broncas con los opresores en cualquier rincón del planeta.

Me dejó con las ansias de ‘una próxima vez frente a Berta Cáceres’. Muchas preguntas para ella se quedaron en mi agenda: organización del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), resistencias, pérdidas, sentidos de luchas, horizontes políticos. Las dejo en reposo pero no las engaveto: cuando acabe este corto viaje ella estará en el lugar de los rebeldes y los eternos esperándolas para responderme.
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* Educadora popular Cuba.

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