Combatientes kurdos enfrentan la invasión turca en la ciudad siria de Qamishlo. Foto: Kurdishstruggle.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, ha ordenado la invasión militar del cantón de Efrîn, ubicado en el noroeste de Siria, un territorio liberado por los kurdos de las Unidades de Protección Popular (YPG/YPJ), luego de duros enfrentamientos contra el Estado Islámico.
Combatientes kurdos enfrentan la invasión turca en la ciudad siria de Qamishlo. Foto: Kurdishstruggle.
Combatientes kurdos enfrentan la invasión turca en la ciudad siria de Qamishlo. Foto: Kurdishstruggle.

Por: Leandro Albani – febrero 12 de 2018

Desde hace varios meses, el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan viene anunciando lo que por estos días es una realidad: la invasión militar del cantón de Efrîn, ubicado en el noroeste de Siria, un territorio liberado por los kurdos de las Unidades de Protección Popular (YPG/YPJ), luego de duros enfrentamientos contra el Estado Islámico.

Efrîn, que forma parte del Kurdistán sirio (Rojava), es una región rica en agricultura, con un desarrollo económico mayor que el cantón de Kobanê y que, con el paso del tiempo, se convirtió en el refugio de miles de desplazados, tanto kurdos como árabes, expulsados de sus territorios por la guerra interna que atraviesa el país desde hace seis años. Además, Efrîn es parte fundamental de la Federación Democrática del Norte de Siria (FDNS), creada hace tres años por los pueblos de esa región, luego de liberarla de los grupos terroristas, y junto a Kobanê y Qamishlo son las ciudades más importantes en el proyecto de confederalismo democrático impulsado por el movimiento kurdo de liberación en Siria.

En Efrîn también se pueden observar, de forma clara y contundente, las luchas internas y externas que se generaron cuando, en 2012, estallaron las protestas contra el gobierno sirio y su posterior devenir, la aparición del Estado Islámico, las intervenciones militares de Rusia, Siria e Irán, y un panorama desgarrador donde los muertos civiles superan el medio millón.

 

Volver al Imperio Otomano

La decisión del gobierno turco de invadir Efrîn, bajo la operación ‘Rama de Olivo’, se venía gestando hace tiempo. Para Erdoğan y sus aliados políticos, la experiencia de la FDNS es una gran traba en su proyecto de convertir a Turquía en un nuevo Imperio Otomano y, al mismo tiempo, un peligro para el Estado turco, que ve con creciente preocupación el proceso de liberación del pueblo kurdo. Desde el inicio de la Revolución de Rojava, en 2012, Erdoğan apuntó toda su artillería con el objetivo de destruir la experiencia política y social de los kurdos de Siria. Para el mandatario, el impulso del movimiento kurdo en Siria es un espaldarazo para los más de veinte millones de kurdos que habitan el sureste de Turquía.

Erol Polat, miembro del Congreso Nacional del Kurdistán (KNK, por sus siglas originales), explica que “el Estado turco está en contra de la existencia de los kurdos, en cualquier lado, como también contra otros pueblos y religiones. Así nació el actual sistema que rige en Turquía”. A su vez, puntualiza que Turquía y otros estados de la región rechazan el confederalismo democrático, sistema político y social aplicado en el norte de Siria e impulsado por el movimiento kurdo de liberación. “El Estado turco ataca en nombre de todas las naciones que están en contra de este sistema. Esos Estados saben que el confederalismo democrático es la única solución para los pueblos de Medio Oriente”, asegura Polat.

Por su parte, el antropólogo kurdo Mehmet Dogan señala que la invasión a Efrîn responde a una estrategia del gobierno turco que lleva mucho tiempo, porque es “parte de su proyecto de recuperación de territorios de la época del Imperio Otomano”. A esto, según Dogan, se debe sumar que:

[Erdoğan arguye que] la frontera no es segura, que los kurdos controlan la zona y avanzan hacia su independencia […] son solamente argumentos falsos para legitimar su intervención. Al mismo tiempo, Erdoğan está utilizando el conflicto entre Rusia y Estados Unidos para ocupar Efrîn.

La frontera de la que habla Dogan son 900 kilómetros impuestos hace un siglo, cuando Francia y Gran Bretaña acordaron la división de Medio Oriente y al pueblo kurdo se le negó un Estado, quedando fragmentado entre Turquía, Siria, Iraq e Irán. Esa frontera todavía es, aunque en mucha menor medida que hace dos años, el camino que utiliza Turquía para traficar armamento que llega a manos de los grupos terroristas que operan en Siria. También es un espacio de disputa permanente, ya que los pueblos del norte de Siria buscan la unificación de toda la FDNS, pero Turquía lo impide ocupando las zonas de Yarábulus y Al Bab. A este panorama hay que sumar que las tropas turcas ingresaron, con el beneplácito de Estados Unidos y Rusia, hasta Idlib, territorio ubicado al sur de Rojava. La negociación para que el Ejército turco llegara hasta esa zona tuvo como resolución pública el combate contra el terrorismo, pero el movimiento kurdo ha denunciado que el objetivo real era rodear Efrîn para una futura invasión. Como último punto, el gobierno turco aseguró que, luego de tomar Efrîn, el siguiente paso es trasladarse a Manbij, otra ciudad que estaba en manos del Estados Islámico y fue liberada por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS).

Otra razón que encuentra Polat para la actual invasión es que:

El gobierno turco tiene muchos problemas internos y, con el ataque a Efrîn, quiere mejorar su posición. El gobierno sabe que la mayoría del pueblo turco es nacionalista y no le gustan los kurdos. Con el ataque a Efrîn, la mayoría de los turcos apoyan al gobierno. Desde nacionalistas hasta algunos socialistas, como los empresarios o sindicatos, todos declararon que apoyaban a su ejército.

 

El pragmatismo de Moscú, Washington y Damasco

Mientras los bombardeos llueven sobre Efrîn, hasta ahora costándole la vida a más de 20 civiles, el territorio kurdo de Siria –pero también el país en su conjunto– es un tablero donde Rusia y Estados Unidos se disputan de forma descarnada el control y el poder. Para estas dos naciones, la ‘cuestión kurda’ ha tomado relevancia no porque ambas potencias intenten que los kurdos alcancen su liberación sino porque la porción de territorio que controlan en Siria, estimada en un 35%, definirá la puja entre las dos potencias con respecto a buena parte de Medio Oriente.

Las FDS, conformadas por las YPG/YPJ y diferentes milicias árabes, mantienen un acuerdo táctico con Estados Unidos, como lo definen los propios kurdos. Hasta el momento, la Casa Blanca envía armamento a las FDS y, de una manera tibia, negocia con Turquía para que detenga el avance sobre el territorio. Cuando comenzaron los bombardeos sobre Efrîn, el gobierno de Donald Trump se limitó a pedir ‘moderación’ a Erdoğan. La portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, declaró que la administración Trump urgía “a Turquía a ejercer contención y garantizar que sus operaciones militares sean de alcance y duración limitados, y escrupulosas para evitar víctimas entre civiles”.

Aunque en el último tiempo las divergencias entre Washington y Ankara parecen acrecentarse, la importancia de Turquía en Medio Oriente no es ajena a Estados Unidos. Al ser el segundo ejército más poderoso dentro de la OTAN, Turquía quiere forzar a la Casa Blanca para que bloquee su apoyo a las FDS. El gobierno de Erdoğan también tiene en claro que para Estados Unidos las fuerzas de autodefensa kurdas asentadas en el sureste de Turquía son simples ‘terroristas’, opinión compartida por Ankara. La alianza entre Turquía y Estados Unidos se basa, como mínimo, en dos cuestiones: con diferentes ‘estilos’ y modalidades, ambas administraciones quieren que, de una vez por todas, Bashar al-Ásad sea derrocado y tienen al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) como blanco a destruir. Es bueno recordar que desde su conformación, las YPG/YPJ nunca realizaron un ataque fuera de la región que controlan.

Por su parte, Rusia, que mantiene presencia militar en Efrîn y controla su espacio aéreo, encabezó durante los últimos meses las negociaciones diplomáticas con Turquía, Irán y Siria para que los kurdos participen las reuniones en Astaná, Ginebra o Sochi, con las que se busca encontrar una solución política a la profunda crisis siria.

Una semana antes de los bombardeos turcos, el comandante general de YPG, Sipan Hemo, viajó a Moscú, donde se reunió con las autoridades de ese país. Desde Rusia, Hemo afirmó que el gobierno de Vladimir Putin “considera a los kurdos como parte fundamental de Siria y que no ve ninguna razón para una crisis o problemas debido a la participación kurda” en las negociaciones de paz. El comandante de las YPG también advirtió que “Turquía está intentando sabotear” la participación kurda en las negociaciones y señaló que durante 2018 la guerra en Siria continuará más allá de los diálogos entre las partes.

Turquía y Rusia mantienen relaciones comerciales y militares profundas, y la alianza entre ambas naciones sobrevivió, debido a sus intereses compartidos, pese a posturas diferentes con respecto a Siria.

Con la invasión turca en pleno desarrollo, Sipan Hemo fue categórico en aseverar que Rusia “traicionó” a las fuerzas del norte de Siria. En declaraciones a la agencia ANF, el comandante de las YPG explicó que:

Durante dos años, las fuerzas rusas han estado en Efrîn y han afirmado que resolverán ciertos problemas trabajando junto con los kurdos. Constantemente dijeron que una solución sin los kurdos no es posible […] Tuvimos ciertos arreglos con Rusia, pero Rusia de repente ignoró estos acuerdos y nos traicionó. Nos han vendido claramente […] Con las YPG/YPJ y las FDS, una nueva historia está siendo escrita en la lucha de nuestra gente. Llegará un día en que Rusia se disculpará con los kurdos por esta falta de principios.

Según Erol Polat:

[Rusia y Estados Unidos son] dos actores en Medio Oriente que tampoco quieren que los kurdos planteen el confederalismo democrático, porque va en contra de sus sistemas. Estas dos potencias y Europa tienen sus inversiones en Turquía y no las quieren perder, por eso dejan hacer al gobierno de Erdoğan, al mismo tiempo que quieren controlar a los kurdos […] Los kurdos tienen que buscar trabajar con estas dos fuerzas porque así se puede resolver la crisis en Medio Oriente.

Por su parte, Mehmet Dogan no comparte la postura de una ‘alianza táctica’ con Washington:

Como vemos en la intervención de Turquía contra Efrîn, Estados Unidos dijo que [los turcos] tenían razón, que tenían que avanzar rápido y no mucho más. La única solución es encontrar un acuerdo con el gobierno de Siria sin contar con las potencias extranjeras.

Si bien el gobierno de al-Ásad rechazó la invasión turca, hasta ahora no intervino de forma concreta para detener los ataques. Aunque los kurdos y la administración siria mantienen algunos acuerdos territoriales, las diferencias de posturas por momentos parecen irreconciliables.

Dogan no ve probable que el gobierno de al-Ásad intervenga en Efrîn para detener a Turquía y agrega que:

Cuando los turcos entraron en Yarábulus, el gobierno sirio cometió un error estratégico […] Pero Siria puede aprovechar esta situación para atacar Idlib. Si Siria ataca Efrîn o utiliza sus Fuerzas Armadas en Efrîn o en alguna zona kurda de Rojava, creo que un acuerdo entre los kurdos y Bashar al-Ásad sería importante […] Podemos vivir unas negociaciones entre Siria y los kurdos, y que lleguen a un acuerdo. Creo que esa sería la solución en beneficio de todos los pueblos de Siria. Sin un acuerdo con el gobierno sirio, los kurdos solos van a seguir estando como un elemento entre potencias mundiales.

Según Polat:

El Estado sirio da un mensaje y dice que va a apoyar a los kurdos, pero el gobierno de al-Ássad tampoco quiere que los kurdos desarrollen un sistema propio. Después de la derrota del Estado Islámico, el gobierno está más fuerte que antes, entonces, dice que los kurdos no pueden vivir sin el control del Estado sirio.

Por estos días, en las cuatro regiones de Kurdistán, pero también en América Latina, Europa y Estados Unidos, las movilizaciones en contra de los bombardeos a Efrîn se multiplican. Desde el movimiento kurdo de liberación la respuesta a los ataques es la resistencia, no sólo desde el plano militar, en el caso del norte de Siria, sino también sostener la continuidad de un proyecto político y económico novedoso, en el cual las mujeres son el sujeto revolucionario y de cambio social, las comunas la principal forma de organización y las cooperativas el motor que lentamente comienza a funcionar en medio de una guerra que parece no tener fin.

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Publicado originalmente en El Furgón.

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