"¿Quién es, quién es? Ya lo voy a decir" - Ilustración: Sarah González

"¿Quién es, quién es? Ya lo voy a decir" - Ilustración: Sarah GonzálezPor: Marta Lucía Fernández Espinosa * – junio 14 de 2012

Un ‘Tigrillo’, embajador en Portugal en 1955 y en España en 1968 bajo el régimen de Franco, ministro de gobierno de Carlos Lleras Restrepo en plena vigencia del Frente Nacional. ¿Quien es? Ya lo voy a decir. El leopardus tigrinus que prefiere las zonas de mucha vegetación, tal vez por ser natural de centro y sur América, se sabe pariente de félidos contemporáneos, con quienes comparte en exclusiva el globo terráqueo.

Este ‘Tigrillo’ ha impregnado de elocuente saliva algunos nombres de beneméritos ultraconservadores como el del último leopardo, Gilberto Alzate Avendaño. Carlos Augusto Noriega ‘el Tigrillo’ y todos los leopardos que le anteceden no sólo están en plena vigencia en los tiempos denominados de ‘la violencia’ en Colombia sino que llevan los nombres de legiones y operaciones tanto alemanas como del Ku Klux Klan, que hacia 1915 se estaba refundando motivado por la película “El nacimiento de una nación” basada en el libro “Las manchas del leopardo” de Thomás Dixon. Coincide este momento de avivamiento del espíritu nacional estadounidense con el proyecto de las awakening communities de Mary Mims, que tanto enamoró a las sociedades de mejoras públicas que Carlos Eugenio Restrepo y Gonzalo Escobar habían traído a Colombia.

La apologética ha sido una auxiliar de la sofística y, en tanto tal, un producto al servicio de un mecenas. Las defensas enconadas de credos, la negación de crímenes, el obcecado blanqueamiento de las motivaciones para los atropellos y, sobre todo, el uso abusivo de la retórica –lo que se ha magnificado equívocamente en Colombia como inteligencia– han hecho suspirar a los que se quejan diciendo ‘ya no quedan en Colombia tigrillos ni leopardos’, y no precisamente en un lamento ecológico.

El hermano del ‘Tigrillo’ también se defendía en el arte de la panegírica que, en términos bien ramplones y para que todos entendamos, no es más que lambonería o lisonjería con un buen diccionario a mano. Para las épocas difíciles en Colombia, contemporáneas al aciago 9 de abril de 1948, resulta bien llamativo el hecho de que Alex Tovar, el saxofonista de Lucho Bermúdez, componga una canción que extrañamente hoy es el himno del Deportivo Cali y que ha sido cantada por Beni Moré con Dámaso Pérez Prado, Celia Cruz, el Gran Combo y otras orquestas de talla internacional. Cuando se grabó la canción en Bogotá, fue la voz de Jorge Noriega, el hermano del ‘Tigrillo’, quien la inmortalizó en el acetato dedicándola a “un antioqueño muy trabajador y muy querido en toda la nación”. ¿Quién es, quién es? Ya lo voy a decir. Todavía resulta más inverosímil que la canción se hubiese compuesto para un ‘antioqueño desconocido’.

En 1948 y tras el paisa motivo de la inspiración, que huyó de la capital para instalarse en el barrio Prado Centro, Lucho Bermúdez dejó de tocar con su orquesta en el Hotel Granada de Bogotá y huyó también a Medellín para vincularse con los suyos, como la orquesta de planta del Hotel Nutibara y el Club Campestre. ¿Qué hacía a Medellín un sitio propio para escapar de la violencia desatada en Bogotá con el asesinato de Gaitán? 1948 es el año en el que nacería la OEA por iniciativa de antioqueños y RCN (Radio Cadena Nacional), en la que la empresa antioqueña Fabricato compró la mitad del capital, pero también será un año crucial para el fútbol profesional colombiano.

Las genealogías antioqueñas, que tanto enorgullecen a los blancos en su búsqueda de parentescos con la nobleza europea, tal vez sólo lleguen a delatar el origen ‘ñapango’ de las acomplejadas élites colombianas. Sin embargo, como instrumento histórico, son un interesante fundamento para desnudar relaciones íntimas entre el Estado y los intereses privados, y, por sobre todo, dar cuenta de lo que es capaz de hacer militarmente un antioqueño en busca de abolengos que blanqueen su pasado y le permitan ocultar la historia. Al tiempo que se dice “cada quien puede comprarse una historia nueva o mandarse a hacer un buen relato”, los genealogistas acuden presurosos, porque ésta también es una oportunidad para hacerse a una fortunita y, de paso, alcanzar algún prestigio como panegiristas de paramilitares medievales. Y hubo un señor del siglo XVII que, al parecer, tuvo que cambiar de nombre por voluntad de quien a Antioquia lo envió. Y ese señor, que se hizo pasar por descendiente de caballero de la orden de Calatrava, al parecer no era más que un protegido político al que debían esconder en América y, para ello, le dieron una nueva identidad. ¿Quién es, quién es? !No lo puedo decir! Porque ni Maria Emma Escobar Uribe, de la Asociación Colombiana para el Estudio de Genealogías, quien ha buscado presencialmente en España todas las evidencias, ha podido descubrir quién es realmente don Pedro Echeverri Eguía, de quien no existe rastro alguno.

De este ser, al parecer, con nombre y apellido falso descienden todos los Echeverri o Echeverry de Antioquia y del occidente colombiano. Y es a un descendiente de este señor al que se le concederán 160.496 fanegadas de tierras en el suroeste antioqueño en 1835, en lo que se llamará la Concesión Echeverry, un terreno que le hará socio de la Concesión Villegas y la Concesión Aranzazu. Una negociación en la que se verán intervenir al mismo Aranzazu y a Mariano Ospina Rodriguez, gobernador y secretario respectivamente. La esposa de este descendiente Echeverry, dueño de la concesión, es la tía abuela de don Fidel Cano, fundador del Espectador en 1887, casado con María Elena de Jesús Villegas Botero, una descendiente de Fidel Villegas y Córdoba, el dueño de la realenga Concesión Villegas y antepasado también de Silvio Villegas el ‘Leopardo’ y de Lorencita Villegas de Santos, la esposa de Eduardo Santos.

Pero, también es descendiente de Gabriel Echeverri Escobar, uno de los cien empresarios más enaltecidos de la historia blanqueada. Figuran entre sus más elocuentes hazañas la colonización de Urabá, la fundacion de Colanta y Uniban, y sus actividades como ganadero, bananero, minero, impulsor de Carbocol, fundador y dueño del periódico El Mundo, etc. Actualmente investigado por su financiación a grupos paramilitares, que existen en todas las tierras de su propiedad. Como lo afirma José Darío Castrillón Orozco, “es conocido como dueño de media cordillera, con tierras en Urabá, Chocó, Norte de Antioquia, bajo Cauca Antioqueño, también en los montes de María. Todas zonas de conflicto con evidente presencia paramilitar”.

Es el padre del alcalde de Medellín, Anibal Gaviria Correa, y del gobernador asesinado, Guillermo Gaviria Correa. ¿Quién es? ¿Quién es? Ya lo voy a decir: Guillermo Gaviria Echeverri.

También es Echeverry la empresa Gonchecol que fundaron los hermanos Gonzalo, Julián y Alonso Echeverry Arango, comercializadores de café y acusados de exportaciones ficticias en 1986, con lo cual sostuvieron actividades diferentes a la razón de su empresa. Y de éstos es sobrino José Luis Echeverry Azcárate, el vallecaucano de ancestros paisas que hoy goza de todas las credenciales en las altas esferas del negocio deportivo nacional y mundial. Comparten éstos los mismos ancestros antioqueños que los hermanos Gonzalo y Juan Carlos Echeverry Garzón, descritos como pujantes empresarios del gremio de transportadores de basuras, lodos aceitosos y petróleo, además de otras actividades financieras: Gonzalo, un donante económico para la campaña de reelección, y Juan Carlos, en la junta directiva de Ecopetrol y ministro de hacienda de Juan Manuel Santos. Todos estos Echeverry comparten ancestros antioqueños de Rionegro con Fabio Echeverri Correa, el presidente de Ecopetrol, presidente de la Andi, gestor de la reelección presidencial de principios del siglo XXI en Colombia y consejero presidencial. Y, ¿a quién, a quién querían reelegir? ¿De verdad lo tengo que decir?

Pero Fabio Echeverri y Juan Manuel Santos no sólo comparten intereses económicos, en especial sobre la locomotora de la prosperidad, sino que comparten lazos familiares. Juan Pablo Echeverry Botero, de la misma ascendencia de Fabio Echeverri Correa, está casado con una hermana del presidente Santos. En Fabio Echeverry se puede observar con claridad que entre Santos y Uribe no ha existido ni existe disputa alguna: ambos presidentes han sido motivo de inversiones de los descendientes de la Concesión Echeverry. Héctor Echeverry Correa, quien fuera director del Banco Mundial, estuvo en las juntas directivas de Bavaria, Acerías Paz del Río y Corporación Financiera Gran Colombiano; fue condecorado por Ecuador, Colombia y Venezuela; llegó a ser secretario general del Partido Liberal; y, para sorpresa de cualquiera, figura como el miembro 651 de los 990 miembros de la Internacional Socialista. Fabio y Héctor son hijos del autor del texto “El ensayo en Antioquia” y del cual hemos conocido recientemente un fragmento denominado “El éxodo campesino”, en el que ya establecía la necesidad de atender a la vivienda urbana antes que a una reforma agraria, auguraba los altos precios y la necesidad de aumentar las importaciones de alimentos, la seducción a que nuevos ciudadanos vayan al campo a producir alimentos, así como la urgencia de permitir la autodefensa con un discurso lisonjero que parecía poner de relieve las necesidades de los más pobres.

¿Pero quién es el autor de estos proyectos? ¿Quién es? Lo tengo que decir: Luis Guillermo Echeverry Abad, el padre de Fabio y Héctor Echeverry Correa, que sería el precursor de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, ya que sus mejores postulados fueron llevados a cabo por éstos protegidos de los Echeverry. No obstante, el nieto de Luis Guillermo que recientemente representó a Colombia y Ecuador ante el BID, y estuvo aspirando a la dirección de la Federación de Cafeteros, se prepara a heredar el liderazgo de la Concesión Echeverry, que, como vemos, extiende ya sus alas por la geografía americana y busca crear Aerocafé. ¿Quién es? ¿Quién es? Se los voy a decir: Luis Guillermo Echeverry Vélez.

Los Echeverri o Echeverry son de los liberales de Rionegro (Antioquia), un liberalismo que se refiere a las disputas librecambistas y proteccionistas que se radicalizan hacia 1845. No obstante, Camilo Antonio Mario Echeverry ‘el Tuerto Echeverry’ y Mariano Ospina Rodríguez darían claridad a la inofensiva relación entre las élites liberales y conservadoras. Lo realmente importante para ellos era separar a las muchedumbres de la política y acabar con cualquier líder político que tuviese el apoyo de la plebe. Tal como nos los cuenta Jorge Orlando Melo en su trabajo “Colombia es un tema”, así lo señalaba Juan de Dios Aranzazu: el enfrentamiento real era “de los perdularios contra la industriosos, la de las plebes contra las clases elevadas, la del salvaje […] contra el hombre civilizado”. Desde entonces, ser liberal de Rionegro, o sea, de las élites, no tiene ninguna diferencia importante con ser conservador. En aquellos tiempos las montañas de Caramanta, sobre las que se erige la Concesión Echeverry, eran paso obligado entre el sur del país y el centro de Antioquia, lo que señala con precisión la ruta del proyecto económico del país y el verdadero centro de poder de la nación en los inicios de la República. Es éste el país de comerciantes y terratenientes que, por un lado, esgrimen a sus leguleyos y por el otro a los ejércitos privados de matones, ese país que generó la tristeza de Simón Bolívar al que tal vez no alcanzó a conocer. Hoy Caramanta apenas ofrece un 2% del su territorio a sus pobladores, el 98% restante está adjudicado o a la espera de concesión para la explotación minera. De acuerdo con Tatiana Rodríguez Maldonado, en el informe de Censat sobre Corantioquia del pasado 30 de mayo, estos proyectos mineros beben voraces de 22 fuentes de agua, impidiendo el desarrollo de la agricultura, la ganadería y la vida humana. El desalojo es el resultado, muchedumbres que tendrán que seguir huyendo hacia las ciudades. Un proyecto como éste que, primero, necesitaba tanta tierra baldía y, segundo, no marchaba al son de los ideales de independencia y unidad nacional de Antonio Nariño y Simón Bolívar era el proyecto sobre la realidad y las tierras colombianas que impidió que las ideas liberales lograran la fenomenología tan encomiada por los modernos. Mientras las ideas de libertad incendiaban el espíritu del pueblo, los pragmáticos diseñaban milímetro a milímetro una realidad que dejaría sin tierra a la democracia y las ideas del pueblo.

En 1948, y casi frente a la lápida de Jorge Eliécer Gaitán, se celebró el primer campeonato colombiano de la categoría Primera A del fútbol profesional. El 15 de agosto de 1948, siendo las 11:00 de la mañana, se inició el campeonato en la cancha del hipódromo de San Fernando en Itagüí. De los diez clubes que participarían, uno de ellos, al año siguiente, estaría haciendo de una canción para un antioqueño, su himno. Para el pueblo iba a ser el fútbol. De paso, este negocio iba a servir para la santificación de recursos de dudosa procedencia. Francisco José Echeverry Duque, nacido en 1902, tuvo un hermano homónimo llamado Francisco Luis Echeverry Duque, nacido en 1892. Ambos hermanos de Jesús María Echeverry Duque, presidente de la Asamblea Departamental y gobernador de Antioquia, y del médico Martiniano Echeverry Duque, que investigaría sobre la Silicosis, enfermedad que se presenta como efecto de la minería en la Frontino Gold Mines, y otros cuatro hermanos más, todos hijos de Francisco María Pastor Echeverry Bustamente, de la descendencia de Gabriel Echeverry Escobar. Tal vez fue Francisco José quien se hacía llamar el alférez, el propietario y gerente del lujoso Hotel Granada en Bogotá, el motivo de la inspiración de la canción. Tal vez se necesite mucho más que simple ‘queridura’, para que orquestas de talla internacional graben una ‘cancioncita desinteresada para un desconocido’. Pacho, como suele decírsele a los Francisco por estos lados, es el nombre del señor y su apellido abreviado Eché, lo hacen ‘Pachito Echeverry’ o ‘Pachito Eché’. Como hemos tratado de observar, los Echeverry se relacionan armónicamente con las danzas conservadoras, pero saben bailar los danzones liberales, siempre que éstos no representen al populacho.

“Pues sí, señores, ésta es la verdad, hay un señor de talento y razón, inteligente, despierto y gentil, que rinde culto siempre al corazón. ¿Quien es? Quién es? Se lo voy a decir. Es antioqueño y muy trabajador y es muy querido en toda la nación ¿Quién es? ¿Quién es? Se lo voy a decir, ya lo voy a decir. ‘Pachito Eché’ le dicen al señor y baila con gran ardor la danza y el danzón”.

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*Marta Lucía Fernández Espinosa es licenciada en Historia y Filosofía de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín, además de especialista en Planeamiento Educativo de la Universidad Católica de Manizales, Colombia.

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