Esta décima edición del festival Metal de las Montañas demostró la solidaridad de los rockeros de Ciudad Bolívar con las víctimas de los crímenes de Estado - Foto: María Alejandra Pérez

Esta décima edición del festival Metal de las Montañas demostró la solidaridad de los rockeros de Ciudad Bolívar con las víctimas de los crímenes de Estado - Foto: María Alejandra PérezPor: Christian Peñuela y María Alejandra Pérez – julio 10 de 2012

El 23 y 24 de junio se desarrolló en la localidad de Ciudad Bolívar el Festival Metal de las Montañas, el cual permitió que diversas agrupaciones musicales de este género del rock mostraran su trabajo y se solidarizaran con los familiares de víctimas de crímenes de Estado, en especial de las ejecuciones extrajudiciales que ha cometido el Ejército, los mal llamadas falsos positivos.

Para el Movimiento Rock por los Derechos Humanos de Ciudad Bolívar, que organiza este festival que ya cumple diez años, este proceso tiene su mayor fortaleza en reivindicar la solidaridad a través del arte, como se manifestó en esta versión con las madres de Soacha, y el rechazo de los jóvenes hacia la estigmatización y criminalización que sufren día a día.

Voces guturales, autogestión y procesos sociales

Al festival concurrieron más de 1.500 personas, quienes disfrutaron de las presentaciones de 17 bandas de metal, con una variedad de sonidos que iba desde el hard rock, de Tres y Nadie; pasando por el melodic metal, de Eternal Lament; el death metal, de Divisor y de Sacrificator; el trash metal, de grupos como Cain y Rater R; el black metal, de Occultus de Cali; y algunas propuestas innovadoras como la fusión musical de los géneros heavy, power y grind metal, con Human Drain; y la fusión entre “metal muisca con punk” de Furia Negra, que definen su sonido como “wakilys”.

El festival tuvo el acompañamiento de organizaciones y colectivos de la cultura juvenil del metal como Metal por la Humanidad, de la localidad de Rafael Uribe Uribe; Rock Hyntiba, de la localidad de Fontibón; Suba hacia el Metal, de la localidad de Suba; y el colectivo interlocal Nihil, entre otros.

También participaron en el festival familiares de víctimas de ejecuciones extrajudiciales de diferentes regiones del país y que hacen parte del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice). De esta manera, hicieron presencia Blanca Díaz, madre de Irina del Carmen Villero Díaz; Odilia León Ramírez, sobreviviente de la Unión Patriótica y familiar de víctimas de las masacres de Caño Cibao y El Castillo en el Meta; Lucero Carmona, madre de Omar Triana Carmona; y Luz Marina Bernal, madre de Fair Leonardo Porras Bernal.

Galería de la memoria - Foto: María Alejandra Pérez

Durante el evento se instaló, bajo una carpa, una galería de la memoria donde muchas de estas madres y mujeres activistas políticas fueron participes en la sensibilización al público sobre sus casos con fotografías, pancartas y testimonios personales sobre sus luchas sociales por la memoria, la verdad, la justicia, las exigencias de reparación por parte del Estado y garantías de no repetición.

Blanca Díaz señaló en tono jocoso que “nunca había asistido a un concierto de éstos y cuando entré me dio como susto y me dio la mala impresión de que estaban peleando sin saber que estaban era bailando y divirtiéndose”, refiriéndose a la manera en que tradicionalmente los metaleros expresan su energía a través del pogo. Luego, recordando a su hija, dijo a los asistentes: “¡Qué rico hubiera sido ver entre todos y todas ustedes a mi hija! Si estuviera viva tendría la edad de ustedes y estaría gritando muy alegre como ustedes”.

De la misma forma, Lucero Carmona confesó al ver al público del festival que a su hijo “le fascinaba el rock pesado, el punk y también se vestía así. Le fascinaba, aunque yo le peleaba, pero igual le respete sus cosas. Me parece verlo ahí con toda la juventud de hoy [en el festival], cierro los ojos y lo imagino que está ahí saltando y cantando”.

Por otro lado, el festival contó con la presencia institucional del alcalde local de Ciudad Bolívar, Juan Carlos Amaya, quien guardó mucha reserva ante las preguntas de algunos asistentes sobre su compromiso y apoyo hacia los procesos relacionados con estas culturas juveniles.También participó el director del Instituto Distrital para las Artes (Idartes), Santiago Trujillo, quien fue cuestionado por los organizadores del evento por el poco apoyo que este tipo de procesos culturales reciben de la Administración Distrital y por la cancelación de los foros locales que acompañaron al festival Rock al Parque en años anteriores.

Es importante resaltar que el Movimiento Rock por los Derechos Humanos de Ciudad Bolívar ha sido el único organizador del festival Metal de las Montañas, promoviendo un espacio alternativo y autogestionado de libre acceso al público metalero que, para ingresar, sólo debía llevar un kilogramo de alimentos no perecederos por persona, en solidaridad con las familias de las víctimas de las ejecuciones extrajudiciales. Asimismo, cabe mencionar que algunas de las bandas que hicieron su presentación en el festival integran la “Escuela de Formación Movimiento Rock” el cual es un proceso comunitario autogestionado e impulsado por ellos mismos en el cual vienen realizando una formación musical y política con perspectiva derechos humanos a muchos jóvenes de distintas localidades del sur de Bogotá.

Guitarras - Foto: María Alejandra Pérez

¿Qué es el Movimiento Rock por los Derechos Humanos de Ciudad Bolívar?

Juan Carlos Prieto, fundador de este movimiento, relata que hace más de diez años iniciaron con sus actividades “como una iniciativa voluntaria de amigos y amigas que asistíamos a Rock al Parque y veíamos como todo ese público o nube negra provenía de varias localidades populares como Ciudad Bolívar, Tunjuelito y Kennedy, entre otras, y fue en ese entonces que nos preguntamos por qué no existen festivales de este tipo en las localidades”.

Fue a partir de esa idea que se cuestionaron sobre cómo lograr condiciones dignas para la creación artística, así como lugares para la práctica de los músicos del metal y escenarios y eventos culturales en las localidades del sur de Bogotá. Como no existían iniciativas del Estado o la empresa privada que permitieran cumplir con estas metas, han sido sus propios esfuerzos los que han permitido que hayan alcanzado algunos de sus objetivos. “Al inicio, fue fuerte y muy complicado porque nos tocaba pedir salones de las juntas de acción comunal y parques pequeños que muchas veces nos negaban porque siempre nos rotulaban por ser mechudos y vestir de negro […] ha sido una lucha social para que actualmente contemos con algunos esfuerzos mínimos de la Alcaldía Local y del programa Jóvenes Conviven por Bogotá”, afirma Juan Carlos.

Esta lucha social termina extiendiéndose al trabajo de defensa de los derechos humanos y en contra de la criminalización hacia la juventud. Juan Carlos recuerda que “en 2007 nos sorprendimos por la ola de violencia en distintos barrios de Ciudad Bolívar y nos dábamos cuenta de que nos estaban matando como jóvenes porque algunos sectores que hacían limpieza social creían que el rock y el metal no eran cultura sino delincuencia”.

Juan Carlos Prieto comentó, además, que el trabajo en derechos humanos no sólo se ha dirigido a los jóvenes sino que se ha demostrado solidaridad con otros sectores sociales, ya que se ha trabajado con “población en situación de discapacidad física, con población en situación de desplazamiento forzado, víctimas de la violencia sociopolítica del país y con muchas familias de los barrios Paraíso y Divino Niño de la localidad de Ciudad Bolívar, damnificados por la temporada de lluvias del año pasado”.

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