<strong>Por: Amy Goodman*</strong> La imagen era sorprendente: decenas de miles de monjes budistas, vestidos con sus mantos de color azafrán, marchando por las calles de Rangún (también conocida como Yangón) y protestando contra la dictadura militar de Birmania. Los monjes marcharon frente a la casa de la ganadora del Premio Nóbel, Aung San Suu Kyi, a la que se pudo ver llorando y rezando en silencio mientras éstos pasaban: no había sido vista en años.

Por: Amy Goodman – octubre 15 de 2007

La imagen era sorprendente: decenas de miles de monjes budistas, vestidos con sus mantos de color azafrán, marchando por las calles de Rangún –también conocida como Yangón– y protestando contra la dictadura militar de Birmania. Los monjes marcharon frente a la casa de la ganadora del Premio Nóbel, Aung San Suu Kyi, a la que se pudo ver llorando y rezando en silencio mientras éstos pasaban: no había sido vista en años.

Líder birmana democráticamente electa, Suu Kyi ha permanecido bajo arresto domiciliario desde 2003. Se la considera la Nelson Mandela de Birmania, la nación del sudeste asiático rebautizada como Myanmar por el régimen militar.

Tras casi dos semanas de protestas, los monjes han desaparecido. Los monasterios han sido vaciados. Un informe afirma que miles de monjes han sido encarcelados en el norte del país.

Nadie cree que éste sea el fin de las protestas, a las que se ha dado el nombre de “La Revolución Azafrán”. Tampoco creen en el recuento oficial de 10 muertos. Los videos, fotos y relatos orales de la violencia que se han filtrado a través de las líneas de telefonía móvil e Internet han sido ampliamente acalladas por la censura impuesta por el gobierno. Aún así, horribles imágenes de monjes y otros activistas asesinados y relatos de ejecuciones han conseguido llegar al público mundial. En el momento de escribir esta columna, varios relatos sin confirmar de prisioneros quemados vivos han sido publicados en sitios web de solidaridad con Birmania.

El gobierno de Bush está apareciendo en los titulares con sus duros mensajes dirigidos al régimen birmano. El presidente Bush declaró, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, que las sanciones aumentarán. La Primera Dama, Laura Bush, es quien ha hecho las declaraciones posiblemente más fuertes. Mientras contaba que tiene un primo que es activista en Birmania, Laura Bush declaró: “los actos deplorables de violencia perpetrada contra monjes budistas y manifestantes birmanos pacíficos deshonran al régimen militar”.

La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, dijo en la reunión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático: “Estados Unidos está decidido a dirigir la atención internacional hacia la farsa que está sucediendo”. Dirigir la atención internacional es esencial, pero eso no debería distraer nuestra atención de uno de los más poderosos partidarios de la junta militar, un partidario que se halla mucho más cerca de casa. Rice lo conoce bien: es Chevron.

Las reservas de gas natural de Birmania, que son controladas por el régimen birmano en sociedad con la multinacional petrolera estadounidense Chevron, la compañía francesa Total y una empresa petrolera tailandesa, son las que han mantenido viva a la junta militar. Las plataformas de gas natural de alta mar envían el gas extraído a Tailandia, a través del oleoducto birmano de Yadana. El oleoducto fue construido con mano de obra esclava, obligada a la servidumbre por el régimen militar birmano.

El socio original del oleoducto, Unocal, fue demandado por EarthRights International por usar mano de obra esclava. Tan pronto como la demanda fue solucionada fuera de los tribunales, Chevron compró Unocal.

El papel de Chevron a la hora de apoyar al brutal régimen de Birmania es evidente. Según Marco Simons, director legal estadounidense de EarthRights International: “las sanciones no han funcionado porque el gas es lo que mantiene vivo al régimen. Antes de que Yadana fuera puesto en funcionamiento, el régimen birmano tenía que hacer frente a serias limitaciones monetarias. Son en realidad Yadana y los proyectos gasíferos los que han mantenido al régimen militar a flote y le han permitido comprar armas y municiones y pagar a sus soldados”.

El gobierno de EE.UU. aplica sanciones contra Birmania desde 1997. Existe, sin embargo, un hueco legal, puesto que hay empresas que han podido esquivar las sanciones. La exención de Unocal de las sanciones que pesan sobre Birmania ha sido heredada por su nuevo dueño, Chevron.

Rice integró la junta directiva de Chevron durante una década. Incluso, un petrolero de Chevron fue bautizado en honor a ella. Mientras Rice integraba el directorio, Chevron fue demandado por su implicación en el asesinato de manifestantes no violentos en la región del delta del Níger en Nigeria. Al igual que los birmanos, los nigerianos han sufrido represión política y contaminación en los lugares en los que se extrae petróleo y gas, y, de igual forma, viven en la extrema pobreza. Las protestas en Birmania fueron desatadas, en realidad, por un aumento de los precios del combustible, impuesto por el gobierno.

Grupos de derechos humanos de todo el mundo han convocado a un día de acción global en solidaridad con el pueblo de Birmania el sábado 6 de octubre. Siguiendo a los valientes activistas y periodistas ciudadanos que envían noticias y fotos desde Birmania, los organizadores de las manifestaciones del 6 de octubre están usando Internet para organizar lo que posiblemente será la mayor manifestación de la historia en apoyo a Birmania. Entre las exigencias, se incluyen llamados a que las empresas dejen de realizar negocios con el brutal régimen militar birmano.
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Presentadora de Democracy Now! http://www.democracynow.org/

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