"Oda a una auxiliar de vuelo" - Foto: Joe Kunzler
Las auxiliares de vuelo, mujeres con un oficio ligado al servicio y cuidado de los pasajeros en los aviones, soportan una difícil situación laboral.
"Oda a una auxiliar de vuelo" - Foto: Joe Kunzler
“Oda a una auxiliar de vuelo” – Foto: Joe Kunzler

Por: Patricia Ramírez Parra – mayo 22 de 2015

Las auxiliares de vuelo, mujeres con un oficio ligado en sus orígenes al servicio y cuidado de los pasajeros en los aviones, soportan una difícil situación laboral.

Se trata de un oficio ejercido mayoritariamente por mujeres, expuestas a largas jornadas laborales y a itinerarios que no consideran sus derechos fundamentales a la unidad familiar, a su intimidad, a su integridad física, psicológica y sexual. Ellas se encuentran expuestas, además, a modificaciones en sus tiempos de descanso que no compensan la fatiga a la que se ven expuestas en una profesión considerada de alto riesgo por la peligrosidad e insalubridad en que se desarrollan las labores.

Según datos de la Asociación Colombiana de Auxiliares de Vuelo (ACAV), a agosto de 2014, en Colombia el 64% de tripulantes de cabina de pasajeros son mujeres, mientras el 36% son hombres. Vale decir que en el mundo de la aviación civil sólo hasta 1970 se dio el ingreso de hombres a esta profesión. En el caso colombiano, Aerorepública, fundada en 1990, sólo contrataba mujeres para el cargo. Una vez esta aerolínea es comprada por Copa Airlines Panamá, en 2006, se abre la puerta para la contratación de varones como tripulantes de cabina de pasajeros.

Las funciones más visibles de las auxiliares de vuelo son la recepción y atención de pasajeros, el suministro de alimentos y bebidas durante el viaje, la distribución de material de lectura, auriculares, mantas y artículos similares, y ello ocasiona que esta profesión sea asociada casi exclusivamente con tareas de servicio, las cuales, según la división sexual del trabajo característica de las sociedades patriarcales, capitalistas e industriales modernas, corresponderían a las mujeres. Por tanto, se consideran como propias de mujeres o que están naturalmente diseñadas para ser desempeñadas por ellas. Además, se piensa que son de menor valor social que otros oficios dentro de la misma industria de la aviación, como las profesiones de pilotos de aeronaves o ingenieros de vuelo, consideradas de mayor importancia, jerarquía y valor, mayoritariamente ocupadas por varones.

Tras el ‘rostro siempre feliz y la sonrisa permanente’ de las tripulantes de cabina de pasajeros, encontramos mujeres, jóvenes y adultas, enfrentadas a jornadas laborales que superan las 12 horas de trabajo, con tiempos de descanso que no permiten una adecuada recuperación de la fatiga que les causa el oficio.

Muchas de ellas son mujeres jóvenes con dificultades para conciliar su vida laboral con la familiar o mujeres adultas madres cabeza de familia, con hijos a cargo y sin compañero, expuestas a situaciones de violencia sexual, como acosos mediante insinuaciones, miradas obscenas, toques y manoseos por parte de pasajeros, situaciones que son poco denunciadas por temor a no ser evaluadas adecuadamente por las aerolíneas, por aquello de que ‘el cliente siempre tiene la razón’.

Adicionalmente, muchas compañías en el mundo utilizan publicidad sexista para atraer clientes, por lo que es posible encontrar la imagen de una azafata sexualizada, que puede ‘cumplir las fantasías de los clientes’, reforzando con ello los estereotipos de género construidos en torno a esta profesión. La imagen de una auxiliar sonriente y bella que atiende a los pasajeros desdibuja, entonces, el verdadero sentido y fin de una profesión cuya principal función es responder por la seguridad del vuelo y no del servicio al pasajero, como suele considerarse. Así lo manifiesta María Cristina Cadavid, presidenta de ACAV: “se considera que el auxiliar de vuelo está es para hacer el servicio en el avión y eso no es cierto. Para nosotros, el servicio que prestamos en el avión es totalmente secundario, la función para la que nos entrenan y nos dan licencia es para la seguridad en el avión”.

En concordancia con lo anterior, uno de los principales puntos de la agenda política y laboral de la ACAV, apoyada por Asociación Colombiana de Aviadores Civiles (Acdac) y el Sindicato de Trabajadores del Transporte Aéreo Colombiano (Sintratac), es la aprobación por parte del Congreso de la República de un proyecto de ley que, entre otros aspectos, defina la jornada laboral para auxiliares de vuelo en Colombia. Es condición fundamental para hablar de un trabajo decente, que contribuya al bienestar y realización de las mujeres en la profesión de auxiliares de vuelo.

Sostiene María Cristina Cadavid:

Para nosotros es vital no tener jornadas tan extensivas. Entendemos que hay vuelos en los que no podemos tener 8 horas de trabajo. Por ejemplo, entre Bogotá y Buenos Aires el vuelo son seis horas, sin contar las dos que nos toma presentarnos a laborar, ahí ya van 8 horas. Obviamente, tiene que haber un margen, pero no tiene por qué ser [de] 15 horas de trabajo. Una viaje de ida a Europa, obviamente, dura más tiempo, pero lo que nosotros pensamos es que debe haber jornadas laborales y debe haber descanso.

En un contexto mundial de políticas de cielos abiertos e internacionalización y crecimiento del mercado de la aviación civil comercial, entre otros factores, las condiciones de trabajo de quienes sirven y atienden el sector aéreo se ha venido precarizando y atentando contra lo que debe ser un trabajo decente.

Así lo corrobora una jefa de cabina de Copa Airlines, quien lleva 19 años al servicio de esta compañía:

Lo básico es lograr el derecho al trabajo en condiciones dignas y justas. Si bien hay gente que le dice a uno: ‘usted lleva esa vida porque la eligió, no se queje’, la profesión no tiene por qué ser indigna. En algún momento de la historia de nuestra profesión logramos que ésta fuera digna, que por lo menos se reconociera la importancia de nuestro rol en la seguridad de los vuelos y, asimismo, se designaran nuestras jornadas de trabajo y nuestro reglamento. Desafortunadamente, la mentalidad del mundo cambió y ahora lo que no genere billetes constantes y sonantes no es productivo. Hay que demostrarles a las empresas que un ser productivo no es alguien que solo produce billetes sino una persona que está dignamente recompensada por su trabajo”.

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* Trabajadora Social.  Publicado originalmente por la Agencia de Información Laboral de la Escuela Nacional Sindical.

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