Los trabajadores de Campo Rubiales y los habitantes de la zona deben soportar la fuerte militarización - Foto: Camila Ramírez

Los trabajadores de Campo Rubiales y los habitantes de la zona deben soportar la fuerte militarización - Foto: Camila Ramírez

Por: Camila Ramírez – octubre 26 de 2011

Entre el 10 y el 14 de octubre de 2011, una caravana humanitaria compuesta por más de 200 sindicalistas, estudiantes, defensores de derechos humanos, líderes sociales y periodistas visitó el municipio de Puerto Gaitán (Meta) para poder verificar las graves denuncias de hacinamiento, enfermedades y persecución laboral que soportan unos 12.000 trabajadores de Campo Rubiales, la mayor explotación petrolera del país que produce al menos 250.000 barriles diarios de crudo para la multinacional Pacific Rubiales Energy (PRE), de orígen canadiense. La explotación excesiva de la fuerza de trabajo, la insalubridad, la pobreza en la zona y la persecución hacia los sindicalistas de la Unión sindical Obrera (USO) llevaron a los obreros a declararse en huelga el 24 de octubre pasado, sin que hasta el momento se logren soluciones de fondo de parte de la compañía ni garantías de parte del gobierno.

La Plaza los Libertadores de Villavicencio (Meta) se convirtió, el 10 de octubre, en el punto de encuentro de las delegaciones que participaron en la acción humanitaria. Desde allí, la caravana tomó rumbo hacia Puerto Gaitán por una carretera bordeada por extensos sembrados con caucho, pino y, cuando el sol se empezaba ocultar entre la llanura de monocultivos, llegó al gigantesco arco de acero decorado con enredaderas de flores que se levanta sobre la calle principal de Puerto Gaitán. Allí se encontraban cientos de habitantes del municipio petrolero, quienes esperaban a los viajeros para marchar hasta el parque principal, lugar donde se inició la Acción Humanitaria y Laboral, la primera que ha logrado entrar a Campo Rubiales.

Al día siguiente, la caravana seguía en Puerto Gaitán, donde se desarrolló un foro para hablar con la comunidad sobre los impactos de las transnacionales petroleras en la región. Jorge Gamboa, miembro del Comité Ejecutivo de la USO, denunció que las empresas transnacionales están violando los derechos humanos, no sólo de los trabajadores sino de los habitantes de la región y las comunidades indígenas, señalando que “en el Meta, la explotación del petróleo ha afectado el medio ambiente, a la cultura ancestral indígena y ha violado la consulta previa, que no es preguntarle a las comunidades indígenas y a los campesinos si quieren plata por dejar explotar petróleo en sus territorios sino que tiene que ver con el conocimiento que debe dar el gobierno, el Estado y las multinacionales de lo que van a desarrollar (sic)”. Además, aseguró que en Colombia “hay violación a las libertades sindicales y si no se respetan las libertades sindicales no se respeta la democracia: más de 2.700 dirigentes sindicales han sido asesinados”.

La Empresa Colombiana de Petróleos (Ecopetrol) descubrió, en 1983, los yacimientos de petróleo que hoy se explotan en esta zona de los Llanos Orientales de Colombia y, con los años, firmó una serie de contratos con Pacific Rubiales Energy que, hoy en día, permiten la extracción de 250.000 barriles diarios de crudo de los campos de Rubiales, El Pirirí y Quifa, cantidad cuestionada por la USO, que afirma que se podría estar extrayendo mucho más de este recurso no renovable sin que existan controles adecuados a la actividad de la trasnacional.

Dentro de las exigencias contenidas en el pliego de reivindicaciones de la USO está el libre ejercicio de la actividad sindical; aplicación del principio de “unidad de empresa” por parte de Ecopetrol, ya que es socio de PRE en este proyecto y posee el 60% de las acciones; nivelación de las condiciones de contratación para todos los trabajadores, bajo la modalidad del salario petrolero; la eliminación de la tercerización laboral; garantías de salud para todos los obreros; un trato digno y libre tránsito por Campo Rubiales.

Modernos campos de concentración

La caravana se instaló en el campamento Oasis, donde está ubicado el puesto de control La Bara, donde es el Ejército quien decide quién puede entrar o salir del campo petrolero. Allí, se desarrolló una reunión con la comunidad de la vereda Puerto Triunfo, que denunció que la trasnacional no sólo invadió sus territorios sino que coarta la libertad de desplazamiento de las personas, pues exige permisos para ingresar y salir de la zona.

Allí también se pudieron verificar las denuncias de trabajadores y extrabajadores –realizadas a pesar de la estricta vigilancia por parte de directivos de la compañía– sobre las condiciones a las que son expuestos: en Quifa los obreros están sometidos al intenso calor, duermen en carpas y no cuentan con aire acondicionado ni sistemas de ventilación adecuados, los baños no tienen agua, alguna zonas no cuentan con luz eléctrica, y, además, están encerrados por una cerca alambrada, como si fueran prisioneros de algún campo de concentración.

Manuel*, trabajador del campamento Quifa, aseguró que “en cada contenedor caben 12 camarotes [es decir], 24 personas. En las carpas blancas meten un promedio de 200 a 300 personas, pero la dormida no es permanente y depende del turno. Cuando comienza a calentar, dentro de las carpas eso parece un horno y, como no tienen aire acondicionado, peor. Hay personas trabajando todo el día y llegan a un campamento donde no hay agua y se tiene que dormir a altas temperaturas. Al otro día, levantarse y la misma situación: a trabajar”.

Explotados y sin estabilidad laboral

De otra parte, la mayoría de trabajadores de la millonaria trasnacional son apenas contratistas particulares o subcontratados por terceros. Como resultado, PRE y las empresas que esta compañía contrata se responsabilizan entre sí y no solucionan las necesidades de los obreros.

La mayoría de los contratos son de 21 días, para asegurar a los trabajadores siete días de descanso que no se remuneran. Sin embargo, hay casos de obreros que han trabajado entre 28 y 30 días sin descanso. También hay empresas tercerizadas que no hacen contratos por más de uno o tres meses, de manera que hay trabajadores que han laborado uno o dos años y dicen que ya no recuerdan cuántos han firmado en este lapso. Además, existen denuncias sobre situaciones de acoso laboral contra quienes resultan enfermos, producto de las malas condiciones de trabajo.

Prohibido enfermarse

El 13 de octubre, las delegaciones de la caravana se levantaron temprano para hacer la fila, bañarse y reclamar el desayuno. Esto lo tienen que hacer todos los días los trabajadores, los cuales se levantan desde la 4 am porque las filas son largas y el desayuno sólo lo reparten hasta las 7 am. Además, hay trabajadores que trabajan en lugares retirados de donde descansan y deben salir antes de las 6 am. Con la primera comida del día, los integrantes de la acción humanitaria subieron de nuevo a los buses para seguir su rumbo por un camino sin pavimento y lleno de polvo, mientras que los obreros seguían denunciado los padecimientos que soportan por tener un trabajo.

La falta de agua potable produce infecciones intestinales, deshidratación y fuertes olores que mantienen en difíciles condiciones a los obreros que, además, sufren de brotes y gripas constantes por los cambios de clima. Según los trabajadores, muchos de ellos no reciben atención médica adecuada o prefieren no pedirla porque ‘enfermarse es un delito’ dentro de los campamentos.

Fernando*, trabajador subcontratado, afirmó: yo fui contratado por la contratista Gayco SA, vengo trabajando aquí, en Campo Rubiales, dos años como operador. Mi trabajo es duro, porque me toca mantener las vías bien, pero ahorita me he sentido como enfermo de la vista y los pulmones. A nosotros nos toca todo el día en las carreteras y ese polvero me ha afectado. Uno no se puede enfermar porque ya lo están fichando. Nosotros hemos venido pidiendo a la empresa que nos mejoren los implementos laborales, como tapabocas y gafas, pero hasta el momento nada”.

Por su parte, Edier*, extrabajador del campamento Villa Gómez, afirmó que “las condiciones de salud en el campo son malas. Yo estuve enfermo, me picó el [insecto conocido como] pito, estuve tres días en el campo en donde sólo me daban pastillas y ya cuando me vieron muy mal me remitieron para el hospital. Uno le sirve al patrón si está aliviado, enfermo no […] A mí me sacan a las 2 pm enfermo y me dejan tirado en Puerto Gaitán. Me dijeron: ‘hasta aquí lo traemos’. Ese día no traía dinero, porque la tarjeta yo la dejo en la casa por si necesitan algo, y me tocó llamar para que me compraran el tiquete en Bogotá. La empresa dice que ellos lo cobijan a uno de Campo Rubiales a Puerto Gaitán, de resto ya es por cuenta del seguro de uno”.

De nuevo, rodeados de verde oliva

El largo camino parecía no tener fin y estaba sembrado, a lado y lado, de tubos plateados que encierran una gigantesca extensión de tierra. Cuando los buses se detuvieron, en una enorme valla de letras rojas se podía leer: “Propiedad privada, se requiere autorización para el ingreso”. La caravana había llegado al puesto de control más grande de Campo Rubiales, que cierra el paso a cualquiera con unas cercas que, dentro de pocos meses, estarán electrificadas.

Para quienes no habían regresado a Campo Rubiales luego de ser despedidos, la sorpresa es mayúscula: la desmedida militarización los hace pensar que PRE se prepara para una guerra y el encierro les hace pensar en un campo de prisioneros, como si los trabajadores fueran delincuentes sólo por el hecho de exigir trabajo digno a la empresa extranjera. Durante la tensa espera, bajo la mirada vigilante de los soldados, uno de los trabajadores colgó la bandera nacional de una de las alambradas, para recordarle a todos los presentes que pisaban territorio colombiano y no de la compañía canadiense.

Según Jorge Enrique*, trabajador de obra civil que lleva laborando tres años para PRE, “los campamentos parecen cárceles y no campos petroleros. Estamos encerrados por todo lado, fuerza armada por todo lado […] Por ejemplo, el 19 septiembre […] el ESMAD llegó a tirar gases, a romper vidrios, quemaron camionetas y después dijeron que era la parte obrera. Nosotros sí nos defendimos porque esos señores atacaron y nosotros no nos podíamos quedar quietos”.

Pasando este puesto de control, el viaje continuó hasta Baterías IV, otro campamento de esta multinacional. Al llegar, los trabajadores pararon sus labores para escuchar a los miembros de la caravana y a los dirigentes de la USO y de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), quienes denunciaron que PRE ha venido engañando a los trabajadores y al país al asegurar que ya se había hecho un acuerdo con los trabajadores. Afirmaron que la empresa montó un sindicato patronalista: la Unión de Trabajadores de Energía Nacional y Servicios Petroleros y Domiciliarios (UTEN), con la ayuda de la Confederación General de Trabajadores (CGT), a la que curiosamente se habrían afiliado en apenas tres días, 4, 5 y 6 de octubre, 700 trabajadores. Además, señalaron que este sindicato no representa los intereses de los 12.000 trabajadores que laboran en todos los pozos de Campo Rubiales.

El gran campamento

Poco después, la caravana llegó al campamento de Villa Gómez, donde duermen cerca de 7.000 trabajadores de PRE. Más de 1.000 personas participaron en la reunión, donde se expusieron los problemas más sentidos de estas personas.

Según las denuncias, Villa Gómez no alberga la cantidad de obreros para los que el campamento está adecuado, porque más del 20% fueron despedidos a raíz del paro y un buen número de los que se mantienen fueron enviados a descanso obligatorio antes de la llegada de la caravana humanitaria.

Germán* afirmó que “aquí era un barrial impresionante, pero después del paro han mejorado estos sitios. Nosotros creemos que se debe a que venía la caravana humanitaria, porque hay construcciones que las hicieron hace tres días, pero en donde nosotros dormimos no hay luz, no hay aire, nos toca acostarnos tarde porque el calor es impresionante y nos toca dormir al lado de unas plantas de energía que hacen ruido toda la noche y todo el día”.

Además, manifestaron que han vendido luchando por un aumento de los salarios, porque son bajos para trabajadores que, en una gran proporción, vienen de otras regiones del país, como Santander, Valle, Boyacá y la Costa Atlántica, y tienen que llegar a una zona con un altísimo costo de vida, como todas aquellas de las que se extrae el petróleo en Colombia. Llegar hasta allí tampoco es fácil para ellos: se han visto forzados a buscar fortuna en tierras lejanas por la falta de empleo en sus ciudades de origen, a las cuales tienen que volver en su semana de descanso mensual, teniendo que gastar hasta cuatro días viajando y apenas tres descansando, situación que se agrava cuando la carretera que comunica Puerto Gaitán con Campo Rubiales está en malas condiciones.

La noche ya llegaba y la caravana tenía que volver al campamento Oasis, porque PRE no había autorizado a la caravana humanitaria para acampar en Villa Gómez. Luego de un largo camino, la caravana llegó a Bogotá el 14 de octubre en la noche y una semana después se iniciaría la negociación del pliego de la USO, sin que hasta la fecha Ecopetrol ni la empresa trasnacional hayan dado soluciones a las reivindicaciones de los obreros que mayor riqueza generan en Colombia.

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