Por: Elisena
Una enorme fuerza mueve al mundo
a la construcción y la destrucción,
al amor y al odio.
Recorremos laberintos oscuros,
recónditos, luminosos;
con llantos, con risas.
Este mundo se limita a un ¿cuánto vale?
¿Cuánto cuesta? ¿Cuál es el precio?
De esto y aquello de ti, de mí.
La necesidad limita la libertad,
obligándonos a succionar
una miserable teta marchita…
llamada trabajo.
¡Tal como es hoy!
Traba-bajo,
traba que adoro
en mi universo bajo.
Y me enmugro y me limpio,
niego, me afirmo,
pierdo, encuentro,
muelo, pico, macero, golpeo,
selecciono, sirvo, miento, aguanto,
craneo olvido, odio, rechazo, fatigo…
oigo la voz del patrón, tan humano,
que me pide, por favor,
tan miserable que me obliga por la fuerza
que me explota por la ley
y en el trabajo, bajo,
me reclaman y reclamo,
más bajo que alto,
tan alto hasta cerca de morir,
cuanto más alto clamo
y convincente reclamo
no sólo por mí, sino por miles
que con militancia
me hacen revivir, volver a reclamar,
a pesar del miedo y que me
convencieron de no rezongar
porque la culpa es mía.
Pienso una vez más, un siglo más:
¿y si él no existiera
si el patrón no robara
lo que de mi bajo trabajo queda
y pudiera ser libre?
En este tiempo, en este universo.
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