La fuerza de choque de la Policía Militar ocupó la rectoría de la Universidad de Säo Paulo (Brasil) y retuvo arbitrariamente a los estudiantes que se manifestaban allí pacíficamente - Foto: María Mercedes Gamboa

La fuerza de choque de la Policía Militar ocupó la rectoría de la Universidad de Säo Paulo (Brasil) y retuvo arbitrariamente a los estudiantes que se manifestaban allí pacíficamente - Foto: María Mercedes Gamboa

Por: María Mercedes Gamboa – noviembre 14 de 2011

El ruido de los helicópteros y los gritos despertó, el pasado 8 de noviembre, a los estudiantes que viven en las residencias universitarias de la Universidad de São Paulo (USP), ubicadas al interior de la ciudad universitaria. El motivo del confuso despertar era la ‘retoma’ que realizaba la Policía Militar del edificio de la rectoría, lugar que estaba ocupado por estudiantes en protesta y que, de repente, afrontó un gigantesco operativo ambientado por un gran show mediático en torno a la probelmática de la universidad más importante de Brasil.

Militarizar para ‘proteger’

Con el argumento de mejorar la seguridad en el campus, donde ha aumentado la incidencia de atracos, robo de vehículos y otros delitos menores, la administración de la USP firmó, en septiembre pasado, un convenio con la Policía Militar que, en la práctica, se manifestó en una amplia acción de esta fuerza dentro de la universidad. El acuerdo fue muy criticado por diferentes sectores de la comunidad universitaria que juzgaron que sería lesivo para el libre pensamiento en la institución y explícitamente represivo. Algunos sectores de estudiantes y profesores mantuvieron el apoyo a la medida, en su mayoría angustiados por los recientes hechos de inseguridad.

El 27 de octubre pasado, la captura dentro del campus de tres estudiantes efectuada por la Policia Militar fue el detonante de las protestas de los opositores, que resultaron en la controvertida ocupación del edificio de la rectoría, que se mantuvo hasta la retoma por parte de los uniformados del 8 de noviembre.

La retoma

Aproximadamente 70 estudiantes mantenían la ocupación del edificio de la rectoría cuando, después de las 5:00 am, se inició una operación cinematográfica con aproximadamente 400 unidades de Policía, incluyendo cientos de efectivos de la tropa de choque y otras fuerzas que emplearon caballos, vehículos de todo tipo y por lo menos tres helicópteros para que la Policía Militar ingresara al predio ocupado y capturase sin resistencia, como era de esperarse, a los estudiantes que allí permanecían.

A los estudiantes que estaban en las cercanías del edificio de la rectoría, a los moradores de las residencias y a los universitarios madrugadores les fue impedido, mediante la fuerza, acercarse al foco de la operación: escudos, caballos, gases y golpes fueron repartidos entre quienes quisieron reaccionar o, al menos, aproximarse ael edificio.

Mientras tanto, los grandes medios de comunicación, todos llegados casi en simultánea con la Policía Militar, se servían de las imágenes que serían la portada de periódicos y noticieros, junto a las tomas del interior del edificio con muebles rotos y de siete bombas molotov supuestamente en poder de los estudiantes y que observadores que ingresaron antes al edificio nunca habían reportado.

Las reacciones

La difusión mediática fue extensa y de una parcialidad evidente, demostrada antes y después de la acción policial con titulares como “Los disturbios causados por los rebeldes sin causa de la USP” o “Después de todo el escándalo ellos pudieron probar por lo menos un castigo: el cansancio”. Además, fueron difundidas ampliamente las declaraciones del gobernador del Estado, cuya conclusión alrededor de estos acontecimientos fue que “los estudiantes necesitan tenr clases de democracia”. Un estudiante se preguntó si la USP tendría que pagar las horas cátedra a los 400 policías que estuvieron enseñando democracia ese día.

Con opiniones divididas, además de tomarse las reuniones y posteriormente las calles de São Paulo, los comentarios se tomaron las redes sociales. Desde el día de los hechos, se manifestó una censura generalizada a la violencia policial y también se manifestaron réplicas de la visión difundida por los medios monopólicos, centrada en criticar la toma de la rectoría y caracterizar a los estudiantes que protestan como un grupo de drogadictos que quieren solamente consumir sustancias psicoactivas dentro de la universidad. Cada día, la cantidad de información circulando y de personas opinando, con mayor o menor conocimiento, va en aumento: basta observar el cruce de mensajes y su evolución para percibir que la discusión trasciende de lo anecdótico y apunta a problemas más profundos.

Asambleas estudiantiles en los diferentes campus de la universidad han desarrollado extensas discusiones, consolidándose en la mayoría de ellas las exigencias de salida de la Policía Militar de las instalaciones y de retiro de los procesos en contra de estudiantes y trabajadores. Las movilizaciones, de diferente tipo, continúan.

Iniciativas anteriores, como la exigencia de democracia en la administración universitaria y de mayor inversión nacional en educación, pretenden ahora articularse a la discusión actual.

Las reflexiones

Estos hechos han despertado una discusión que va mas allá de la USP y de Brasil, y que genera varias reflexiones. Al hablar de la presencia de la Policía se ha despertado la necesidad de pensar en el papel que tiene la universidad en nuestros países, en lo que se parece y lo que se diferencia respecto a cualquier otro espacio de la ciudad, en lo que recibe y lo que ofrece para la sociedad, en lo que motiva su trabajo actual y en cuál debería ser su motivación legítima.

Aunque la información difundida por los grandes medios es escasa y fragmentada, los estudiantes que se movilizan en diferentes regiones y países encuentran pares en los lugares más diversos. El inconformismo creciente, el reconocimiento de problemas estructurales, las iniciativas de acción, la persecución mediática, la represión y muchos otros elementos se repiten en los escenarios de la educación en diferentes escalas.

En momentos donde la educación toma un papel central en la agenda social de América Latina, y las movilizaciones de los estudiantes consiguen los mayores niveles de participación y contundencia de varias décadas, existe esperanza en asumir todas esas discusiones y luchas. Hay que hacer que suenen más alto que los titulares de las revistas y que el estruendo de los helicópteros.

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