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Por: Ovidio Cardona Botero – mayo 12 de 2008

En principio, toda harina y toda biomasa azucarada puede convertirse en alcohol carburante y los Estados Unidos, que tienen una sed infinita de alcohol, parecida a la de un perro envenenado por el agua, han partido hacia los cuatro puntos cardinales buscando qué convertir en biocombustible para remediar el precio de más de 100 dólares por barril al que se catapultó el petróleo al desaparecer Iraq como productor. Le echaron mano a los cereales y, por esa inusitada demanda y por el calentamiento global, se han encarecido y disparado los precios de sus derivados, produciendo en algunas partes ya estallidos sociales. La fiebre ha llegado al Quindío y se está planteando convertir la harina de plátano en alcohol. Esta opción es sumamente pobre, pero ya se está hablando de 800.000 dólares del BID y de algunos países de Europa, interesados en esa carrera loca.

Hay fuentes mucho más eficientes para producir alcohol: la caña de azúcar es un ejemplo. Si Estados Unidos levanta el bloqueo a Cuba, y eso puede darse, este país podría producir alcohol y llevarlo por ducto al continente que dista unas 80 millas. La extrema necesidad de los Estados Unidos podría obligarlo, como le obligó a pelarle los dientes a China para que le dejara instalar industrias en su territorio, pese a que el país amarillo, en compañía de la Unión Soviética, fue quien proveyó material militar –como municiones, minas, obuses y tanques– en la guerra del Vietnam. La extrema necesidad podría obligarlo a dar un viraje. Una vez con el alcohol carburante, puede mezclarlo con la gasolina que consiga, como lo hace Europa, donde el combustible para los automóviles contiene más alcohol que gasolina.

Si el Quindío se convierte en productor de alcohol carburante, y roguemos que no suceda, los beneficiados serían los pocos propietarios de tierras, ya que éste es un departamento de desposeídos y desempleados: los propietarios de tierras no alcanzan al 10% de la población. Como el proceso mismo es de eficiencia muy pobre, se tendrían que utilizar miles de toneladas para que resulte representativo y ello dispararía los precios del plátano. Al dispararse los precios del plátano sufriría la mayor parte de la población del Quindío y gran parte de Bogotá, Medellín y Cali. Se crearía una demanda muy alta de papa, yuca y otros, lo que dispararía los precios en las plazas de mercado de todo el país.

Esperemos que el embeleco de producir alcohol partiendo de los plátanos y los bananos no logre concretarse, porque de hacerlo no sabemos qué pueda pasar en el Quindío.

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