Por: Nuria Barbosa León* – noviembre 4 de 2007
El cubano hoy amanece inventándose el día, sortea las dificultades emanadas del bloqueo y busca su realización personal en los límites de la Isla donde el tiempo es algo más que una ola a la deriva.
Se le ve sonriente ante las tareas más difíciles, es solidario con su vecino, con su compañero de trabajo y con el extranjero que le visita, busca su felicidad en la escuela, en el centro de trabajo, en los grupos de amigos, en la reunión familiar y en las actividades sociales y masivas.
Es parte del pueblo, caracterizado por esa mezcla étnica donde es difícil seleccionar un patrón único ó un ideal de belleza: el mestizaje ha conformado una raza diferente donde se destaca la voluptuosidad en las expresiones y el movimiento, estirpe que soporta las carencias y con iniciativa para emprender proyectos salidos de la nada.
Como cubano se es capaz de reconocer las cualidades de quienes conviven en la Isla, y se elige en la masa a esa persona que tiene virtudes relevantes para que la sociedad no se detenga y crezca paso a paso, año tras año.
El delegado del Poder Popular, es el cubano elegido dentro de una masa de más de 500 electores, quien conforma la candidatura de la Asamblea Municipal y sus méritos laborales y sociales son los que avalan su elección.
No necesita de dinero para su campaña, no hace publicidad en pasquines y medios de comunicación para que se vote por él, no busca el ascenso a cargos del gobierno, no hace promesas demagógicas, ni discursos alentadores, tampoco reparte dinero ni consigue prebendas para los que voten por él.
Ese cubano, elegido en su circunscripción por los vecinos, es una persona capaz de subordinar los intereses personales a los colectivos, se verá asediado por los problemas de su comunidad y tendrá que dar respuesta ante sus electores porque ellos lo pueden revocar en cualquier momento.
Es un eslabón entre la base y los órganos de gobierno superiores, buscará alternativas materiales a la falta de recursos financieros, su iniciativa será el motor impulsor para desempeñar la tarea que le viene encima y sólo recibirá a cambio de su gestión y desvelos el agradecimiento humano de quienes lo eligieron.
El delegado es hombre o mujer; negro, blanco o mestizo; estudiante, obrero, campesino, intelectual, deportista o artista; joven o adulto; militante del Partido o no; miembro o no de las Fuerzas Armadas o del Ministerio del Interior, pero con el reconocimiento total de la comunidad que representará.
En fin, el cubano delegado tiene en sus cimientos la sal del mar que baña la Isla, el dulce aroma de la caña de azúcar, la mezcla étnica de los antepasados, el altruismo de sobrevivir a las carencias materiales, la iniciativa de implementar fórmulas sin ingredientes, la visión de hacer suyos los problemas del colectivo, el deseo del mejor desempeño, la gratitud del deber cumplido y la convicción de sostener a la Revolución.
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* Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba.
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