Mayo 1 de 2005
En las más grandes ciudades de Colombia se sintió el éxito de la jornada. Decenas de miles de personas se movilizaron por todo el país para demostrar que cada vez somos más quienes estamos inconformes con el orden vigente y que nos oponemos a las medidas de este gobierno fascista, a su reelección y al TLC con los amos del norte.
Mientras la gran prensa monopolista y las clases dominantes prefirieron guardar silencio ante las multitudinarias movilizaciones, o desvirtuarlas a través de los más descarados eufemismos para desinformar a la población, en cada rincón del país pudimos observar la inconformidad que cada día se acrecenta y trata de organizarse. En Bogotá fueron más de 15000 personas las que se pronunciaron, en Medellín más de 10000, en Cali y Barranquilla cerca de 5000, en Barrancabermeja más de 7000 trabajadores petroleros y sus familias, en Pasto más de 3500 y en suma más de medio millón de personas se tomaron las calles del país, protestando de las más diversas maneras, en lucha abierta contra el actual orden de cosas y exigiendo un cambio del sistema imperante y del actual modelo.
Las ciudades militarizadas
Es de resaltar el ‘acompañamiento’ que las movilizaciones tuvieron. En todas y cada una de ellas se pudo observar un desbordado aumento del pie de fuerza militar y policial que llevó a ciudades como Bogotá a encontrarse militarizadas desde tempranas horas de la mañana. En la capital, un número exagerado de agentes del criminal grupo represivo ESMAD [escuadrón móvil antidisturbios] de la policía, así como altas cantidades de fuerza disponible de policía y ejército custodiaron las rutas de las manifestaciones y las zonas más confluidas de la ciudad, llevando a cabo operativos de retén y registro a miles de transeúntes y hostigando en repetidas ocasiones a los manifestantes antes, durante y después de las movilizaciones.
La jornada se caracterizó por la denuncia de varias ‘detenciones preventivas’ a personas que portaban pancartas o volantes y que, a ojos de las autoridades policiales, parecían sospechosas o dignas de ser hostigadas.
Adicionalmente, se presentaron varias agresiones policiales a los manifestantes. Las más destacadas se presentaron en Pasto y Barranquilla donde el uso irracional y abusivo de la fuerza por parte de la policía, y la constante provocación por parte de ésta hacia los marchistas, generó violentos choques, de los cuales decenas de personas salieron heridas o detenidas injustificadamente.
En Bogotá la agresión fue todavía más llamativa. En varios puntos del trayecto de la marcha, que abarcaba la carrera 7ª entre la Plaza de Toros y el Plaza de Bolívar –unos 2,5km–, los manifestantes fueron atacados a bolillazos, con gases lacrimógenos, granadas de dispersión –anteriormente ilegalizadas por el alto riesgo que significan para las víctimas de su uso, pero reintroducidas por el Plan Colombia y el gobierno fascista de Uribe–, balas de goma y otros artefactos de uso exclusivo del ESMAD que concentró su atención en los grupos conformados por jóvenes y estudiantes, contra quienes el Estado ha empleado con mayor brutalidad a este sanguinario escuadrón –con las mortales consecuencias que han sido denunciadas en los últimos años, especialmente, a partir de la muerte del estudiante de la Universidad Nacional Carlos Giovanny Blanco en 2001 y de varios comerciantes informales en los últimos años–. Adicionalmente, se denuncian y documentan, en diversos medios alternativos, repetidos casos de infiltración de policías sin uniforme a las movilizaciones pacíficas para sabotearlas.
La tradicional concentración de la Plaza de Bolívar estuvo a punto de ser interrumpida hacia las 2:30pm, cuando un numeroso grupo de policías a caballo [carabineros], seguido de un cuerpo fuertemente armado del ESMAD que se transportaba en motocicletas, intentó despejar por la fuerza la Carrera 7ª en momentos en que un grupo de jóvenes desarrollaba un acto cultural móvil en cercanías de la Plaza de Bolívar, dejando a decenas de éstos heridos –algunos de alta gravedad–, entre los que se incluían a menores de edad cuyas edades oscilaban entre los 11 y los 14 años. Sin embargo, reinó la organización, a pesar de las desmedidas agresiones, y los asistentes pudimos culminar los actos de protesta.
‘Urribles’ diatribas
La denuncia al régimen fascista y corporativo de Uribe Vélez, y a sus socios paramilitares y narcotraficantes, así como a la cada vez más evidente intervención yankee en Colombia a través del Plan Colombia/Patriota y del TLC.
La jornada demostró el creciente descontento con las medidas económicas y sociales que ha tomado el actual gobierno colombiano y que han disparado los índices de miseria e indigencia en el país. Adicionalmente, la denuncia de las medidas que están llevando a la ruina a hospitales, universidades, colegios, empresas, servicios sociales y toda suerte de instituciones públicas para entregarlas al manejo directo de monopolios o multinacionales.
Se resaltó, de la misma manera la denuncia a su planteamiento fascista y represivo frente a la oposición política que ha mostrado en el desmedido crecimiento de las fuerzas represivas, en los proyectos de perdón y olvido para los genocidas paramilitares, en el sorprendente número de desplazados que han generado estos escuadrones en la actual guerra civil –actualmente Colombia es el segundo país del mundo con mayor número de desplazados, después de Sudán– y en la creciente injusticia política que se presenta en las capturas masivas y otras medidas propias de las llamadas ‘leyes antiterroristas’ impuestas por Uribe y sus ubérrimos ministros del interior.
Así mismo, la jornada se destacó por una clara oposición a las intenciones de reelección de este autoritario personaje en la presidencia. Pancartas, graffitis, obras de teatro y canciones, que rezaban frases como “vencimos el referendo, venceremos la reelección”, hicieron gala de creatividad para impulsar la campaña contra la reelección de Uribe que, hoy por hoy, se convierte en el principal punto de unidad entre las distintas corrientes de oposición al régimen y que empiezan a agruparse en distintas coaliciones que plantean diversas formas de lucha contra este proyecto autoritario y continuista, entre ellas el Frente social y Político que impulsa la candidatura del senador Carlos Gaviria Díaz como candidato de la izquierda contra la del presidente-candidato.
Queda, sin duda, un importante debate abierto luego de estas masivas movilizaciones y de la evidente combatividad y descontento de los sectores populares, elementos todos demostrados el Primero de Mayo: ¿es suficiente con mantener una movilización masiva para derrotar definitivamente las aspiraciones del imperialismo gringo y de su capataz Uribe, aunque esta sea dispersa en enfoques y objetivos, o debe acaso buscarse definitivamente un planteamiento que oriente a la izquierda colombiana, con todas sus vertientes, a la unidad para la construcción de un modelo diferente de nación que permita triunfos claros contra el régimen? Aunque la respuesta parezca obvia, preferimos dejársela a nuestros lectores.
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