Ernesto Cardenal - Foto: Adri Lagunes

Ernesto Cardenal - Foto: Adri LagunesPor: Harold Alvarado Tenorio – junio 12 de 2012

Ernesto Cardenal nació en Granada (Nicaragua) en 1925. Fue uno de los líderes de la llamada “Generación de 1940”, que recoge las experiencias del grupo de vanguardia y a la que pertenecen otros grandes poetas como Carlos Martínez Rivas y Ernesto Mejía Sánchez –a quienes tanto calcaría Álvaro Mutis–. La poesía de Cardenal representó, desde sus inicios, una reacción contra las tradiciones literarias nicaragüenses. Aun cuando escribiera poemas amorosos o luchara contra la dictadura de Somoza, quería siempre una poesía lúcida y objetiva, que pudiera y que debiera caracterizarse por su interés en la realidad de la vida cotidiana de Centroamérica.

Cardenal hizo la primaria en un colegio de los Hermanos Cristianos de León y luego ingresó al Colegio Centroamericano de Granada. Estudió humanidades en la Universidad de México entre 1944 y 1948, donde recibió título de maestro con la tesis “Ansias y lengua de la nueva poesía nicaragüense”. En 1947 fue a New York, donde estudió poesía inglesa y norteamericana en Columbia University entre 1948 y 1949, junto a Lionel Trilling y Karl Van Doren. Luego vivió por dos años en Europa. Regresó a Nicaragua en 1952 participando, desde entonces, en política. Muchos de sus amigos murieron durante la Conspiración de Abril de 1954, un fallido intento para derrocar a Anastasio Somoza, dictador asesinado en 1956. Durante esos años, Cardenal atravesó por una profunda crisis emocional y espiritual que le llevó a ingresar en 1957 al monasterio Trapense de Nuestra Señora de Gethsemaní en Kentucky, donde se hizo novicio bajo la dirección de Thomas Merton. Luego de dos años allí, los rigores del régimen monacal debilitaron su salud, continuando sus estudios en el monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección en Cuernavaca y luego, entre 1961 y 1965, en el Seminario de Cristo Sacerdote de La Ceja en Colombia. En 1965 se recibió de sacerdote en Nicaragua. Al año siguiente fundó en una remota isla del archipiélago de Solentiname una pequeña comunidad religiosa que luego sería destruida por las fuerzas del último de los Somozas. La comunidad pretendía seguir los lineamientos paulinos de una vida cristiana primitiva. No había reglas específicas que seguir, pero estaba organizada a la manera de una comuna o colonia donde religiosos, artistas, artesanos e intelectuales trabajaban unos al lado de otros.

Cardenal fue nombrado ministro de Educación con el triunfo de los sandinistas, cargo que desempeñó por varios años.

Durante su permanencia en la Universidad de Columbia entró en contacto con la poesía y las teorías de Ezra Pound, un descubrimiento decisivo para el desarrollo de su obra. Cardenal comparte con Pound y algunos otros poetas norteamericanos –Eliot, William Carlos Williams– la convicción de que hay poesía en cada aspecto de la experiencia humana, desde la economía y la política hasta la historia y la filosofía, y que las estructuras del poema pueden asimilarse, como lenguaje coloquial, a formulaciones estadísticas, artículos de periódico, fragmentos de cartas, crónicas históricas, sátiras, parodias, anécdotas, y cualesquiera clase de otros elementos tradicionalmente considerados extraños al poema. Él mismo ha incorporado a su poesía el método ideográfico de Pound, derivado de la creencia de que los conceptos generales pueden ser mejor expresados a través de la agrupación de conjuntos de individuos. Como en los ideogramas chinos, donde para significar rojo se combinan caracteres que signifiquen rosa, cereza o flamenco, Cardenal usa dos o más imágenes específicas: sacerdote-Mercedes Benz para sugerir la corrupción de la clerecía. Un lenguaje poético ausente de hermetismos, con predominio de la función referencial.

Estas consignas poundianas son evidentes en Epigramas (1961), una colección redactada en los primeros años cincuenta que circuló clandestinamente entonces. El libro se compone de treinta y cuatro traducciones de Catulo y treinta y nueve de Marcial, junto a cuarenta y nueve textos originales, desde poemas amorosos hasta ardientes sátiras políticas.

Hora 0 (1960), considerado uno de sus mejores poemas revolucionarios, fue concluido antes de su conversión religiosa. Trata de los padecimientos de Nicaragua como república bananera y sus inacabables dictaduras, escrito bajo los dictados de las consignas poundianas, haciendo cortes frecuentes entre pasajes y con un uso deliberado de prosaísmos para contrastar tanto las líricas evocaciones de la naturaleza, como el tratamiento épico de eventos históricos. Vívidos recuerdos de la propia participación del poeta en la revolución surgen en el texto.

Como novicio trapense en Gethsemani, a Cardenal le fue prohibido escribir sobre las cosas de este mundo, un acto de auto renunciación que aceptó con agrado, como su maestro Menton había hecho antes. Llevó, sin embargo, un diario espiritual que luego llamaría Vida en el amor, que concluiría en Cuernavaca, pero no sería publicado hasta 1970 con un prólogo de Menton. El libro, que tuvo una enorme importancia e influencia entre los católicos progresistas del continente, es, en su doctrina, una reminiscencia del neoplatonismo agustiniano, pero está espiritualmente ligado a las visiones franciscanas del mundo, al sostener que es por el amor que el mundo existe.

Las rápidas anotaciones que hizo en Gethsemani fueron ampliadas para dar cuerpo a los poemas de Gethsemani Ky (1960). Luego de su conversión, los temas de su poesía variaran poco. Cardenal seguirá repudiando un mundo regido por la violencia institucionalizada y por el concepto de propiedad privada, a los cuales apenas agregaría el místico amor de Dios. Su visión del mundo se hará más y más apocalíptica. Los poemas religiosos de este libro recuerdan sus primeros trabajos en la simplicidad de su imaginería y el énfasis en los detalles externos, en contraste con las abstracciones y las íntimas percepciones de muchos de sus versos religiosos. Los poemas de Salmos (1969), especie de Sermones de la Montaña, denuncian el despotismo y los sistemas opresivos creados por el capitalismo a través de sus instituciones y organizaciones secretas, sistemas de tortura y medios de exterminio. En uno de ellos dice:

“Líbrame Señor
de la SS de la NKDV de la FBI de GN
Líbrame de sus consejos de guerra
de la rabia de sus jueces y sus guardias”

La misma crítica directa a la avaricia y degradación de los valores se encuentra en Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (1965), una elegía de sobrecogedor pathos y compasión. El suicidio de la actriz es visto como símbolo del vacío espiritual y de la culpa colectiva del hombre moderno. El estrecho dudoso (1966) es un largo poema épico que describe la evolución social y política de Centro América, desde la Conquista española hasta los inicios del siglo XVII, con comentarios amargos sobre el presente. Homenaje a los indios americanos (1969) ofrece poemas que celebran la simplicidad y el sentido comunitario que hay en el pasado indígena, criticando el capitalismo contemporáneo. El volumen incluye poemas con intrincada estructura sobre temas mayas, incas y de los indios norteamericanos.

Entre las obras más notables de Cardenal figura Coplas a la muerte de Menton (1969), una elegía al poeta norteamericano, y Oráculo sobre Managua (1973), que pretende reconciliar la imagen benevolente de Dios con el horror de la devastación que dejó el terremoto de Managua, ese año, en plena navidad. En Cuba (1972) es un recuento en prosa de los tres meses que vivió en la isla en 1970. Su punto de vista sobre el gobierno de Castro es de simpatía, una visión ingenua del desarrollo de la revolución.

Cardenal ha dicho que su misión como hombre y como poeta es la de un revolucionario de Dios, que interpreta las enseñanzas de Cristo como esencialmente políticas y sociales. Cristo y Gandhi son los modelos en su lucha no violenta contra el mal y las injusticias. Cardenal cree, todavía, que la Iglesia Católica de Roma tiene un importante papel que jugar contra la inequidad social y las injusticias políticas en América Latina.

“Cardenal –ha dicho Eduardo Escobar– merece un lugar entre los grandes poetas en castellano. Es injusto pedirles a los grandes poetas obras maestras todos los días. Los poemas débiles forman parte del tránsito a los hallazgos. Y son muestras de la fidelidad a la vocación en todo caso. El estrecho dudoso y los Salmos y las armazones minimalistas de La Trapa, donde los tractores tienen tanto derecho como los grillos a figurar en el poema, hacen a Cardenal digno de respeto, admiración y atención”.

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