Las víctimas del nordeste antioqueño siguen luchando porque se haga justicia y porque se acabe definitivamente el paramilitarismo - Foto: Camila Ramírez

Las víctimas del nordeste antioqueño siguen luchando porque se haga justicia y porque se acabe definitivamente el paramilitarismo - Foto: Camila Ramírez

Por: Camila Ramírez – abril 21 de 2015

Entre el 10 y el 11 de noviembre de 2014 se recordó a las víctimas del paramilitarismo en el Nordeste Antioqueño, en una peregrinación que incluyó a diversas organizaciones sociales de la región y a colectivos de víctimas que promueven el retorno de los campesinos a sus tierras y exigen que se termine la impunidad que ha reinado en esta región.

La jornada “Sembrando esperanza, cosechando memoria, reconciliación y paz” articuló, entre otras, a organizaciones sociales y culturales como la Corporación para la Defensa y promoción de los Derechos Humanos Reiniciar, la Corporación Acción Humanitaria por la Convivencia y la Paz del Nordeste Antioqueño (Cahucopana), la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos) y la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC).

El 10 de noviembre, en horas de la mañana, comenzaron a llegar las delegaciones de Bogotá, Barrancabermeja y Medellín a Vegachí (Antioquia). La jornada inició con una movilización que partió del coliseo y culminó en la plaza central del municipio, donde se realizó un acto de instalación que contó con la participación de la comunidad, la iglesia católica y la personería municipal.

Jael Quiroga, directora de la corporación Reiniciar, expresó que la realización de esta jornada “nos corresponde por un compromiso ético que tenemos de reconstruir la memoria de los muertos, de nuestros familiares, de nuestros amigos, de nuestros compañeros”. Frente a los asesinatos y desapariciones de varios líderes campesinos y militantes de la Unión Patriótica en la zona desde los años 80 manifestó que “no hay ninguna justificación para que hubieran muerto, para que hubieran sido desaparecidos o torturados, no hay ninguna en la faz de la tierra, ninguna justificación”.

Durante la jornada se recordó la masacre perpetrada el 29 de febrero de 1997 en el municipio de Vegachí, en la que grupos paramilitares asesinaron a 10 personas, desaparecieron a otras 3 y dejaron heridas a dos más. Los habitantes de Vegachí sobrevivieron a varias incursiones paramilitares en la región en la década de los 90 y, de acuerdo con testigos de los hechos, antes de estos hechos violentos el municipio era uno de los principales productores de caña de azúcar en el país y los campesinos también trabajaban la producción de cacao.

Jairo Alberto Uribe tiene 55 años de edad y desde los 9 años vive en este municipio. Él señala que “en Vegachí las generaciones hemos crecido oyendo hablar de violencia, hemos tenido que enterrar a nuestros muertos […] creemos que es una triste convivencia que hemos aprendido, creemos que al igual que el caficultor ha aprendido a vivir con la roya, nosotros aprendimos a vivir en esta violencia”. Jairo recuerda la masacre del 6 de noviembre de 1998 en la vereda Moná, cuando paramilitares del Bloque Metro torturaron y asesinaron a nueve campesinos: “llegó la minería a gran escala y posteriormente llegó un grupo armado que asesinó a muchos habitantes y, en ese mismo lugar, donde antes existía la vereda, hoy sólo están las ruinas de la minería a gran escala, están las casitas desvencijadas y caídas”.

En ese mismo sentido Martha*, habitante de Vegachí, narró su historia: “yo vivía en una vereda, pero me mataron a mi esposo y a mi nieto […] se tomaron la finca y con mis otros hijos nos tocó desplazarnos para aquí”. En voz muy baja y con los ojos llenos de lágrimas, doña Martha dice: “yo quisiera hablar más, pero usted sabe en este pueblo las paredes tienen oídos”.

El recorrido continuó y las delegaciones se trasladaron hacia el municipio de Remedios, lugar donde el 2 de agosto de 1997 los paramilitares asesinaron a siete personas, la mayoría militantes de la Unión Patriótica (UP) y miembros de la Junta Cívica y sólo una persona, Ramón de Jesús Padilla Arrieta, logró sobrevivir a esta masacre, con la que se pretendía exterminar a la UP como opción política.

En la plaza central del municipio se realizó la instalación del monumento en conmemoración a las víctimas de Remedios y se leyó el documento en el que se señalan los hechos de la masacre. La comunidad recuerda que ese día llegaron paramilitares con una lista de nombres y sacaban a la fuerza a las personas de sus casas. Al respecto, Jael Quiroga manifestó: “recuerdo al compañero Carlos Rojo, fue alcalde de Remedios y ya había dejado la alcaldía, estaba en sus cosas y no le perdonaron. Fueron hasta su casa y lo sacaron con una lista de diez personas y se llevaron a ocho. Los fueron sacando”.

Libia Rosa Rojo, hermana de Carlos Rojo, recordó a su hermano: “Era un muchacho incomparable, era cariñoso, le contaba chistes a uno, era muy humilde y ayudaba mucho a la gente. Cuando Carlos murió fue mucha la gente que lloró por él […] Carlos Rojo quedó en la historia y en el corazón de muchas personas, de muchos antioqueños, de mucha gente sufrida por la violencia“.

La comunidad del Nordeste Antioqueño ha sufrido durante casi tres décadas por el accionar conjunto de los grupos paramilitares en conjunto con miembros de la Fuerza Pública, que han señalado históricamente a los campesinos y opositores de ser colaboradores y aliados de la guerrilla para justificar toda clase de crímenes en su contra y despojar tierras de inmenso valor. Según denuncian varias organizaciones defensoras de derechos humanos, el Batallón de Ingenieros número 14 ‘Batalla de Calibío’, el Batallón de Infantería número 42 ‘Batallón de Bomboná’ y el Batallón Especial Energético y Vial número 8, todos adscritos a la  de la XIV Brigada de la VII División del Ejército Nacional, han participado en masacres y asesinatos de líderes campesinos en la región.

Libia Rosa comenta que “cuando vivíamos en La Cooperativa [Puerto Nuevo Ité, Nordeste Antioqueño] en el año 97, empezó esa guerra. Nosotros no dormíamos en la casa y salíamos de madrugada a hacer de comer, cosa que a las seis de la mañana estuviera toda la comida hecha para volvernos a meter al monte […] El grupo armado que entraba era de paramilitares […] revueltos todos paramilitares y Ejército“.

En la jornada también se instaló un monumento en homenaje a las víctimas de la veredas Cañaveral y Altos de Manila del municipio de Remedios. Entre los días 4 y 12 de agosto de 1983, un grupo paramilitar ingresó a las veredas y asesinó a 20 personas. Según los habitantes, el número de las víctimas puede ser mayor, debido a que se encontraron cuerpos desmembrados que hasta la fecha no han sido identificados. Esta masacre se le atribuye a los paramilitares de Carlos Castaño y a miembros del Batallón Bomboná.

En horas de la tarde, los buses y las delegaciones partieron hacia Segovia, municipio reconocido por la explotación de oro. Actualmente, grupos paramilitares como los autodenominados Héroes del Nordeste, los Rastrojos y los Urabeños se vienen disputando con las armas el control sobre la minería y, en medio de esto, varios pequeños mineros han sido asesinados y amenazados por cuenta de la exigencia de estos grupos de pagos de cuotas o ‘impuestos’ para poder trabajar en las minas.

En la mañana del 11 de noviembre se iniciaron los homenajes en la plaza central de Segovia. La gente del casco urbano se fue acercando con cierta timidez al lugar de la conmemoración en el transcurso de la mañana, mientras en el ambiente y en la mirada de la gente se percibían sentimientos encontrados. Las flores amarillas invadían este día la plaza, puesto que hace 26 años la plaza, la iglesia y las calles del pueblo fueron el escenario en el que el grupo paramilitar Muerte a Revolucionarios del Nordeste (MRN), asesinó y masacró a 43 personas.

La Unión Patriótica había ganado las elecciones a la alcaldía de Segovia con Rita Ivonne Areiza, lo que representaba una derrota para los partidos tradicionales. El 11 de noviembre de 1988 ingresaron los paramilitares al pueblo y perpetraron la masacre, dentro del plan de exterminio contra la UP. Después de esa noche quedó una inmensa tristeza en Segovia: muchos ideales truncados y machacada la posibilidad de hacer cambios políticos, sociales y económicos en el municipio por las vías democráticas.

Jael Quiroga afirma que “el genocidio contra la Unión Patriótica es el resultado de una persecución política de los caciques políticos de las regiones, que vieron en la Unión Patriótica un peligro para su hegemonía política bipartidista y que entraron a hacer alianzas criminales con paramilitares, Ejército, Policía y organismos de seguridad del Estado. Ese modus operandi se repite en las masacres de Remedios, Segovia, Vegachí”.

Cesar Pérez García, uno de los responsables de la masacre de Segovia, actualmente se encuentra en la cárcel de La Picota pagando una condena de 30 años de prisión. En mayo de 2013, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia halló culpable al excongresista de los delitos de homicidio múltiple agravado, lesiones personales agravadas y concierto para delinquir, “los cuales se enmarcan dentro del contexto de un crimen contra la humanidad que se ha categorizado como genocidio, como una especie del género de los crímenes de lesa humanidad”, según se consigna en la decisión del alto tribunal.

La jornada de conmemoración a las víctimas del Nordeste Antioqueño terminó con la instalación del foro “Víctimas, memoria histórica, paz y posconflicto” y con actos culturales para recordar a las víctimas, como la obra de teatro “Rigores de un pasado”, donde se reconstruyeron los hechos de la masacre de Segovia, y la música de agrupaciones como The Raza que en su canción “Memorias de un pueblo” denuncia los asesinatos y masacres en el municipio. Familiares y amigos continúan recordando y recuperando la memoria de sus seres queridos, a pesar de que persisten los grupos paramilitares en las regiones donde se realizó esta conmemoración.

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