Por: Camila Ramírez

En Bogotá, miles de mujeres han tenido que posponer indefinidamente sus proyectos personales, académicos y profesionales para asumir, por mandato social, las labores de cuidado no remuneradas del hogar, la comunidad y la sociedad. Esta realidad no es nueva, generaciones enteras de mujeres han dedicado sus vidas al trabajo de cuidado sin reconocimiento económico ni social.

Myreya Jiménez, madre y residente de la localidad La Candelaria, expresa la realidad que comparten muchas mujeres de la ciudad de Bogotá:

Todo el tiempo estamos cuidando, todos los días se vive para el cuidado. […] Todas las mujeres tenemos el estigma de que nosotras solo cuidamos, y es gratis.

Las labores del hogar se extienden desde las primeras horas del día hasta altas horas de la noche y son fundamentales para el funcionamiento de la vida cotidiana, tanto en el ámbito doméstico como en el social y económico. Pese a su importancia, este trabajo sigue siendo invisibilizado y carece de una remuneración y reconocimiento cultural en el país.

Blanca Diva, de 51 años, madre y durante años dedicada a las labores del hogar, divide su experiencia como cuidadora en dos etapas: primero el cuidado de sus hijos y ahora el de su madre. En ambas, ha visto cómo el desgaste emocional del cuidado se traduce en afectaciones a su salud.

Soy cuidadora de mi madre con discapacidad desde que tuvo tuberculosis meníngea en 2023. Sus cuidados son de tiempo completo. Salía a las 7 AM de mi casa y regresaba a las 7 PM, siempre agotada. El estrés crónico me provocó fibromialgia. Cuando no duermes, todo tu sistema inmunológico colapsa.

Así lo reafirma Ana Victoria, una mujer dedicada al cuidado desde temprana edad y habitante de la localidad de Santa Fe. «Llevo siendo cuidadora desde los 7 años. Empecé cuidando a mis hermanitos y ocupándome de la casa porque mis padres trabajaban. Luego formé un hogar y cuidé a mis hijos, y ahora, más recientemente, me he encargado del cuidado de mis nietos».

Según el relato de Ana Victoria, esta experiencia marcó profundamente su infancia, ya que desde niñas muchas mujeres se ven obligadas a asumir responsabilidades propias de personas adultas, no por elección, sino porque social y culturalmente se espera que contribuyan al trabajo del hogar.

Gran parte de estas mujeres pertenecen a los estratos 1, 2 y 3, lo que agrava su vulnerabilidad. En la ciudad de Bogotá la pobreza y la desigualdad en la distribución del trabajo de cuidado refuerzan las condiciones precarias en las que sobreviven. Los datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) de 2020-2021 son decisivos:

Aliviar la carga de las mujeres cuidadoras

Pese a la existencia de la Ley de Economía del Cuidado, Ley 1413 de 2010, y aunque esta normativa nacional marcó un hito al reconocer el trabajo de cuidado no remunerado y su aporte a la economía del país, las cuidadoras bogotanas consideraron que esta medida era insuficiente para atender las demandas de su día a día. Frente a esto, colectivos de mujeres en la capital han alzado la voz para exigir políticas públicas dirigidas específicamente a las mujeres que realizan labores de cuidado en la ciudad.

Tras años de presión de organizaciones feministas y colectivos de mujeres, Bogotá implementó en 2020 el Sistema Distrital de Cuidado, un modelo pionero en América Latina por reconocer el trabajo no remunerado. Su consolidación llegó con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) 2022-2035, que lo incorporó como eje estratégico para reducir las desigualdades urbanas que recaen, históricamente, sobre las mujeres cuidadoras.

Sharon Figueroa hace parte del equipo técnico de apoyo de la Comisión Intersectorial del Sistema Distrital de Cuidado. Ella destaca una de las principales fortalezas del sistema:

La potencia del Sistema Distrital de Cuidado radica en que trabaja con un proyecto de ciudad. […] Está diseñado y enfocado en las mujeres que realizan trabajos de cuidado, pero también en las personas que lo requieren. Tiene una perspectiva de género, pero además atiende a población como niñas, niños, personas con discapacidad y personas mayores.

Reconociendo la necesidad de apoyar a las personas cuidadoras, en su mayoría mujeres, Bogotá creó las Manzanas del Cuidado. Esta estrategia se convirtió en la piedra angular del Sistema Distrital de Cuidado, un modelo innovador que busca transformar la ciudad mediante la corresponsabilidad urbana con enfoque de género.

Las Manzanas del Cuidado son espacios estratégicamente ubicados en la ciudad que ofrecen servicios gratuitos para reducir la carga del trabajo de cuidado no remunerado. En estos centros, las cuidadoras, principalmente mujeres, pueden acceder a múltiples beneficios como: culminación de educación básica y media, programas de formación, espacios para descansar y ejercitarse, además de asesoría jurídica y psicológica.

Este innovador modelo busca no solo apoyar a las cuidadoras, sino también liberar su tiempo mediante la concentración de diversos servicios en un mismo lugar. A través de sus servicios, buscan: reducir el tiempo dedicado a labores domésticas; brindar oportunidades para el desarrollo personal y profesional de las cuidadoras; facilitar el acceso a redes de apoyo comunitario; y ofrecer formación en derechos y autonomía económica. Este modelo representa un avance significativo en la corresponsabilidad social del cuidado.

Sharon explica los criterios para establecer y fortalecer las Manzanas del Cuidado, incluyendo la aplicación de un índice de priorización. Este instrumento incorpora un completo análisis sociodemográfico de los territorios que permite identificar las zonas con mayor necesidad de estos servicios.

La feminización de la pobreza es una de las principales cuestiones a reflexionar. Se evalúan factores como los índices de violencia de género, el porcentaje de mujeres dedicadas al trabajo de cuidado no remunerado y la oferta de servicios existentes en las localidades. Estos insumos surgen de un diagnóstico territorial integral, que luego devienen en un índice de priorización.

Actualmente, Bogotá cuenta con 25 Manzanas del Cuidado distribuidas en espacios públicos de la ciudad. Las Manzanas, están ubicadas en Centros de Desarrollo Comunitario (de la Secretaría de Integración Social), Casas de Participación, Casas de Juventud, Centros Felicidad (CEFE) y SuperCADE, estos espacios existentes fueron seleccionados y readaptados en diversas localidades para ofrecer servicios con enfoque de género, optimizando recursos en beneficio de las mujeres cuidadoras y sus familias.

La meta a largo plazo es expandir la red a 45 Manzanas del Cuidado, asegurando entre una y dos por localidad. Como explica Sharon Figueroa:

Nuestro objetivo es llevar el modelo de Manzanas del Cuidado y el Sistema Distrital a toda Bogotá. Para 2035, mediante una priorización territorial estratégica, alcanzaremos las 45 unidades planeadas.

El sostenimiento de las Manzanas del Cuidado se basa en acuerdos que garantizan su funcionamiento y permanencia en los barrios. Un ejemplo clave es el Convenio Interadministrativo 913 de 2021, cuyo objetivo es articular servicios intersectoriales con entidades como las secretarías de Salud, Integración Social, Educación, Desarrollo Económico, Cultura, Recreación y Deporte, Ambiente, Gobierno y Planeación, entre otras. Cada una de estas instituciones aporta recursos y servicios específicos para el mantenimiento de las Manzanas del Cuidado.

La Secretaría Distrital de la Mujer actúa como institución líder y transversal, coordinando la articulación entre las entidades distritales involucradas. Además, es responsable de la contratación del personal encargado de la operación diaria de las Manzanas del Cuidado, que incluye profesionales como el equipo técnico, las coordinadoras, las duplas psicojurídicas, las formadoras y otros perfiles clave. En este proceso, se prioriza la selección de mujeres con enfoque de género y conocimiento territorial, garantizando así una atención integral a las necesidades de las cuidadoras y sus familias.

Además, las mesas locales del Sistema Distrital de Cuidado se han consolidado como un mecanismo clave para implementar en los territorios las decisiones de la Comisión Intersectorial y la Unidad Técnica de Apoyo (UTA), conformada por entidades distritales. Estos espacios de participación han facilitado tanto la identificación de las necesidades comunitarias como el abordaje de los desafíos que enfrentan las mujeres bogotanas en materia de labores de cuidado.

Sandra Ausique es la coordinadora de la Manzana del Cuidado en el Centro de Bogotá, espacio que atiende a las localidades de La Candelaria y Santa Fe. En su rol, explica cómo se realiza el proceso de articulación para llevar los servicios de cuidado a los diferentes barrios:

La UTA (Unidad Técnica de Apoyo) es la instancia principal del Sistema Distrital de Cuidado, donde las secretarías definen qué servicios ofrecerán en cada manzana. De allí surgen las mesas locales, que nos permiten junto con la comunidad, verificar que los compromisos y los servicios se estén desarrollando y que sí le estemos llegando a las mujeres cuidadoras.

Como coordinadora de la Manzana del Cuidado, Sandra Ausique resalta el papel fundamental de la Unidad Técnica de Apoyo (UTA) y las mesas locales, mecanismos que permiten evaluar los servicios existentes y crear nuevos. Un ejemplo concreto es ‘El Arte de Cuidarte’, iniciativa surgida de este proceso participativo de evaluación y creación colectiva. Explica que:

«El Arte de Cuidarte», un programa de la Secretaría de Integración Social que nació al identificar que muchas mujeres asistían a la Manzana del Cuidado acompañadas de sus hijos e hijas. Para facilitarles el acceso a los servicios, se creó este espacio donde los menores quedan al cuidado de profesionales, permitiendo que las madres participen en las actividades con tranquilidad.

Las Manzanas del Cuidado revelan el impacto transformador de las mujeres cuidadoras. A través de sus diversos servicios y programas de formación, han fortalecido significativamente su autonomía y desarrollo personal. La experiencia de estas mujeres refleja un claro empoderamiento y crecimiento, como lo expresa Blanca:

Me impresionó que la publicidad estuviera tan enfocada en las mujeres. Eso no se veía antes, ¿no? Al menos aquí en Bogotá, en Colombia… Luego empezamos a notar que eran espacios donde asistían muchas mujeres, y resultaba muy bonito encontrarse con otras ahí. Los espacios de charlas y formación son maravillosos.

Un respiro para las mujeres: autonomía y empoderamiento

Entre las actividades más valoradas por las cuidadoras se destacan las de actividad física, que abarcan desde ejercicios terapéuticos hasta yoga, sesiones de danza y la escuela de la bici. Ana Victoria, usuaria de la Manzana del Cuidado del Centro, lo narra con entusiasmo:

Yo no sabía montar bicicleta, tengo 65 años y eso para mí era impensable, el día que aprendí, lloré de alegría. […] Han sido cosas muy satisfactorias para mí, porque he despertado más mi motivación y también me he liberado de muchas cargas, ahora realmente estoy haciendo lo que me encanta.

El acceso a los diferentes servicios ha permitido que las mujeres comprendan la importancia de su propio cuidado y de continuar con sus estudios, aspiraciones y sueños. Sandra Ausique, destaca, el impacto positivo que tiene para las mujeres culminar la educación secundaria. Sobre esto, señala:

Recibir el título de bachiller es algo muy significativo para ellas, las empodera y les permite soñar nuevamente. Ha sido una experiencia muy gratificante […] Muchas mujeres llegan con historias de vida difíciles, pero la oportunidad de terminar el bachillerato les brinda felicidad y una nueva perspectiva para su futuro.

Ana Victoria, a pesar de su edad, se ha motivado a explorar nuevas actividades. Asiste los sábados al Colegio de La Concordia, equipamiento complementario de la Manzana del Cuidado del Centro, donde participa en el servicio de educación flexible. Sobre su motivación para culminar sus estudios, comparte:

Desde hace dos años estoy cumpliendo mi sueño de terminar el bachillerato. La Manzana del Cuidado me dio esta oportunidad. Ahora estoy en décimo grado y ha sido una experiencia maravillosa. He aprendido muchas cosas, pero la más importante: debo quererme a mí misma. Primero yo, segundo yo, yo como prioridad.

Al igual que Ana Victoria, Carmen Rodríguez, de 69 años, es participante del programa de educación flexible en la Manzana del Cuidado Manitas en Ciudad Bolívar. Durante años, dos factores interrumpieron su formación académica y laboral: su discapacidad múltiple y las responsabilidades de cuidado familiar. Ella narra su experiencia:

Abandoné mis estudios por mi discapacidad y por dedicarme al cuidado de mis hijos y nietos. Ahora, he vuelto a estudiar. Yo asisto a educación flexible, estoy validando bachillerato. Incluso me animé a tomar cursos de sistemas, trapillo y tejido. Asisto siempre que puedo, porque esto se ha convertido en mi motor de vida.

Carmen asiste acompañada de su hija, quien se ha convertido en un apoyo fundamental. «Cuando estoy con mi hija las actividades no se me hacen tan difíciles, pero sin ella me siento desanimada”. Además, Carmen explicó que: “es complicado tener que explicarle a los demás sobre mi discapacidad».

Para Myreya Jiménez, usuaria de la Manzana del Cuidado del Centro, los libros se han convertido en una herramienta clave para su crecimiento personal. A través de la lectura, no solo ha redescubierto su valor como mujer, sino que también ha fortalecido su autonomía. Así relata su transformación:

Yo agradezco mucho a la sala de lectura, los libros llegaron para fortalecer mi autoestima, reforzar ese poder mío, esas cualidades mías que las tenía, pero ni siquiera me las había visto, yo misma. Se me ha quitado ese miedo de hacer cosas por mi autonomía.

Las Manzanas del Cuidado han transformado gradualmente la vida de las mujeres cuidadoras, ofreciéndoles no solo oportunidades formativas, sino un espacio donde se sienten reconocidas y valoradas. Ingrid Carvajal, coordinadora de la Manzana del Cuidado Manitas, explica:

La participación femenina aumenta constantemente. Las mujeres se empoderan al encontrar aquí diversas actividades formativas, información sobre sus derechos, y lo más valioso, un espacio para el desahogo y el respiro.

Fortalecer el reconocimiento y las redes de apoyo

La sobrecarga física, emocional y la invisibilidad social afectan profundamente a las mujeres cuidadoras, manifestándose en un alto índice de enfermedades tanto físicas como psicológicas. Angie Sánchez, psicóloga del equipo de duplas psicojurídicas de la Manzana del Cuidado Manitas en Ciudad Bolívar, explica esta problemática:

Ellas hablan de esa sobrecarga, por las horas que implican los cuidados, nos damos cuenta que eso trae consecuencias a nivel físico, que hay enfermedades psicosomáticas, una gran cantidad de mujeres presentan fibromialgia, artritis, estrés crónico, síndrome del cuidador quemado, que están íntimamente relacionados con su estado emocional.

Esta problemática de salud está estrechamente vinculada, por un lado, con la histórica invisibilización del trabajo de cuidado y, por otro, la falta de espacios dedicados a las mujeres cuidadoras. Angie Sánchez, desde su experiencia en consulta, ha identificado múltiples necesidades no atendidas:

Una de las necesidades más grandes es la necesidad de espacios de escucha, porque la mayoría de personas cuidadoras están en el rol de cuidar todo el tiempo y de alguna manera se desdibuja como el espacio de desahogo. También necesidades de atención en salud, necesidades de tiempos de descanso y respiro, necesidades para tener también espacios de formación.

Blanca, usuaria de la Manzana del Cuidado en Juan Rey, recuerda cómo durante los años que dedicó al cuidado de sus hijos experimentó pérdida de sueño y un agotamiento constante. Hoy comprende que este desgaste estaba ligado a situaciones de violencia física y psicológica.

Por tantos inconvenientes emocionales en la convivencia con el papá de mis hijos, yo no dormía lo suficiente y hasta desarrollé gastritis crónica. Ahora me doy cuenta de que todo era producto de esa emocionalidad tan terrible que cargaba, tanto resentimiento acumulado, […] cuando recibes golpes, cuando te ves humillada y sientes tu dignidad pisoteada.

La mayoría de las mujeres llegan a las consultas de las duplas psicojurídicas por diversas problemáticas: desde la exigibilidad de derechos ante las EPS para sus familiares a cargo, hasta la búsqueda de ayuda para interponer denuncias por temas como alimentos, violencia física y psicológica. Sin embargo, la principal demanda entre las mujeres cuidadoras es la posibilidad de ser escuchadas. Angie Sánchez destaca la importancia de estos espacios de escucha.

Es muy transformador el ejercicio de desahogo y de escucha, porque que ellas sienten que es un espacio seguro que no estamos cuestionando lo que ellas están contando, su relato es importante, que es un espacio de confianza, pero sobre todo que nosotras también podemos hacer parte de esa red de apoyo que ellas requieren.

El ejercicio de escucha le salvó la vida a Blanca y la motivó a buscar soluciones para los problemas de salud tanto de ella como de su madre. Ella asegura que, en las consultas psicojurídicas y los foros para mujeres cuidadoras, encontró empatía, escucha activa y la motivación que necesitaba.

Al ver a mi mamá en la cama cada día, pensé: ‘Esto mismo vivirán mis hijos por mi fibromialgia’. Esos cuestionamientos me llevaron a querer liberarlos de mi enfermedad. En una cita con la dupla, cuando confesé: ‘Me quiero morir’, ella me preguntó: ‘¿En verdad quiere morir, o solo no le halla sentido a su vida?’. Esa pregunta me hizo reflexionar. Al terminar, entendí: Sí quiero vivir, pero debo encontrarle sentido a mi vida, y trabajaré en eso.

Para Blanca y otras mujeres, las consultas con las duplas psicojurídicas les han permitido adquirir herramientas tanto jurídicas como psicológicas. En el caso de Blanca, ella asegura que, durante años, intentó buscar apoyo en la EPS y otras entidades del Estado, pero resultaba imposible acceder a ciertos servicios, y las herramientas ofrecidas eran limitadas. Además, agregó:

Aquí encontré una atención pensada para nosotras, para las mujeres. Cuando asisto a una charla o una consulta, encuentro empatía, todo lo contrario que en la EPS, donde me encuentro con una funcionaria que me ve como una estadística más, un número más.

Estas redes de apoyo no solo han brindado herramientas jurídicas y psicológicas, sino que también han impulsado a mujeres como Yesenia Martínez a asumir roles activos en su propia comunidad. Gracias al acompañamiento de las Manzanas del Cuidado, algunas participantes han dado un paso más allá, convertirse en funcionarias del programa. Yesenia, de 31 años, lo demuestra al relatar:

Fui cuidadora de mi hijo desde los 16 años, fui mamá joven, pero antes de eso nosotros somos once hermanos y yo como mujer debía ayudar en casa. […] antes de llegar al espacio de la Manzana del Cuidado yo creía que mi destino, era trabajar, cuidar, salir adelante con mi hijo y ya.

El programa no sólo le proporcionó apoyo psicosocial y capacitación digital, sino que le ofreció un empleo, permitiéndole romper con el ciclo de cuidados no remunerados desde sus 16 años. Hoy, Yesenia transforma su experiencia personal en acompañamiento para otras mujeres, guiándolas desde su propio testimonio.

Llegué a La Manzana, terminé mi bachillerato y por primera vez me sentí escuchada y valorada. Aprendí herramientas ofimáticas -que no conocía porque en mi colegio no había computadores- y aunque lloraba cada día durante mi tecnólogo en mercadeo por mi falta de conocimiento, lo logré. Cuando me seleccionaron para trabajar aquí ni lo podía creer […] y hoy, mientras termino mi carrera profesional, uso mi historia para mostrarles a otras mujeres que sí se puede. Que es el inicio de un camino donde se pueden lograr muchas cosas.

El testimonio de Yesenia permite entrever que la descentralización impulsa un modelo de ciudad más equitativo, donde los servicios ofrecidos por las Manzanas del Cuidado dejan de concentrarse en zonas específicas para extenderse a distintas localidades. Así, se promueve la equidad territorial y se garantiza que todas las cuidadoras, independientemente de su ubicación, accedan a oportunidades de desarrollo.

Impactos alcanzados y desafíos pendientes

Bogotá se ha posicionado como referente en políticas de cuidado, con un Sistema Distrital pionero en América Latina por su enfoque de género. El éxito de este modelo ha traspasado fronteras: a nivel nacional, ciudades como Cúcuta (Norte de Santander) ya exploran su implementación; mientras que, a escala regional, países como Brasil han visitado las Manzanas del Cuidado para replicar este esquema adaptándolo a sus realidades locales.

Si bien el Sistema Distrital de Cuidado y las Manzanas del Cuidado representan modelos pioneros, su implementación enfrenta algunos obstáculos. Las principales limitaciones señaladas tanto por funcionarias como por beneficiarias, son de carácter operativo y cultural, con cuatro puntos: la expansión a contextos rurales, la medición del impacto real en la redistribución del cuidado, la viabilidad financiera del sistema y la independencia económica de las cuidadoras.

Para abordar el desafío de escalabilidad en zonas rurales, se ha implementado la estrategia de los Buses del Cuidado, cuyo objetivo es llegar a las áreas rurales más alejadas de Bogotá. Nataly Sánchez, Coordinadora de la Manzana del Cuidado Juan Rey, explica: «Son una versión móvil de las Manzanas del Cuidado, buses equipados para llevar servicios de formación y acompañamiento a mujeres y sus familias».

Sin embargo, Nataly advierte que, aunque la infraestructura móvil resuelve el acceso físico, persisten interrogantes más complejos:

La zona rural tiene particularidades por sus dinámicas comunitarias. Es crucial reconocer estas diferencias, son mujeres campesinas, debemos dialogar con ellas, preguntar, ¿cómo conciben el cuidado? ¿Qué significado tiene para ellas? […] Cada comunidad entiende el cuidado de manera distinta.

El núcleo del desafío en la redistribución del cuidado, tanto en el ámbito doméstico como en el espacio público gira en torno a evaluar qué tanto ha evolucionado la distribución y las dinámicas de trabajo invisibilizado: desde la preparación diaria de alimentos y el mantenimiento de vestuario, hasta la limpieza del hogar, el cuidado constante de menores de edad, la atención a personas mayores y el apoyo especializado a personas con discapacidad.

Entre las funcionarias del Sistema Distrital de Cuidado persiste una pregunta fundamental, tal como lo expresa Diana Munar, formadora de las Manzanas del Cuidado: «¿Hemos alcanzado realmente una distribución justa y equitativa de estas cargas de cuidado, tanto en los hogares como en la sociedad?». Además, Diana complementa:

El reto actual es lograr que las mujeres cuidadoras redistribuyan efectivamente el cuidado. Hemos identificado que, para asistir a nuestros espacios, muchas madrugan y después de completar todos los oficios domésticos si vienen al espacio. El verdadero desafío es que logren soltar esas cargas, aunque reconocemos la dificultad, pues esto está profundamente arraigado en nuestra cultura.

Para lograr los cambios culturales y sociales necesarios han implementado estrategias pedagógicas como «A Cuidar se Aprende» y la Escuela Hombres al Cuidado. Mientras los hombres sigan asociando el cuidado únicamente con lo femenino, no será posible avanzar en la redistribución equitativa de tareas ni en el reconocimiento del trabajo de cuidado no remunerado. Estas iniciativas, pioneras en Bogotá, buscan transformar radicalmente la concepción tradicional del cuidado. Nataly enfatiza con convicción:

La idea es que ellas puedan soltarse y descargarse de las actividades domésticas. Pueden venir aquí a nuestras actividades, pero si al regresar a casa todo sigue igual, no estamos logrando un cambio real. Necesitamos que ellas aprendan a delegar y que los hombres se involucren más en las labores del hogar, que desarrollen una mayor comprensión de estas responsabilidades.

La sostenibilidad a largo plazo del Sistema Distrital de Cuidado enfrenta dos desafíos fundamentales: primero, mantener la voluntad política que garantice su continuidad; y segundo, reducir las barreras económicas que afectan a las mujeres cuidadoras. Sharon expresa esta preocupación:

Buscamos que el Sistema de Cuidado no se vaya debilitando. […] Esto empezó con la administración pasada, se posicionó, se potenció, llegó esta nueva administración, se sigue sosteniendo, sin embargo, necesitamos trabajar mucho en esa voluntad de continuar, porque las problemáticas de las mujeres cuidadoras siguen presentes, se debe reducir la barrera económica asociada a los trabajos de cuidado.

*Este reportaje se realizó con el apoyo de la Solutions Journalism Network y la Fundación Hewlett, a través del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica , una iniciativa de El Colectivo 506. El reportaje se publicó en colaboración entre El Turbión y El Colectivo 506.


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