Por: Andrés Monroy Gómez – abril 15 de 2014
En la noche del pasado 12 de abril, un grupo de aproximadamente treinta personas, que claramente defienden la ideología nazi y el fascismo, arremetió contra los murales pintados en proximidades del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá. Allí se rinde homenaje a las miles de víctimas de la violencia política que se ensañó contra los militantes de la Unión Patriótica (UP), así como a los despojados de sus tierras y los sindicalistas silenciados por su lucha social.
Durante más de una hora los neonazis pintaron sus consignas y emblemas en estas paredes, mientras que la presencia de un vehículo de la Policía que permanentemente ubicado a menos de diez metros de los murales no fue suficiente para evitar estos hechos. Durante ese tiempo brilló por su ausencia el mediatizado refuerzo a la seguridad de la capital, anunciado por el alcalde (e) Rafael Pardo, a través de la incorporación de más policías y la militarización de la ciudad.
A la búsqueda de una explicación
Para Camilo González Posso, director del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, esto es una campanada de alerta sobre la intolerancia y la polarización que existe en la sociedad colombiana, así como sobre la existencia de gente interesada en elevar los niveles de agresividad y de violencia en la ciudad. “Ellos aprovecharon una plazoleta que simboliza la memoria y una coyuntura doble por las jornadas del Día de las Víctimas y la jornada electoral que viene. Entonces, buscan generar perturbación y amenazas y dar a entender que la paz tiene unos contradictores fuertes”, precisó González, quien agregó que los responsables hacen parte de “un grupo muy organizado, metódico, con una actividad planeada. Según la autoridad [policial], al preguntárseles por qué no intervinieron, respondieron que eran muchos y estaban armados”.
Grafiti y seguridad
Mientras algunos sectores centran el debate en conceptos de estética urbana, especialmente cómo manejar los grafitis en la ciudad, la realidad de los hechos ocurridos en la noche del 12 de abril trasciende a escenarios de intolerancia y agresiones que de los muros están pasando a las personas.
Según González “hay un debate en la ciudad muy fuerte sobre el tema de los grafitis en el eje de la 26. Inclusive la Policía intervino sobre los puentes, con el argumento de aplicar la teoría de la seguridad de las ventanas rotas. Otros dicen que esto no contribuye a la memoria histórica sino al desorden, que no hay una estética y es un caos urbano. También hay opiniones contrarias que reclaman la importancia de permitir el lenguaje ciudadano, el de los jóvenes, y en este sitio, que no se trata solo de grafitis sino de reconocimiento de las víctimas, de permitir que el espacio público se convierta en un espacio de encuentro de la ciudadanía para hablar de paz”.
La reflexión de Roberto Romero, jefe de prensa del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, se traslada a una columna de opinión que podría ser importante a la hora de interpretar conductas como la ocurrida el 12 de abril. “Usted conoce a Rafael Guarín, ex viceministro de Defensa. El 29 de marzo del 2014, en su muy leída columna en Semana.com llamada “Muladar grafitero”, cuestiona el uso de los grafitis como propaganda criminal”. Más adelante Guarín reclama que en el mural se incluya la imagen de Manuel Marulanda”
Al respecto, Romero llama la atención sobre las implicaciones de desconocer hechos históricos, como los 30 años de los acuerdos de la Uribe, hito de la fundación de un movimiento que permitiría el tránsito de la lucha armada al debate electoral.
Luego Romero cita nuevamente al columnista Guarín, cuando este último afirma que “arreglar la casa, arrancando por los grafitis y la protección del espacio público y de la propiedad privada, es indispensable. Bogotá necesita autoridad, no políticas orientadas a expandir el desorden”. Al respecto, el periodista Roberto Romero se pregunta: “¿por qué durante más de un año no pasó nada, pero quince días después de escrita esta columna ocurre esto?”.
Por su parte, César Jerez, fundador de la Agencia Prensa Rural, considera que “el fascismo, como una expresión muy clara de la ultraderecha, va in crescendo en nuestro país. Es una expresión de la polarización política que deja claro lo que siempre hemos denunciado, y es que la presencia de tendencias neonazis en Colombia es real”. El líder campesino precisó que “éste es un símbolo de las violaciones sistemáticas contra la oposición política. Este mural expresa el sentimiento que nos deja a toda la sociedad el exterminio de la UP. Perturbar, dañar y estropear este mural que expresa el sentimiento que nos deja a toda la sociedad el exterminio de la UP es una señal clara de que en Colombia todavía estamos lejos de efectivas garantías para la participación política”.
La respuesta
“Luego una convocatoria que hizo Idartes en el 2012, el Colectivo Artístico Animal Unos ganó (sic.) el premio para pintar murales de memoria en la ciudad, acompañados por las víctimas, pues basaron su proyecto en la idea de cabildos abiertos. Los murales se terminaron en marzo de 2013. Estos tres murales tuvieron el permiso de los propietarios de los inmuebles,”, señaló Roberto Romero, al explicar el origen de las obras atacadas.
Como reacción a estos hechos, González Posso manifestó que es momento de aprovechar la coyuntura “para convocar a todo el mundo a debatir sobre la importancia de la memoria, el homenaje a las víctimas y la tolerancia. Creo que si se trata de construir paz, no se puede hacer dentro de un discurso de exclusiones y señalamientos. Uno de los capítulos más importantes que tiene que cerrar Colombia es el del genocidio de la UP y esas pequeñas muestras de reconocimiento son parte de lo que tenemos que hacer para que este país se enderece a la paz”.
Desde la perspectiva de César Jerez, el mensaje debe ser claro. “La paz se impondrá. Nuestro futuro no puedes ser el odio y la guerra permanente. Hay que construir escenarios, como lo hemos hecho estos años, para que Colombia sea un país incluyente donde todas y todos podamos expresarnos y participar de manera efectiva en política”.
Mientras tanto, es evidente el largo camino que deben recorrer las autoridades y la sociedad en general para entender el enorme valor de los murales de la memoria. Los muros no sirven solamente para aislar, encerrar o dividir, tal como lo hemos visto en tristes ejemplos históricos y actuales.
Además, los llamados formadores de opinión deben entender la responsabilidad de sus expresiones en un país tan propenso a legitimar las agresiones basándose en la postura de alguien con un mediano reconocimiento público.
Finalmente, el debate queda abierto: ¿qué posición debemos adoptar como sociedad frente a un colectivo que reivindica una ideología que llevó al mundo a una de sus más grandes vergüenzas del siglo XX y sigue promoviendo hechos similares?
Si encuentras un error, selecciónalo y presiona Shift + Enter o Haz clic aquí. para informarnos.