Por: Juan Carlos Jaime Fajardo – abril 1 de 2018
Se afirma, por parte de algunos sectores políticos, que el llamado ‘castrochavismo’ es diferente a la democracia y al modelo económico vigentes en Colombia, cosa que es cierta, por lo que dizque tenemos que temerle. De ahí que se agite este tema en momentos coyunturales, como este periodos electoral. En esencia, quienes advierten esto aseguran que, supuestamente, las ideas básicas del modelo cubano y las del llamado Socialismo del siglo XXI están tomándose nuestro país, lo que según ellos sería el desastre.
Para hablar de esto, empecemos por hablar de un tema que no se toca en la retórica de quienes se inventaron el término del ‘castrochavismo’: los feminicidios. En Cuba, según reportes de prensa, los casos son aislados, a pesar de que las cifras oficiales afirman que no existen. En Venezuela, el Observatorio para la Igualdad de Género de la CEPAL reporta que en 2016 se dieron 104 asesinatos de mujeres. En Colombia, según Medicina Legal, para el mismo año, 731 fueron asesinadas. Si bien esta sola situación expresa la necesidad de cambios en la sociedad, las cifras anteriores muestran un mayor impacto de esta problemática en nuestro país.
De otra parte, vale decir que cada niño que nace en Colombia lo hace con una deuda aproximada de siete millones de pesos a la banca internacional y que no tiene asegurada la vivienda, la educación ni la salud, aspectos vitales para la dignidad humana, realidades que me generan indignación.
En cuanto a la deuda externa colombiana, según el Banco de la República, en agosto de 2017 era de USD 124.000 millones, lo que equivale en promedio a USD 2.300 por persona, lo cual se incrementa con la devaluación del peso respecto al dólar. Por ello, la cuarta parte del presupuesto nacional en el año 2017 fue para el servicio de la deuda. Cuando en Cuba se dio la revolución en 1959, uno de sus logros fue el no pago de la deuda existente con la banca internacional. Si no tuviésemos deuda externa, la política social se incrementaría en beneficio de la mayoría del pueblo, pero, como la tenemos, se nos aplican constantes reformas tributarias donde se le mete la mano al bolsillo a los trabajadores y sectores populares, por medio del monotributo y del incremento del IVA, mientras las multinacionales y grandes empresas colombianas reciben más y más exoneraciones.
En cuanto a la vivienda, muchos colombianos mueren sin alcanzar a tener una casa propia o a pagar la última cuota crediticia. En 2015, según el DANE, más del 50% de familias del país no eran propietarias de vivienda, llegando a casos como el del Valle del Cauca, donde se alcanza un 66% de desposeídos. Asimismo, el 25% de los hogares colombianos, es decir 3,3 millones, se encuentra en viviendas deterioradas o en hacinamiento. Sin duda, esta situación se ha visto agravada con los constantes desalojos por parte de los bancos a quienes no logran seguir pagando sus deudas. En el caso cubano, la vivienda está garantizada para el total de sus ciudadanos sin tener que hipotecarse con los bancos hasta la muerte.
En cuanto a la educación, en Colombia se ha configurado una pirámide de exclusión permanente, a tal punto que casi 300.000 colombianos son analfabetas. Según el Ministerio de Educación, para 2015 el 52% de los bachilleres del país no ingresaron a la universidad y más de la mitad de quienes lo lograron tuvieron que hacerlo en universidades privadas, muchos de ellos a través de créditos. Según FECODE, 1,5 millones de niños y jóvenes en 2017 estaban por fuera del sistema educativo básico. Sin embargo, en Cuba toda la educación es gratuita y de buena calidad, siendo uno de los pocos países totalmente libres de analfabetismo en el mundo.
De igual manera, la salud es un tema que debiera interesarnos. En Colombia, además de los llamados ‘paseos de la muerte’, son permanentes los escándalos de corrupción en casi todas las Entidades Promotoras de Salud (EPS), además del mal servicio y la falta de acceso real para los pacientes. Así las cosas, el sistema de salud ha dejado una cantidad de muertos comparable a la del conflicto armado. En Cuba, la salud no solo es un derecho sino que tiene una perspectiva integral y se ha centrado en el desarrollo científico para ofrecer tratamientos de punta, mientras en el caso de Venezuela la Misión Barrio Adentro llevó beneficios valiosos en salud a la población de los sectores mas vulnerados.
Se cuestiona con frecuencia la libertad de expresión en dichos países, situación sobre la que se debe reflexionar y que merece una decidida crítica. Pero, sin duda, la situación no es comparable con la colombiana, donde además de haberse vivido el exterminio de partidos políticos de oposición y movimientos políticos, como la Unión Patriótica, A Luchar y el Frente Popular, también se ha escalado el vergonzoso primer lugar en materia de asesinatos de líderes sociales en el mundo: cada cuatro días es asesinado un sindicalista y cada tres un defensor de derechos humanos. Según la Defensoría del Pueblo, durante los últimos dos años 282 líderes sociales han sido víctimas de homicidio. Esto, sin tener en cuenta los altísimos niveles de personas amenazadas y presos políticos. Entonces, es un engaño cacarear que en Colombia sí se respeta la libertad de expresión.
Se argumenta que en Venezuela no hay ni papel higiénico, pero en un bloqueo económico a nuestro país la situación sería peor, pues casi toda la comida se trae del extranjero. No fabricamos ni un teléfono celular, a pesar de contar con todas las materias primas. Incluso, casi toda la ropa que usamos es elaborada en China. Mientras tanto, queda la pregunta de por qué los ‘sanandresitos’ del país están llenos de productos venezolanos, como toallas higiénicas, pañales, leche en polvo, etc, al mismo tiempo que en la Hermana República estos productos escasean.
Por otra parte, es evidente la llegada de ciudadanos venezolanos a nuestro país. Según datos de Migración Colombia, aproximadamente 100.000 han llegado en los últimos meses, alcanzando a un total de 900.000 en los últimos 20 años. Sin embargo, según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, actualmente viven allí 5,6 millones de Colombianos en ese país, es decir, seis veces más que los migrantes venezolanos. Tan solo entre 2012 y 2014 la migración de colombianos hacia Venezuela fue de aproximadamente 500.000.
Si bien existen dificultades y lecciones a aprender de los países a los cuales se señala de estar en la órbita del llamado ‘castrochavismo’, muchas de ellas relacionadas con los efectos de bloqueos económicos -declarados o no-, es evidente que sus gobiernos se han preocupado por mejorar las condiciones de sus pueblos.
A quienes debería asustar la transformación de nuestra sociedad es a aquellos que viven de explotar y negociar con nuestras necesidades, como los politiqueros, los banqueros y las multinacionales, quienes no deberían seguir definiendo el rumbo de Colombia. Los ciudadanos y la gente del pueblo no deberíamos temer en ningún momento a que otra Colombia sea posible, ya que quienes trabajamos y tenemos vulnerados nuestros derechos por quienes han gobernado nuestro país durante más de 200 años tenemos derecho, ganas y necesidad de vivir mejor, de vivir con dignidad.
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* Sociólogo, analista en políticas públicas y candidato a doctor en Educación.
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