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Por: Andrés Gómez – febrero 18 de 2008

“Barrancas bermejas”, según crónicas de conquistadores, fue lo que dijo un español al ver los colores rojizos que se despedían desde el Magdalena sobre las orillas del que sería el puerto petrolero más importante del país. Este rojo carmín fue la excusa del conquistador para tomar un respiro en la empresa de conocer la desembocadura del Río Grande de la Magdalena, llegó así este hombre codicioso y arriesgado a detenerse por un momento en el territorio de la nación de los yariguíes, hecho que empezó la desaparición aproximadamente de 35.000 nativos después de tres siglos. Sin embargo, sobrevivieron 15.000 de ellos hasta mediados del siglo XX, anticipando, desde la época de la conquista española, el carácter de generaciones posteriores que se resisten a opresiones, asesinatos, al miedo y al olvido.

El pastoreo, la búsqueda de quinua, tagua, recursos maderables y de petróleo junto con un Estado sordo y ausente fueron exterminando a los yariguíes aunque son también directos responsables hombres adormecidos que permitieron que la Standard Oil, hoy Exxon Mobil, y la Texas Petroleum destruyeran aldeas y medios de vida de los indígenas desde 1915 hasta mediados de siglo. De forma paradójica, al mismo tiempo que fueron exterminados los habitantes ancestrales de las tierras de las que mana petróleo de forma natural, desplazados de la época de la violencia corrían tras la fortuna de la bonanza petrolera y el trabajo, escondiéndose de los ‘pájaros’ que asesinaban en las regiones circunvecinas, encontrando descanso en los remansos rojos del Magdalena, que 12 generaciones atrás ocupaban hombres libres que llamaban La Tora a la capital petrolera de Colombia.

Generaciones de resistencia quedaron impresas en la piel de sus habitantes, además de los recuerdos de persecución y de las inconformidades hacia un Estado indolente. De esta manera, en 1922, se conforma la Sociedad Unión Obrera, que más tarde sería la Unión Sindical Obrera (USO). Desde 1922, la suerte de esta unión de trabajadores ha sido de resistencia y coraje: en sus comienzos contra las condiciones contractuales de las compañías extranjeras, en especial de la Tropical Oil Company (Troco); después a favor de la creación de Ecopetrol, evitando que la multinacional ganara la prolongación de la concesión de explotación; más tarde, evitando que se vendiera la compañía a Dow Chemical y ahora denunciando las políticas del presidente Uribe, quien, al crear la Agencia Nacional de Hidrocarburos, convierte a Ecopetrol en una sociedad por acciones y, a través de la misma, reparte concesiones a Shell, Chevron-Texaco, Exxon y otras empresas petroleras, sin importar que Ecopetrol genere más del 3.0% del producto interno bruto del país.

La Tora – Barrancabermeja, ha crecido como fruto de la esperanza y de la necesidad de todos los que han llegado a ella, inspirando, en medio del húmedo calor de su región, a pensadores libres que no han cesado en el empeño de construir una sociedad en la cual la palabra dignidad se reconozca en su sentido y no en migajas. Es por ello que las ideas de cambio se radicaron en esta ciudad y se encuentran ejemplos de organizaciones civiles lideradas por mujeres, como la Organización Femenina Popular (OFP), que, junto a la USO, ofrecen sus experiencias al resto del país. Esta historia, también, ha contado con las grandes tragedias de personas que han sido silenciadas por cantar a la vida y en favor de la dignidad humana. Desde antes de la arremetida por parte de grupos paramilitares, en 1998, las balas disparadas impunemente desde cañones estatales han segado la vida de luchadores por una vida digna. Uno de ellos fue Manuel Gustavo Chacón: músico, obrero, poeta y líder sindical de la USO, asesinado el 15 de enero de 1988 en desarrollo de una acción militar encubierta y, según habitantes y trabajadores, con participación de unidades de la Armada Nacional; del Batallón Nueva Granada, adscrito a la V Brigada del Ejército, y de la Estación de Policía de la refinería de Ecopetrol, información que reposa en los expedientes de las investigaciones que no han esclarecido el asesinato.

10 años después del asesinato de Manuel Gustavo Chacón, fuerzas paramilitares arremetieron, el 16 de mayo de 1998, asesinando a 7 personas y desapareciendo a otras 25. Su escalada continuó hasta que, justo antes de las elecciones en las que fue elegido Álvaro Uribe, lograron tomarse el casco urbano a través de sangre, miedo y traiciones. El dinero del narcotráfico, la extorsión a las comunidades populares, el control de la gasolina robada al oleoducto y los aportes de grandes empresas y ganaderos contribuyeron al crecimiento de los ejércitos de asesinos. Entre 1998 y 2001 embisten, siendo el último año el más cruento en cuanto a masacres ocurridas en barrios populares. Las desapariciones forzadas y los asesinatos que han corrido por el río Magdalena, desde la llegada de los paramilitares a la región, superan cualquier cifra que se tramite en Medicina Legal o que testifique la más diligente ONG. Debido al régimen de terror estatal y paramilitar, desde 2001 prosiguen actividades criminales y, aunque desde hace cuatro años los pobladores sientan relativa calma, 22 jóvenes fueron asesinados en la mal llamada ‘limpieza social’ en un solo barrio: Arenal.

A pesar del miedo que generan las masacres, los asesinatos selectivos, la ‘limpieza social’ y las amenazas silenciosas de hombres desconocidos –que vigilantes deambulan observando y notificando a superiores supuestamente desmovilizados–, la población sigue resistiendo desde las casas de madres comunitarias afiliadas a la Organización Femenina Popular (OFP), desde las reuniones de jóvenes que exigen, a través del arte, respeto a la vida y a la diferencia, desde los discursos sindicalistas que entienden las políticas de miedo y privatización que se radicalizan y coinciden al momento de tomar Uribe posesión de la casa de Nariño.

La Tora funde entonces su historia entre el bermejo y el azabache, mezcla el carmín de las aguas y la sangre de poetas de la vida con el petróleo que atrae conciencias densas y oscuras. Pero la vida puede más que la muerte, mientras el olvido sea olvidado y los brazos quemados se levanten como rayos oscuros y rojizos por la dignidad y la libertad.

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