Por: Shirley Muñoz – enero 25 de 2013
En junio de 2011 el gobierno emitió el Decreto 2025, mediante el cual se prohíbe que las Cooperativas de Trabajo Asociado (CTA) hagan intermediación laboral. Este hecho generó que muchas de ellas, sobre todo dentro del sector de la salud, se transformaran en falsos sindicatos para seguir intermediando y explotando a las y los trabajadores bajo la figura del ‘contrato sindical’.
Uno de eso falsos sindicato es Sintrasan, protagonista de esta crónica; la otra protagonista es Sandra, auxiliar de enfermería, quien sufrió en carne propia las malas prácticas laborales de Sintrasan, que la despidió y violó varios de sus derechos, desconociendo incluso el fallo de tutela que ordena su reintegro y la restitución de sus derechos violados.
A comienzos de 2012, Sandra Vanegas llevó su hoja de vida al Hospital La María de Medellín, donde esperaba obtener un puesto como auxiliar de enfermería. Días después recibió una llamada del Sindicato de Trabajadores de la Salud (Sintrasan), organización encargada de realizar la contratación de los empleados del hospital. Le anunciaron que debía someterse a una serie de pruebas para evaluar si era apta para ocupar el cargo.
Sandra así lo hizo. Pasó los exámenes de conocimiento y aptitud física, otro de laboratorio y una prueba de rayos X del tórax. El examen del médico de salud ocupacional fue rápido y somero: le hizo las preguntas de rigor que ella respondió, los resultados salieron bien y la habilitaron para ingresar al hospital como enfermera. Posteriormente, Sintrasan la llamó para firmar el contrato y, aunque en éste no se definía una fecha de terminación, de manera verbal le hicieron saber que iban a contar con sus servicios por dos meses.
Fue así como el 2 de abril Sandra comenzó labores en la Unidad de Cuidados Intensivos, hecho que la llenó de felicidad pues éste es el cargo más alto al que puede aspirar una auxiliar de enfermería.
En un principio encontró un buen ambiente de trabajo, se adaptó fácilmente a las dinámicas del servicio y se acopló al equipo al que fue asignada. Pasados diez días la situación comenzó a cambiar: Sandra empezó a percibir asomos de acoso laboral por parte de Mauricio, un médico internista. Cada vez que él se dirigía a ella lo hacía en un tono fuerte, al que se sumaron después insultos y regaños. Esta situación era el preámbulo de la serie de maltratos y humillaciones a la que la sometería en las semanas siguientes.
Desde el día en que sintió el primer acoso Sandra tuvo la intensión de renunciar, pero la coordinadora de la Unidad le pidió que no lo hiciera e intentó solucionar la situación a través un llamado de atención al médico que de nada sirvió, pues los acosos no sólo no amainaron sino que cada vez se hicieron más insoportables.
Y así, tratando de sobrellevar su situación de la mejor manera posible, Sandra continuó tres meses más, hasta la noche del 22 de julio, cuando el estrés generado por el acoso, la preocupación por los problemas personales que en esos días la afligían y la tensión por el poco descanso que había tenido tras dos turnos nocturnos seguidos la llevaron al colapso de su estado anímico. Esto le produjo una crisis nerviosa que hizo necesario su traslado a una clínica de reposo. Sucedió que el trastorno bipolar afectivo –enfermedad que le había sido descubierta en 2010– se le manifestó nuevamente.
Después de 19 días de incapacidad, el 12 de agosto Sandra regresó a laborar y se enteró de que todos sus compañeros conocían su situación, pese a la discreción que desde el inicio pidió para su caso.
Comienzan las irregularidades
Sólo dos días habían pasado desde su regreso de la incapacidad cuando Luz Edilma Rico, coordinadora de Sintrasan, la llamó a su despacho:
—¿Ud. por qué ocultó información sobre su trastorno bipolar? —le preguntó.
—Ese trastorno hace parte de mi vida personal —le contestó ella.
—En todo caso, el sindicato ya se reunió con los directivos del Hospital La María y decidimos que usted no puede continuar aquí: no es apta para trabajar en ningún servicio de salud, es un riesgo para los pacientes y para el personal del hospital.
El anuncio la tomó por sorpresa. No entendía la situación. ¿Por qué la señalaban y la apartaban de su profesión cuando su trastorno bipolar nunca fue un impedimento en su vida laboral? Desconcertada, aceptó la decisión del sindicato y el 16 de agosto hizo su último turno en el hospital.
Si bien en un principio no había querido impugnar la injusta decisión de Sintrasan, cambió de opinión cuando la EPS a la cual está afiliada le negó la entrega de la medicación para su trastorno porque el sindicato estaba en mora con los pagos. Indignada por la situación, comenzó a indagar y se enteró de que, pese a que su ingresó al servicio fue en abril, el sindicato apenas la afilió a la seguridad social en junio e interrumpió los pagos en agosto. También se enteró de que no estaba afiliada al sistema de pensiones.
Había una irregularidad adicional: había firmado dos contratos, el primero con fecha del 2 de abril y el segundo en el mes de junio. Sin embargo, cuando le pidió al sindicato la copia de ambos se enteró de que el segundo contrato había sido modificado y aparecía con fecha del 3 de abril, con una duración de 3 meses para culminar en junio y no en agosto como inicialmente había firmado.
Con toda esta información Sandra acudió al Centro de Atención Laboral (CAL), donde recibió asesoría para entablar una tutela en contra de Sintrasan. Adjuntó todas las pruebas que alcanzó a recoger. La tutela fue fallada a su favor el 25 de septiembre. El juez ordenó al sindicato su reintegro inmediato al hospital y el pago salarial de los días no laborados desde su despido, así como las cuotas de salud y pensión que dejó de aportar. Pero, el sindicato no cumplió en sus totalidad con lo ordenado por el juez.
El 28 de septiembre, Sandra recibió en su correo electrónico una notificación del sindicato en la que le anunciaban su reintegro, fijado para el 4 de octubre, pero un día antes, Luz Edilma Rico, coordinadora de Sintrasan, la llamó para avisarle que la fecha del reintegro se posponía porque antes debía practicarse un examen en un centro médico cuya dirección ella le proporcionó, junto con el nombre de la persona que la atendería.
Ese mismo día, la coordinadora de salud ocupacional del hospital le comunicó la imposibilidad de reintegrarla a la Unidad de Cuidados Intensivos, toda vez que no la consideraba apta para ese cargo. En su lugar, le ofreció servicios de rango menor, como hospitalización o programas de promoción y prevención. Sandra se negó a aceptar esa restricción y solicitó que se tomara en cuenta el diagnóstico de su psiquiatra, que era contundente en calificar su estado como normal y la calificaba como apta para laborar sin ninguna restricción. No obstante, la coordinadora de salud ocupacional desestimó este informe, sosteniendo que no quería tomar ningún riesgo con ella.
Simultáneamente, según Sandra se enteró, el señor Leandro Bonilla, representante legal de Sintrasan, apeló el fallo de la tutela, alegando que pese a los conceptos médicos positivos, ella estaba imposibilitada no sólo para trabajar en el hospital sino también para desempeñar su profesión como auxiliar de enfermería. “Está poniendo en riesgo su propia salud y la de sus pacientes”, fue uno de sus argumentos.
El panorama se complicó. Sin embargo, Sandra recibió otra comunicación en la que le notificaron que debía presentarse a trabajar el 10 de octubre. Aquel día llegó temprano, uniformada y lista para retomar sus labores, pero antes se reunió con la coordinadora del servicio de enfermería del hospital y con la coordinadora del sindicato, de quienes escuchó frases que la dejaron sin palabras.
—Sandra, usted no puede trabajar acá —dijo la coordinadora del hospital—. Porque, póngase a pensar: si yo, que soy una persona normal, me enfermo, cómo será usted.
—Un momento. ¿Quién le dijo que porque yo tengo un trastorno bipolar estoy más enferma que usted? —respondió ella.
—Lo que pasa, Sandra —terció la coordinadora de Sintrasan—, es que yo no tengo cupos para brindarle aquí, en este hospital.
—Entonces, ¿yo qué hago? —le preguntó.
—Váyase para la casa y si algo pasa yo le aviso —le respondió.
Se sintió humillada con las respuestas. No entendía la situación ni mucho menos el juego en el que la estaban envolviendo. Esta sensación se repitió al día siguiente cuando, a petición de la coordinadora del sindicato, acudió a hacer un turno en la Unidad de Cuidados Intensivos y, a mitad de la jornada, le dijeron que se podía ir para su casa. Comprendió el sentido de esa orden cuando el coordinador médico de la unidad le dijo:
—No la quiero ver aquí. Usted es un riesgo para mis pacientes y para mi grupo de trabajo. Mire a ver para dónde se va y, cuando sea una buena auxiliar, miramos si la traigo otra vez para acá.
No tuvo más opción que irse para su casa, con la promesa de que la llamarían para asignarle un cuadro de turnos en un servicio distinto a cuidados intensivos. Pero esa llamada nunca llegó. Desde entonces, ha pasado más de un mes y sigue en su casa a la espera de que, tal como lo ordenó la tutela, su reintegro se haga efectivo. Además, Sintrasan se ha negado a pagarle las cuotas que dejó de cancelar al sistema de seguridad social.
Argucias de un falso sindicato
De acuerdo con la Escuela Nacional Sindical, Sintrasan es uno de los 20 falsos sindicatos que reemplazaron a igual número de cooperativas de trabajo asociado, atendiendo al decreto del gobierno que prohíbe a éstas la intermediación laboral. Esta transformación se hizo con el objetivo único de seguir tercerizando y explotando a los trabajadores de la salud.
Como sindicato formal que es, Sintrasan está habilitado para suscribir contratos sindicales con los centros hospitalarios donde presta servicios, es decir, es sindicato y patrón al mismo tiempo, una ambigüedad que Sandra ha sufrido en carne propia porque no sólo ha resultado ser un falso sindicato sino también una organización que no hace respetar los derechos laborales de sus asociados y que tampoco respeta los fallos judiciales.
En suma, Sintrasan se comporta como una típica bolsa de empleo, totalmente supeditada a las órdenes de las entidades donde presta servicios. Entre la cooperativa de trabajo asociado que era y el sindicato que hoy es prácticamente no hay ninguna diferencia. Este hecho lo pudo comprobar Sandra cuando se dio a la tarea de investigar lo que pasaba con sus compañeras de trabajo, también afiliadas al sindicato. Se dio cuenta de que, al igual que ella, varias no estaban afiliadas a salud y pensión, aunque mensualmente se les deducía el dinero de sus sueldos.
Por eso, hoy Sintrasan es un sindicato que enfrenta varias demandas por despido injustificado de sus trabajadores y otras irregularidades por el estilo, pues, según Sandra, ha implementado un sistema de contratación y despidos calculado para evitar pagar obligaciones como la seguridad social.
Para Sandra el daño ya está hecho. Todos los días se levanta preguntándose por qué le ha tocado pasar por una experiencia así cuando ella es una profesional apasionada por la enfermería. Por ahora, su única opción es quedarse en casa hasta que el juez dé trámite al incidente de desacato por el incumplimiento del fallo de tutela que ella interpuso y que espera genere resultados a su favor.
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* Publicado originalmente por la Agencia de Información Laboral de la Escuela Nacional Sindical.
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Buen dìa.
Muy buena la cronica, es una realidad social que vive Colombia en cuento a la tercerizaciòn laboral. Quiero saber si tienen pruebas que vinculen a SITRASAN con una antigua CTA Cooperativa de Trabajo Asociado, les agradezco la informaciòn es para efecto acadèmicos. Gracias.