Por: Ivonne Cardozo – 1 de octubre de 2010
El velado conflicto que vive el Sahara Occidental antecede a la ocupación de este territorio por parte de Marruecos hace 35 años. La historia infortunada del pueblo saharaui, caracterizado por ser nómada y de ascendencia árabe, ha sido desconocida por el mundo tanto como los atropellos de los invasores.
Mientras tanto, las principales potencias, como Estados Unidos, España y Francia, no rechazan la invasión ni reconocen el reclamo de independencia y autodeterminación saharaui, ya que están de por medio sus intereses políticos, comerciales y financieros. En particular, España es señalada como culpable de la invasión del Sahara Occidental en 1975, pues permitió que Marruecos tomara control de estos territorios, luego de que había sido su colonia desde 1884, y reconoció la soberanía de Marruecos y Mauritania en el controvertido “Tratado tripartito de Madrid”.
La ocupación militar generó total rechazo de la población saharaui, conformándose el Frente Polisario, movimiento político y militar de liberación del Sahara que proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en febrero de 1976, época desde la cual se desencadenó una guerra diplomática por el reconocimiento de este Estado independiente.
Treinta y cinco años después, la situación de la población del Sahara Occidental es cada vez más penosa: miles de refugiados que escaparon al dominio de Marruecos viven en el desierto de Argelia y quienes siguen sometidos a la ocupación militar marroquí padecen todo tipo de arbitrariedades, torturas, persecución y desapariciones forzadas.
Adicionalmente, los saharauis deben soportar la división de su tierra por un muro ilegal que es del triple del tamaño del Muro de Berlín, lo que no ha generado ningún tipo de rechazo por parte de los organismos internacionales que deberían velar porque esto no ocurra. Los saharauis viven la realidad de los campos minados, del excesivo control militar, de la división de la tierra y de la destrucción de miles de familias. El muro, más que una barrera física, es un pesado obstáculo que agrede psicológica y moralmente a las personas.
Se han usurpado los abundantes recursos en pesca, petróleo y gas para comerciarlos con las grandes potencias, generando ganancias a costa de la vida del pueblo saharaui y de la sistemática violación de derechos humanos, sumado a esto el hambre y la austeridad en la que viven los refugiados, quienes subsisten de ayudas humanitarias internacionales.
Recuperar su identidad cultural y su territorio buscan diariamente muchos sobrevivientes saharauis, que perdieron contacto con sus seres queridos, atrapados en la zona invadida, y quienes no pueden ondear las banderas que identifican a su nación, pues son sometidos a la tortura, la prisión y la muerte.
Los ínfimos esfuerzos y resoluciones de la ONU han encontrado todo tipo de trabas por parte de Marruecos, que no ha permitido la celebración del referéndum que se estableció como salida al conflicto en 1989, a través de la misión para el referéndum en el Sahara Occidental (Minurso), dado que el gobierno de ese país que exige que los habitantes marroquíes en la parte del Sahara ocupado participen del mismo.
Testimonio de un refugiado saharaui
El deseo expansionista y los intereses económicos de Marruecos en la zona ocupada ha generado todo tipo de sufrimientos a los saharauis que viven en este territorio y al otro lado del muro. Mohamed Ahmed Laabeid, uno de los líderes de la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (Afapredesa), es testigo de excepción de la dura situación de su pueblo y, en exclusiva para el Periódico El Turbión, relata los crímenes que cometen los militares marroquíes y la indiferencia del mundo frente a este conflicto.
Según Laabeid, su organización ha documentado, durante más de veinte años de trabajo, “3.500 casos de desaparición forzada, crimen común en el Sahara Occidental, de lo cual se deduce que la mayoría de las familias saharauis tienen uno o más familiares desaparecidos o retenidos, como en el caso de mi hermana, quien se encontraba en territorio ocupado y fue secuestrada junto con otros compañeros en 1992 por ondear la bandera del Sahara Occidental durante una manifestación pacífica”.
“Ella desapareció”, señala el defensor saharaui de derechos humanos, añadiendo que “no se supo nada durante cuatro años, lapso en el cual inicié labores en la asociación y, junto con amnistía internacional, lanzamos una campaña para encontrarla. El caso se alteró cuando mi hermana apareció en 1996 en el Tribunal Supremo marroquí, señalada como persona peligrosa […]” y “la condenó a veinte años de prisión, sin opción de defensa y sin seguridad jurídica. Inmediatamente, lancé por segunda vez una campaña internacional contra esta sentencia, pues no podía ser juzgada por haber ondeado una bandera, sin embargo, se negoció aisladamente con los presos y la única salida era que ellos trabajaran para el ejército marroquí o de lo contrario sus padres serían retenidos y torturados: mis padres habían sido presos políticos, una señal más del compromiso independentista que tiene cada generación saharaui con el pueblo”.
Mohamed continúa, diciendo que “ella fue enviada a trabajar con el ejército de Marruecos en Bosnia, por el conflicto con Serbia, durante cuatro años. Un día en el que salía a vacaciones con rumbo a su casa nunca llegó, sólo se informó que había muerto en un accidente de tráfico. Sin embargo, contradigo esta versión porque es una práctica común del ejército marroquí dejar a las personas en la carretera y luego atropellarlas: nunca se investiga el accidente porque los camiones manejados por los militares tienen inmunidad y no es aplicable ninguna ley contra ellos”.
Otra forma de represión de Marruecos sobre los saharauis, es detenerlos por visitar los campos de refugiados. Dentro de los casos más conocidos, según relata Mohammed, está “la detención de diez defensores de derechos humanos del Sahara Occidental que viajaron al campo de refugiados para encontrarse con sus familias, pero a su retorno fueron encarcelados arbitrariamente, acusados de atentar contra Marruecos y señalados como subversivos y espías de Argelia, estos presos políticos han pedido ayuda a la comunidad internacional, han manifestado durante meses su descontento a través de huelgas de hambre, pero aún siguen retenidos, torturados y sometidos al poder de nuestros ocupantes, que los condenan arbitrariamente, sin motivos legales ni pruebas”.
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