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Mayo 14 de 2008

Birmania es uno de los países más pobres de Asia y se encuentra gobernada por una dictadura militar que decidió cambiarle a la fuerza el nombre a Myanmar desde 1989. Birmania ha sido y es, en la actualidad, fuertemente dependiente de China en lo económico y político, especializándose en la producción agrícola, predominantemente arroz, con algunos cultivos secundarios como té, algodón y explotación forestal de teca. Con una muy precaria industria, por lo menos dos tercios de la población viven en una situación de alta pobreza.

El 4 de mayo de 2008, Birmania fue sacudida por el ciclón Nargis. Este país fue afectado, también, por el tsunami de Sur de Asia en 2004. Según el comunicado de prensa del 6 de mayo de la Malaysian Medical Relief Society, las victimas fatales sobrepasan los 13.000 muertos y, por lo menos, unas 97.000 personas se quedaron sin vivienda. Sin embargo, algunas organizaciones no gubernamentales estiman que habría más de 100.000 víctimas y, por lo menos, dos millones de damnificados. A pesar de que varios países ofrecieron prestar ayudas humanitarias, el gobierno, en principio, se negó a recibirla bajo el argumento de que no querer ningún tipo de personal extranjero en su territorio. Las ayudas humanitarias sólo fueron aceptadas después de presiones de organizaciones humanitarias internacionales, pero con altos controles del gobierno.

El ciclón Nargis, de categoría 3 y con vientos de hasta 200 kilómetros por hora, afectó por lo menos cinco regiones pertenecientes al delta del río Irrawaddy. Según las imágenes satelitales, la energía del ciclón se hizo evidente desde el 28 de abril, por lo cual, teniendo en cuenta los recorridos típicos de un ciclón de este tipo, se enfocaba inicialmente con dirección hacia India pero se desvío hacia la región central de Birmania, poniendo en el ojo de la tormenta a esta pobre región y a la ciudad más poblada del país y anterior capital, Rangún. Tanto esta urbe como todas las poblaciones en la zona se encuentran localizadas bajo el nivel de mar.

Como se mencionó, la principal afectación sucedió en el delta del río Irrawaddy, donde Nargis tuvo un comportamiento similar al de los huracanes Katrina y Rita, en cuanto a que inundó zonas que se encuentran bajo el nivel del mar. La particularidad de esta región es que ha perdido, a lo largo de la costa occidental –franja por donde entró la fuerte tormenta–, la mayor parte de sus bosques nativos de manglar por el desarrollo de actividades de pesca de camarones, granjas y sembríos de arroz, perdiendo una de las mayores barreras naturales que podrían contener este tipo de fenómenos.

¿Efectos del calentamiento global?

Aunque científicos norteamericanos, como la Sociedad Meteorológica Americana, postularon que las temperaturas más calientes del océano reducen la fuerza de ciclones y huracanes, otros afirman que las temperaturas más altas de las aguas marítimas hacen que los vientos pierdan fuerzas. Activistas ecológicos afirman que este tipo de fenómenos se hace más recurrente por la agudización del efecto invernadero sobre el planeta, como se concluyó en Panel inter gubernamental de la ONU sobre cambio climático, donde se presentaron pruebas de que los cambios en el clima producen y producirán la intensificación de una serie de ciclones tropicales en el mundo. Nargis es sólo una muestra de lo que está por venir, como lo afirmó Sunita Narain, directora del Centro para ciencia y el medio ambiente de la India: “las víctimas de estos ciclones son víctimas de cambio climático y sus consecuencias deberían recordar al mundo rico que está haciendo muy poco para contener las emisiones de gases”.

Se pudieron prevenir victimas

El Departamento Meteorológico de la India dio el primer anuncio preventivo el 27 de abril. Según declaraciones del gobierno de Birmania, se activaron las alertas de manera oportuna, especialmente a los habitantes del delta del Irrawaddy, y se intentó organizar para realizar las evacuaciones necesarias. Sin embargo, se ha afirmado que las comunidades únicamente se cercioraron del ciclón porque se presentaron fuertes vientos y no por las alarmas del gobierno. Lo cierto es que en Birmania la información apareció en los periódicos, radio y televisión varias horas después del fenómeno.

A pesar de tener la información suficiente para mitigar los efectos de un fenómeno de este tipo, pues, a diferencia de otros que no se
pueden predecir como un terremoto, para este tipo de eventos se cuenta con centros científicos especializados e imágenes transmitidas por satélites en tiempo real, el gobierno de Birmania no puso en marcha ningún sistema de alarmas preventivas, no organizó a las comunidades e instituciones en sistemas de prevención de desastres y no evacuó adecuadamente a las comunidades, excusándose en que las carreteras no eran las adecuadas, en que por las distancias era imposible acceder a algunos poblados y en la probable negativa de algunas familias a dejar sus territorios. Estando dichas excusas por encima de las posibles victimas, los recursos e infraestructura necesarios para evitar un desastre de tal magnitud no fueron empleados oportunamente: la negligencia y la burocracia agudizaron la crisis y sus consecuencias.

Crisis humanitaria posterior al desastre

Aunque es conocido que las autoridades militares locales son insuficientes para atender los efectos producidos por esta catástrofe, como se mencionó anteriormente, la entrada de personal y ayudas ha sido totalmente obstaculizada por la dictadura militar.

Los efectos para un país o región que no se encuentra preparado, física ni organizativamente, ante un desastre de esta magnitud son la perdida de viviendas e infraestructura básica, la contaminación de fuentes de agua, el corte de servicios públicos y la destrucción de las redes de comunicación, dificultando el acceso a los poblados más abandonados y golpeados. Según fuentes del gobierno de Birmania, casí el 95% de las viviendas y otros edificios en siete pueblos fueron destruidos, esto debido a que la mayoría de las viviendas estaban construidas con materiales que no soportaron las fuertes cargas de los vientos que pasaron de forma inclemente. Quizás, uno de los efectos más graves de un desastre como éste es la ruptura del tejido social, agudizando aún más las ya precarias condiciones de vida de los pobladores que, potencialmente, pueden pasar de la pobreza a la indigencia.

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