Por: Carlos Alberto Crespo Carrillo – octubre 27 de 2016
Aunque la administración de la ciudad de Bogotá estaba obligada por la Corte Constitucional y el Consejo de Estado a devolver el control de la Plaza de Santamaría a los taurinos y a pesar de que esa decisión dejó en manos del Congreso el tema de la regulación o de la abolición de la tauromaquia, también debe decirse que las sugerencias realizadas a inicio de año desde el colectivo ciudadano Equipo Bogotá Por Los Animales y la organización Resistencia Natural, como parte de la Red Internacional Antitauromaquia, para hacer frente a la contingencia del posible regreso de las corridas a la capital no fueron tomadas en cuenta por el Distrito.
La alcaldía solo se ha manifestado de palabra y con publicidad contraria a las corridas de toros, pero, en los hechos, simplemente ha apoyado que nos vayamos por el callejón sin salida de una ley reformista: es bien sabido por el movimiento animalista colombiano que el Congreso es tradicionalmente un escenario renuente a tratar el tema de las corridas de toros. Así, el proyecto de ley radicado el pasado 20 de octubre por el senador Carlos Fernando Galán, con apoyo del alcalde Peñalosa, abre la puerta para las mal llamadas ‘corridas incruentas’.
Desde que nos enteramos de que el plan del alcalde de Bogotá era apoyar un proyecto de ley sobre el tema de los toros, nos pusimos a disposición del mismo y solicitamos que nuestra experticia y camino recorrido en la elaboración de proyectos de ley de este tipo fueran tomados en cuenta, pues, paralelamente al trabajo que realizamos en la construcción de la Ley 1774 de 2016, se inició la formulación de un proyecto de ley que impidiera la realización de corridas de toros en el país con unos matices lo suficientemente certeros para que tuviera posibilidades de tránsito en las comisiones y plenarias del Congreso.
Sin embargo, las peticiones de inclusión no rindieron frutos y se comenzó a hablar en los medios de comunicación de los apartes que parecía que iba a contener el proyecto y que iban en camino a lo que se conoce como ‘corridas incruentas’. Algunos medios lo refirieron como corridas al estilo portugués.
De esta manera, como representante en Colombia de la Red Internacional Antitauromaquia, construí un documento que fue radicado el 16 de septiembre y entregado tanto al senador Galán como al representante a la Cámara Nicolás Echeverry, quien también estaba formulando un supuesto proyecto de ley ‘incruento’. Este documento se acompañó con documentación científica, veterinaria y etológica que demuestra que no existen las corridas incruentas, así como de copias del documental “Taking the face: The portuguese bullfighting” de los directores Juliusz Kossakowski y Matthew Bishop, que controvierte el imaginario popular de que las corridas portuguesas no involucran maleficencia a los animales. Finalmente, se ofreció a los legisladores asesoría y acompañamiento del movimiento local, nacional e internacional. Hasta la fecha, no se ha recibido comunicación alguna de estos congresistas, ni siquiera para confirmar la recepción del material entregado.
A altas horas de la noche del 19 de octubre y por canales no oficiales la alcaldía nos invitó a acompañar la presentación del proyecto al siguiente día en el Congreso. ¿Cómo apoyar un proyecto de ley del cual no conocíamos ni los más mínimos contenidos, a pesar de haberlo solicitado, y en cuya formulación no hemos sido incluidos?
Adicionalmente, el 24 de octubre llegó a los correos electrónicos de algunas organizaciones animalistas una invitación del Instituto Distrital de la Particiación y Acción Comunal (Idpac) para participar en una reunión el 27 de octubre para la creación de estrategias de apoyo al proyecto de ley que busca eliminar el maltrato animal en las corridas de toros. Nuevamente, nos surge el cuestionamiento: ¿por qué no tuvieron en cuenta al movimiento animalista para la elaboración del proyecto de ley y ahora sí pretenden que participemos en la defensa de algo que no consideramos correcto en el camino de la abolición de la tauromaquia y para los intereses de los toros? El diálogo abierto y la construcción colectiva entre el sector animalista, el Congreso y el Distrito debieron darse desde el inicio.
¿Qué es lo problemático de este proyecto de ley?
Inicialmente, hay que decir que este proyecto de ley no implica abolir la tauromaquia sino regularla, ponderando el deber de protección animal y la protección de la cultura y haciendo un reconocimiento con el que se valida la tauromaquia como arte, claro, el arte de torturar y asesinar a un animal en público. Lo anterior, a pesar de que las sentencias de las altas cortes dieron vía libre al Congreso para abrir la posibilidad de prohibir las corridas de toros y derogar leyes inmorales como el Reglamento Nacional Taurino (Ley 916 de 2004). Asimismo, da una muy mala sensación leer que quedaron fuera del articulado las peleas de gallos, las corralejas y el coleo, manteniendo el déficit de protección animal que se supone se busca equilibrar.
El siguiente punto es positivo, pero tiene implicaciones que es necesario analizar: el proyecto devuelve a la administración de los municipios con tradición taurina la potestad de hacer cabildos para decidir si quieren seguir o no con las corridas. En el pasado, y ante la falta de garantías en el Congreso para que un proyecto de ley para abolir las corridas de toros pasara, impulsamos una consulta antitaurina por Bogotá sin toreo que fue dejada sin piso por el Concejo de Estado en un fallo sin sentido. Con el presente proyecto de ley se devuelven las facultades de la participación popular a los municipios, pero muchos tenemos desconfianza en estos mecanismos por ser fácilmente manipulables por los sectores más retardatarios del país, como ocurrió con el reciente plebiscito de refrendación de los acuerdos de paz de La Habana.
Y, viene lo sustancial, el proyecto de ley busca eliminar de la Ley 916 de 2004 todos aquellos artículos que refieren los instrumentos y las torturas que se realizan a los toros en la lidia. Son derogadas las disposiciones que tienen que ver con las banderillas, los rejones, las puyas, los estoques, el corte de apéndices del animal, el descabello, así como ciertas definiciones y procedimientos. Con esto, se plantea la realización de la corrida sin que se den los tercios de varas, banderillas y muerte, manteniendo intacta la lidia del animal y su posterior muerte en los corrales.
Aplaudimos iniciativas legislativas que propendan por los derechos de los animales. Sin embargo, consideramos que al implementar lo que se conoce erróneamente como ‘corridas incruentas’ se parte de la idea de que el sufrimiento de los animales solo radica en el uso de elementos corto punzantes para hacerles daño o darles muerte, cuando sus padecimiento tienen que ver con muchos más elementos, como lo han demostrado los estudios científicos de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (Avatma), en particular su “Informe técnico veterinario sobre los espectáculos taurinos con vacas y vaquillas”, y trabajos como “La crueldad de las corridas incruentas” del etólogo Jordi Casamitjana.
Es por lo anterior que nos es imposible acompañar o apoyar el mencionado proyecto de ley, pero esto no quiere decir que nos quedemos de brazos cruzados. Lo que es seguro es que desde el movimiento de protección animal seguiremos trabajando para que la abolición de la tauromaquia sea una realidad, así como toda forma de esclavitud animal. Más aún, sabiendo que en estos tiempos de diálogos de paz no puede seguirse haciendo la guerra a los animales, quienes han sido víctimas no solo del conflicto sino del especismo, del cual la tauromaquia es solo un ejemplo.
El camino hacia la abolición de la tauromaquia necesita ser menos ‘políticamente correcto’. Los taurinos han demostrado su talante incumpliendo la Sentencia C666 de 2010 al hacer corridas ilegales. Ante la arbitrariedad inmoral y especista de la norma, necesitamos desobediencia institucional y civil, haciendo gala de la libertad de conciencia planteada en el Artículo 18 de la Constitución Política de Colombia.
El anuncio del regreso de las corridas de toros a Bogotá no puede ser visto más que como un obstáculo a la inevitable realidad patente de la próxima desaparición de la tauromaquia, no solo en Colombia sino en los pocos países donde aún se da esa práctica aberrante.
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* Vocero en Colombia de la Red Internacional Antitauromaquia, integrante de Equipo Bogotá por los Animales, representante de Resistencia Natural (REN).
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Permitir que la tortura continué es olvidar que los animales son seres sintientes y que por ese motivo tienen derechos e intereses, uno de esos derechos el derecho a no ser obligado a sentir dolor. Permitir que la tauromaquia se institucionalice bajo una ley que la defienda es perpetuar el paradigma antroprocentrista que le permite al hombre disponer de los animales como objetos para su beneficio.