Dilan Cruz fue asesinado usando elementos que, por sus características balísticas, tienen advertencias de sus fabricantes sobre su potencial letalidad.
Sin duda, Dilan Mauricio Cruz Medina se ha convertido en el símbolo del paro nacional en Colombia. El pasado 25 de noviembre, después de dos días de agonía, este estudiante se convirtió en la cuarta persona asesinada por la Fuerza Pública en medio de la actual ola de protestas, la más grande en más de cuatro décadas. Su muerte no solo ha sido un ingrediente clave del movimiento sino que ha dejado abiertos múltiples interrogantes sobre la manera en que actuaron los uniformados y las técnicas que estarían empleando para reprimir las movilizaciones ciudadanas.
La primera de estas preguntas ha girado en torno al tipo de objeto que penetró el cráneo del joven por el parietal derecho, arriba de la oreja, causándole un grave trauma que determinó su fallecimiento. Aunque al principio se especuló con que habría sido una granada de gas disparada por alguno de los policías que actuaron en la tarde del sábado 23 de noviembre sobre la calle 19 con carrera 4 de Bogotá, debido a la frecuencia en que los uniformados han causado lesiones en la cabeza o los ojos de los manifestantes con estos artefactos, la información disponible hoy apunta en otra dirección.
El pasado 28 de noviembre, la directora del Instituto Nacional de Medicina Legal, Claudia Adriana García Fino, leyó a la prensa un comunicado en el que asegura que el análisis forense a las evidencias recogidas de la necropsia y en el lugar de los hechos permiten concluir que se trató de un homicidio “ocasionado por munición de impacto […] tipo bean bag, disparado en un arma de fuego tipo escopeta calibre 12″.
Esto corresponde claramente con las declaraciones ante diversos medios del paramédico Alejandro Gutiérrez, quien prestó los primeros auxilios al joven que debía graduarse el lunes del colegio, el objeto que encontró alojado en la cabeza de Dilan parecía “una bolsa de tela”, cuyo contenido no pudo corroborar. Por su parte, el pasado lunes el tuitero Sebastián Sáenz publicó una serie de trinos en los que, acertadamente, identificaba el proyectil, gracias a denuncias del reportero gráfico Damien Fellous sobre su utilización por parte de la Policía en el Cauca, en el marco de la represión a los indígenas que luchan por la tierra que se encuentra en manos de los ingenios cañeros de esa zona del país.
A pesar de la rápida difusión que la teoría de este tuitero tuvo en las redes sociales, contenía una imprecisión: no se trataba de metralla de una granada ‘recalzada’, es decir, de un explosivo hechizo elaborado por la Policía cuyo uso ya ha causado muertes como la de Óscar Salas y Nicolás Neira, según se ha determinado en los tribunales, sino de algo mucho más elaborado.
Eso que se veía como un pedazo de media lleno de perdigones no es otra cosa que un bean bag (‘saco de frijoles’), un tipo de munición de letalidad reducida que fue ha sido empleada por las fuerzas policiales de los Estados Unidos en ataques a manifestantes desde la década de 1970.
De acuerdo con un informe de 2004 del Instituto Nacional de Justicia, una dependencia del Departamento de Justicia de Estados Unidos, el uso de estos proyectiles no solo es muy común entre sus uniformados sino que sus cuerpos de seguridad las han comprado y usado a pesar de que, sobre sus efectos en el cuerpo humano, “mucha de la información disponible es más anecdótica que basada en datos sólidos […] se necesita mejor información para identificar las deficiencias en la manufactura de las municiones de impacto” y “sobre el uso y las consecuencias que este produce”.
El segundo interrogante tiene que ver con el tipo de arma usada para disparar esta munición cinética. A pesar de la hipótesis sobre el uso de un lanzagranadas, o “fusil lanzagases” como lo llama la Policía en su protocolo de armamento para el Esmad (Resolución 02909 del 23 de junio de 2017), tanto las conclusiones de Medicina Legal como los testimonios y los videos que se han venido conociendo sobre el momento del crimen señalan que los integrantes del Esmad habrían usado escopetas.
Ahora bien, al revisar el material fotográfico y audiovisual, estas podrían corresponder a una versión con variaciones para uso antimotines de la Winchester SXP calibre 12, un arma de baja velocidad (sus disparos se mueven por debajo de los 300 metros por segundo) y alta potencia usada por fuerzas policiales alrededor del mundo, entre otras cosas, para el control de multitudes.
Además de disparar bean bags, estas carabinas son empleadas por el Esmad para disparar otras municiones cinéticas cargadas de balines de acero, con o sin recubrimiento de caucho, que en la actual ola de protestas han dejado un número importante de heridos, especialmente en sus ojos, de acuerdo con la campaña Defender la Libertad es un Asunto de Todos.
Un problema de balística
Combined Systems Inc. es uno de los más conocidos fabricantes de bean bags y otras armas de ‘letalidad reducida’ del mundo. Esta compañía estadounidense tiene sede en la ciudad de Jamestown (Pensilvania) y es de propiedad, entre otros, de Point Lookout Capital Partners y el grupo Carlyle, un gigante financiero internacional con importantes intereses en Colombia, especialmente en el sector petrolero.
Desde la creación del Esmad en 1999, siendo su financiación un asunto destacado del Plan Colombia, Combined Systemsse ha convertido en el principal proveedor de armas de letalidad reducida para la Policía Nacional de Colombia y es común encontrar las miles de cápsulas de gas lacrimógeno desechadas por los uniformados de negro con las siglas CSI o CTS (Combined Tactical Systems, su filial israelí). No obstante, aún no es posible determinar si la munición de bean bag con la que fue asesinado Dilan Cruz provino de dicha empresa.
No obstante, al revisar su página web y su catálogo, surgen varios datos significativos. De una parte, que cada uno de sus cartuchos de escopeta calibre 12 con bean bags, los CTS 2851 Super-Sock, almacena un proyectil compuesto de aproximadamente 40 gramos de balines de acero o de plomo empacados en una bolsita de tela. De acuerdo con alguna información técnica con que la compañía promociona sus productos, al dispararse esta munición “presenta una forma aerodinámica consistente todo el tiempo […] proveyendo precisión en el punto de control [al que se apunta] y energía consistente para incapacitar momentáneamente a sujetos desobedientes y violentos”.
En segundo lugar, que ser disparada esta munición sale de la escopeta calibre 12 con una velocidad de unos 90 metros por segundo, es decir, 324 kilómetros por hora, más rápido que un avión de pasajeros en pleno vuelo.
Como toda munición disparada por un arma de fuego, tanto esta velocidad como la precisión del tiro van disminuyendo según la distancia al blanco. Para describir este proceso, los fabricantes de munición suelen establecer en sus fichas técnicas unos rangos que describen el movimiento de sus productos: alcance preciso, es decir, la distancia en que la velocidad es más alta y hay muy pocas posibilidades de fallar; alcance efectivo, cuando empieza a perder rapidez y se amplía el radio de diferencia entre el lugar al que se apuntó y el que puede recibir el impacto; y alcance total, hasta la caída final del proyectil al suelo.
Entre los 9 y los 20 m, el alcance efectivo de este tipo de munición, su velocidad se va reduciendo a de los 85 m/s (306 km/h) a los 70 m/s (252 km/h) y la precisión se va perdiendo, dejando un radio de unos 6 cm alrededor del blanco al cual se apuntó. Después de los 20 m, aproximadamente, la pérdida de energía y la caída final del proyectil al suelo dependerá del ángulo con que se haya disparado.
De otro lado, señala Combined Systems que los bean bags no deben ser usados bajo ninguna circunstancia a menos de 3 m del blanco, pues esto puede resultar letal, y tanto dicha compañía como el Departamento de Justicia de EE.UU., en el informe citado, recomiendan que nunca sean disparados a la cabeza, la espalda el abdomen de las personas, incluso por fuera de ese rango, sino a las extremidades.
Luego de revisar los videos de ciudadanos que presenciaron el hecho, en especial los publicados por Cero Setenta y Noticias Uno por su valor informativo, se ha determinado aproximadamente tanto la posición del policía que acciona su carabina como la de Dilan al momento de recibir el impacto.
Al momento del crimen, ambos estarían a unos 23 m, es decir, una distancia muy cercana a la cota del rango de alcance efectivo de los bean bags. Con esto, se puede deducir que la bolsa de balines que impactó a Dilan en la cabeza iba apenas por debajo de los 70 m/s, una velocidad similar a la de un auto de carreras y que es poco menos del doble de los 36 m/s (129,6 km /h) que los manuales de balística forense establecen como el promedio que necesita un proyectil para atravesar un hueso humano. Dicha velocidad es inferior cuando se trata del cráneo, en este caso, el parietal derecho de Dilan Cruz. Asimismo, se puede calcular que el disparo golpeó la cabeza del estudiante casi un tercio de segundo después de que el agente del Esmad responsable apretara el gatillo.
Un disparo limpio
A pesar de la retórica del alto mando policial sobre la falta de intención de parte del uniformado que accionó su arma contra Dilan y de las declaraciones de la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, durante una entrevista a W Radio, en el sentido de que “estoy convencida de que se trató de un accidente derivado de un enfrentamiento”, la información que ofrece la verificación en terreno de los videos, fotografías y testimonios controvierte, cuando menos, dichas afirmaciones.
En primer lugar, el video publicado por Cero Setenta muestra claramente que el policía dispara su carabina en un ángulo cercano a la horizontal, es decir, que apuntó desde el principio a un blanco a la altura de su cara o un poco por encima de esta, mientras sostenía con ambas manos su arma y apoyaba en su hombro derecho la culata extendida de la misma, un rasgo distintivo del diseño ergonómico de la Winchester SXP que permite que el tirador apoye su mejilla para preparar mejor el disparo.
En este sentido, otro dato interesante que surge de la revisión de los videos es que, al poder establecerse por aproximación la posición y trayectoria del disparo, también es posible observar cómo se realizó. Al visitar el lugar de los hechos, se puede apreciar tanto desde el donde habría sido impactado Dilan como del lugar del tirador, es decir, del agente del Esmad que le provocó la muerte al joven, que no hay obstáculos visuales o físicos en el camino que hubieran impedido la visión a la hora de apuntar o el camino del proyectil hasta el joven. Fue un disparo limpio.
Adicionalmente, ninguna fuerza policial o militar en el mundo entregaría armas largas a agentes que no se encuentren calificados para operarlas, pues se corre gran riesgo de impactar con ellas a otros uniformados. En otras palabras, quien no haya recibido formación para la operación y mantenimiento de este tipo de carabinas o que no haya aprobado sus prácticas de tiro no puede tener una en las manos.
En América Latina, casi sin excepción, los polígonos policiales para escopetas se diseñan para disparar sobre blancos de silueta humana (tipo ‘T’) ubicados al menos a 10, 20 o 50 m del tirador. Aunque se desconocen las particularidades del entrenamiento de Esmad colombiano, puesto que sus manuales de instrucción permanecen secretos, no existen razones para suponer que dicho cuerpo tenga una técnica muy diferente o que se entreguen estas armas a agentes que no hayan aprobado sus pruebas de tiro, a gente con mala puntería.
Claramente, el agente que disparó la carabina no es una excepción: sabe operar su arma, conoce las condiciones técnicas de sus municiones y los efectos de disparar los bean bags al cuerpo de un manifestante. Por encima de las consideraciones morales sobre la forma en que los uniformados tomaron sus decisiones al momento en que se produjo el tiro que terminó con la vida de Dilan, es claro que el uniformado responsable tiene la pericia necesaria para haber decidido cómo usar el equipo a su disposición, disparó a una distancia a la que era muy poca la posibilidad de fallo y lo hizo calculando una trayectoria que podría impactar en la cabeza a la persona a la que apuntaba. Nada de esto hace imposible la ocurrencia de un accidente, claro está, pero al menos define un escenario en el que esa hipótesis del Gobierno tiene muy poco fundamento.
Ahora bien, la gran pregunta de todo esto tiene que ver con la identidad del uniformado que apretó el gatillo. Si bien una escuadra del Esmad está compuesta por entre 10 y 15 efectivos de la Policía, en el grupo que disolvió la protesta pacífica en la que Dilan Cruz perdió la vida solo 2 portaban las carabinas naranja con negro: los identificados con los números 003478 y 124802.
Ahora bien, aunque los datos aquí expuestos no constituyen una prueba, eso le corresponde a la Fiscalía, sino que buscan aportar elementos técnicos para un relato periodístico de los hechos, quedan varios interrogantes, luego de revisar las fuentes consultadas.
Si el pasado domingo el general Penilla, director de la Policía Metropolitana de Bogotá, aceptó en rueda de prensa conocer la identidad del responsable y haber hablado con él, ¿por qué no lo ha entregado a las autoridades judiciales? ¿Por qué el general Atehortúa, director de la Policía Nacional, insiste en que el caso se juzgue en la Justicia Penal Militar, cuando este hecho se configura como un asesinato de un civil desarmado que es casi improbable que sea admitido como propio del servicio de los uniformados? ¿Por qué el ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, trata de legitimar este tipo de armamento por estar incluido en un manual del Esmad? ¿Por qué el presidente Duque asegura que no negociará la disolución del Esmad que exigen los manifetantes del Paro Nacional? ¿Hasta cuándo deberá soportar esta impunidad la familia de Dilan Cruz y las de las otras tres personas asesinadas en el marco de las protestas?
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